Por Adrián Paenza | 05 ENE 12

El hombre que calculaba

Uno de los clásicos de la historia del siglo XX.

El hombre que calculaba es uno de los clásicos de la historia del siglo XX. Pocos libros generaron más adicción entre los difusores de la matemática. Pero lo notable es que siempre quedó claro que era una novela, en donde los problemas y planteos que aparecen son parte de una trama elaborada, en donde el autor participa sin ser el protagonista principal.

El libro fue publicado por primera vez en el año 1949 en Brasil [1]. Su autor fue el matemático brasileño Julio Cesar de Mello e Souza, quien lo firmó con un seudónimo: Malba Tahan. Lo curioso es que el libro (O homem que calculava) no sólo invita a pensar la solución de varios problemas, sino que está escrito en el marco de la cultura árabe con un estilo muy similar al de Las Mil y Una Noches. De hecho, en una de las biografías de Mello e Souza, se sostiene que “varias generaciones de brasileños se introdujeron en la cultura árabe gracias a la influencia del ‘más árabe de los cariocas’” (o sea, los nacidos en Río de Janeiro).

El libro lleva 63 ediciones y ha vendido más de dos millones y medio de ejemplares. Además, fue traducido a más de doce idiomas, que incluyen el inglés, francés, italiano y castellano. El material que presenta de Mello e Souza generó la admiración de diversos autores, pero sobresale uno en particular: Jorge Luis Borges. Borges comentó que después de haber leído El hombre que calculaba había quedado fascinado con los cuentos árabes.

Es muy difícil hacer justicia si uno quiere seleccionar un solo problema. De todas formas, elegí uno que no es ni el más conocido ni el mejor, pero –para mí– contiene la sencillez de lo que seduce como perfecto. Léalo con tranquilidad y dedíquele un rato a pensar la solución. Créame que no se va a arrepentir. Eso sí: voy a escribir una versión libre para no tener que reproducir todo el capítulo, pero verá usted qué interesante que es. Acá va.

Dos personas, digamos A y B, tienen unos panes para compartir con una tercera, a la que llamo C.

A trajo 5 panes y B trajo 3. En cambio C, no aportó ninguno.

Entre los tres comen los ocho panes y, por la generosidad de haberlo compartido, C les ofrece 8 monedas en muestra de agradecimiento.

¿Cómo indicaría usted que se haga la repartición? Cinco monedas para A porque aportó cinco panes, y tres monedas para B porque aportó los tres restantes. ¿Le parece razonable?

Sin embargo, hay otra manera de pensar el problema: C le entrega 7 (¡siete!) monedas a A y la restante (una sola) a B.

¿Por qué esta distribución es más justa que la anterior?

 

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