Una enferma bipolar, una experta de fama mundial | 07 SEP 10

"Una mente inquieta"

Una autoridad en trastorno bipolar narra su experiencia como paciente. Los comentarios de: Sergio Strejilevich, Ivonne Bordelois, Enrique "Topo" Rodríguez, Gerardo García Bonetto, Luis Hornstein, Alejandro Lagomarsino, Juan Carlos Turnes, M. del C. Vidal y Benito.
Dr. Luis Hornstein

“Una Mente Inquieta”
Por Dr. Sergio Strejilevich

Genialidad y locura. Encontramos los rastros de esta premisa en las fuentes más diversas. Podemos pasar de “Elogio de la Locura” de Erasmo de Rotterdam a películas como “Hombre mirando al sudeste”, “Las horas” o recalar en dichos populares como “los locos siempre dicen la verdad”. La antinomia, la conexión o el entramado (como quieran pensarlo) entre genialidad y locura parecen ser parte de la dialéctica básica que nos constituye. Del mismo modo que los trastornos mentales nos acompañan desde el mismo origen de nuestra especie.

No muy lejos en el pasado, cuando la locura no estaba atada a genialidad alguna o a algún poder económico-político considerable, hemos utilizado la religión, el apedreamiento, la hoguera, barcos a la deriva, cámaras de gas entre otros recursos para lidiar con ella. También intentamos utilizar la más sorprendente variedad de tratamientos. Los resultados eran casi siempre mediocres. Sólo quedaba una mueca de lo que había sido esa persona o en la mayoría de los casos persistía su obra para nuestro disfrute, mientras que la vida de su creador se incineraba para alimentar las páginas de la crónica romántica.

La  de Kay Jamison, es posiblemente la primera historia pública que muestra como se ha podido torcer esta trama narrativa. Salvando las distancias que Usted considere respecto de sus obras, entre la historia de Jamison y la de otros “locos geniales” como por ejemplo Virginia Woolf, hay sólo una diferencia que simplemente lo cambia todo: el Carbonato de Litio.

Podemos ver en “Una mente inquieta” como Kay Jamison estuvo a punto de ser consumida por su enfermedad. Podría haber sido otra brillante chica universitaria que desperdiciara su vida en manos “de las drogas y los excesos juveniles.” Pero un diagnóstico oportuno y la posibilidad de tratarse con litio torcieron ese destino de manera  revolucionaria. El tratamiento con este fármaco permitió controlar los episodios sin que la inteligencia y la pasión de Jamison quedaran opacadas. Con el tiempo y pudiendo controlar los síntomas de su enfermedad, esta psicóloga logró lo que hasta aquí era una metáfora: siendo una “loca”, se hizo cargo del “loquero”. Enferma de un severo trastorno bipolar tipo I logró ser la jefa de la Unidad de Trastornos del Ánimo de la Universidad J Hopkins y co-autora del tratado que hoy es la biblia de este campo.

Esto no sucedió por un impulso romántico, por la interpretación genial de algún psicoanalista ni como consecuencia de la victoria histórica de un comando antipsiquiátrico.  Sucedió porque Jamison, contemporánea de la aprobación del litio para el tratamiento de los trastornos bipolares en 1970, pudo ser diagnosticada y tratada con el primer tratamiento psiquiátrico que cumplió con muchas de las expectativas que generaciones de psiquiatras habían soñado. Y este descubrimiento, como otros, que están modificando la vida de millones de personas, no sucedió por voluntarismo humanístico, posiciones filosóficas ó declaraciones políticas. Fue el resultado de años de investigación colectiva, en el que personas afectadas y psiquiatras entrelazaron sus historias para lograr estos avances revolucionarios.
Por esto, la historia de Jamison, puede y debe, ser leída como parte de una historia mayor, la de los tratamientos modernos en psiquiatría. Vale aquí volver al paralelo entre Jamison y Woolf. La escritora inglesa terminó, joven, sus días hundiéndose en un río en medio de los sufrimientos insoportables que le generaba el trastorno bipolar que padecía. Todos podemos disfrutar su obra, en buena parte “iluminada” por su locura. Todos menos Woolf y los suyos. En cambio, Jamison nos ofrece una obra literaria y científica de enorme provecho (“Una mente inquieta” debería ser lectura obligatoria en la formación de todo profesional de la salud mental), pero ella está aquí, junto a nosotros, gozando de estas circunstancias. No es un héroe romántico, es una destacada compañera de trabajo.

Como ejemplo, vean esta foto. En ella Kay Jamison acepta con paciencia retratarse junto a algunos cholulos colegas argentinos –entre ellos yo- en los festejos de lo que había sido su premiación con el Möguens Schou Award, el premio que se otorga a los mejores en el campo de los trastornos bipolares. Lleva el nombre de quien lograra poner a punto el tratamiento con litio y comprender su particular efecto en los trastornos bipolares. Un hombre que luego supimos tenía varios familiares afectados por esa misma enfermedad. En la foto, estamos todos un poco “chispeados” por el alcohol. No era para menos, estábamos festejando algo más que una historia individual de excelencia académica, estábamos celebrando un gran triunfo de nuestra disciplina. Por cierto, el Schou Award es un hermoso premio, una pirámide de cristal que permite ver…, un trozo de litio en su interior.

 

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