Una enferma bipolar, una experta de fama mundial | 07 SEP 10

"Una mente inquieta"

Una autoridad en trastorno bipolar narra su experiencia como paciente. Los comentarios de: Sergio Strejilevich, Ivonne Bordelois, Enrique "Topo" Rodríguez, Gerardo García Bonetto, Luis Hornstein, Alejandro Lagomarsino, Juan Carlos Turnes, M. del C. Vidal y Benito.
Dr. Luis Hornstein

Comentarios del Dr. Luis Hornstein

Kay R. Jamison es una autoridad mundial en desorden bipolar. Becada por la Universidad de Oxford, investigó la relación entre creatividad y bipolaridad en artistas talentosos: los hermanos William y Henry James, Byron, Tennyson, Melville, Schuman, Coleridge, van Gogh, Hemingway. Con ese material escribió otro de sus libros más famosos, Touched with Fire, publicado en 1993.

Pero Kay R. Jamison es también su propio caso. Ella misma es bipolar. En 1995 escribe Una mente inquieta. ¿Tienen los profesores y los profesionales problemas mentales? Son humanos. ¿Pueden producir a pesar de ellos? Jamison, como hemos dicho, es reconocida internacionalmente. La creatividad ¿atenúa la enfermedad, la resuelve o la hace llevadera?

Es humano que a un bipolar, al enterarse de que su enfermedad no es obstáculo para el talento, se le encienda una lucecita de esperanza. Humanos también, el psiquiatra y el psicólogo tienen la obligación de demostrar que no se trata de un mero consuelo. No sólo que la enfermedad convive con la creatividad, que hay creatividad a pesar de la enfermedad, como muestra Jamison, sino que gracias a la creatividad la enfermedad es mantenida a raya y a veces suficientemente superada, como muestra este valiente libro autobiografico.

La primera denominación usada fue “psicosis maníaco-depresiva”. Hablar de “procesos” o de “trastornos”, en vez de “psicosis”, es en principio más amable. Pero obliga a fundamentar ese alejamiento de lo psicótico. “Trastorno bipolar” tiene un sonido mucho más aséptico, tecnológico y desprovisto de connotaciones indeseables. Sin duda, se compadece más con la autoestima saber que uno padece un trastorno afectivo, aunque sea grave, que una psicosis crónica. Y en una enfermedad de la autoestima, son iatrogénicas incluso algunas palabras que se emplean. ¿Pero será sólo una cuestión terminológica?

“La depresión es algo mucho más horrible de lo que puedan expresar las palabras”, escribió Jamison. “¿De dónde viene ese sol negro? ¿De cuál galaxia insensata sus rayos invisibles y pesados me clavan al suelo, a la cama, al mutismo, a la renuncia?”, había escrito Kristeva en 1987. La herida que acabo de sufrir, un fracaso sentimental o profesional, tal duelo son a menudo el disparador de mi sufrimiento. La lista de desgracias que nos pueden abrumar es infinita... Todo esto me proporciona una vida cargada de penas cotidianas, de desconsuelo. En suma, una existencia sin vigor. Según la teoría psicoanalítica “clásica”, la depresión oculta una agresividad contra el objeto perdido. La queja contra sí mismo es, pues, una queja contra el otro. Tal lógica da por sentados un superyó severo y una dialéctica compleja de la idealización y la desvalorización de sí y del otro, conjunto de movimientos que se funda en el mecanismo de la identificación.

Muy distinta es la actitud del psicoanálisis actualizado, contemporáneo: “Lejos de ser un ataque oculto contra otro imaginado hostil por frustrante, la tristeza quizá sea la señal de un yo primitivo herido, incompleto, vacío” (Kristeva, 1987). El abatimiento del depresivo, su postración, (Kristeva no se refiere a cualquier tristeza) no esconde la culpabilidad por su ambivalencia sino que es la expresión de una herida narcisista no cicatrizada.

Trastorno Bipolar se ha asociado en cierta manera con la genialidad, y no es difícil encontrar listados de personas geniales que han padecido o padecen tal enfermedad. Un ejemplo es el libro Touched with Fire, ya mencionado, en la que se analiza la relación entre esta enfermedad y el arte, con menciones a diversos creadores. Desde luego, seguro que ayuda saber que la enfermedad que uno padece es la misma que la que padeció Althusser. Pero si uno trata de encontrar algo parecido en relación con la esquizofrenia la cosa es más difícil; o la esquizofrenia se asocia menos con el éxito y el genio, o el éxito y el genio tiende a reconocer menos públicamente padecer tal enfermedad. ¿Es posible ser psiquiatra en actividad y reconocer públicamente que se padece una esquizofrenia, como lo hace Jamison con su trastorno bipolar? Si uno busca relaciones de personas famosas afectas de esquizofrenia, la lista es demasiado escueta.

Como síntesis es este libro un testimonio valioso e incomparable no solo para entender el trastorno bipolar sino para disminuir el abismo que a veces existe entre los “enfermos mentales” y aquellos que tienen por tarea cuidarlos y curarlos.

 

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