Comentario de Ivonne Bordelois
Muy valioso y valiente resulta el testimonio de K. Jamison sobre su experiencia maníaco-depresiva. En particular, sorprenden por su lucidez y su franqueza sus críticas a los efectos laterales del litio, y su descripción de las reacciones negativas que muchos profesionales de la medicina tienen en cuanto a las personas que sufren esta afección.
En ciertos aspectos creo que convendría profundizar su perspectiva. El delirio maníaco, como se ha observado con frecuencia, coincide con períodos auténticamente creativos, y suele darse en individuos muy talentosos. Hay un trasfondo cultural que en épocas represivas suele enfatizar exclusivamente los aspectos perturbadores de este tipo de manía, y no otorga ninguna relevancia ni valor a las creaciones que se dan en el contexto de la manía. No es ningún azar, por ejemplo, que Van Gogh no haya vendido ninguno de sus cuadros mientras vivía, y sólo la historia de la oreja arrancada trascendiera su renombre.
La pregunta es qué hubiera ocurrido si alguien, a su debido tiempo, hubiera apreciado, elogiado, pagado y colgado en su casa o en algún museo una de sus obras, una de las que hoy se venden a millones de dólares. Acaso la oreja hubiera quedado en su lugar. Es decir, muchas veces los arrebatos furiosos en que incurre el maníaco son respuestas airadas frente a la falta de recepción o el mezquino rechazo de su irradiación por parte de un entorno mediocre, temeroso o envidioso de sus dones.
Es la sociedad misma, a partir de la represión que en gran medida la constituye, la que muchas veces impulsa y potencia el delirio maníaco hasta su desastre. Y nuestra sociedad, que tan liberal se postula, es sumamente represiva en este sentido. Todo hace pensar que la Grecia clásica fue mucho más permisiva en este sentido: Platón reverenciaba la manía “cuando ésta es inspirada por los dioses”. El mundo moderno no acepta dioses de ningún tipo, y cabe preguntarse si el apogeo de Grecia no fue tanto una consecuencia de la proclamada racionalidad griega sino de la convivencia de elementos maníacos y racionales en esa cultura.
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