Ser demasiado grande como para dar explicaciones pero no tanto como para independizarse y formar una familia. El espíritu adolescente es tentador sobre todo cuando ya se pasaron hace rato los 20. Sin embargo, una investigación realizada por médicos australianos concluyó, por primera vez, que vivir en una secundaria permanente puede afectar la salud. El estudio, publicado por la revista de temas médicos The Lancet, asegura que los límites de la adolescencia se están corriendo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la adolescencia propiamente dicha como el período que va entre los 14 y los 19 años. El flamante estudio apunta a la adolescencia tardía y así estira hasta los 24 años las características de ese período, marcado por la definición de la propia personalidad, las inseguridades y la búsqueda de intereses personales. ¿Por qué? Cada vez más jóvenes consultan por patologías típicas de la adolescencia, como intoxicaciones, problemas relacionados con la violencia y dificultades en la interacción social . “Más allá de las definiciones, los 18 años no significan el comienzo de la vida adulta. Los jóvenes tardan más en completar sus estudios, les cuesta más conseguir trabajo y asumen responsabilidades sociales, como casarse y tener hijos, más tarde”, afirman los expertos del Murdoch Children’s Research Institute de Melbourne, Aquí, Carlos Damín, jefe del servicio de Toxicología del Hospital Fernández , apoya las conclusiones: “Muchos jóvenes no tienen un trabajo fijo, ni una familia que mantener, que les genere la responsabilidad de cuidarse”. Esta realidad se refleja en que los casos se multiplican cada fin de semana en los boliches.
El alcohol es la primera sustancia adictiva a la que acceden los adolescentes y dispara riesgos. Y esto se observa en gente cada vez más grande: “Baja la capacidad de reacción y reflexión, y determina muchas conductas que pueden comprometer su salud, como relaciones sexuales no protegidas y accidentes de tránsito”, afirma Graciela Morales, del equipo de Adicciones de la Sociedad Argentina de Pediatría.
“Antes las previas las hacían los de secundaria. Hoy vemos chicos que pasan los 25 y que llegan al boliche en un estado de confusión tal que terminan teniendo conductas poco seguras ”, dice Patricia Pérez, presidenta de la ONG de lucha contra el sida ICW Global. Pérez asegura que hay “un grado de inmadurez y de omnipotencia muy grande en edades en que se deberían tener las cosas más claras”.
El derrame se da en las dos puntas. “Los límites de la adolescencia están corridos. Vemos tanto jóvenes de más de 25 que manifiestan conductas típicas de la adolescencia, como casos de coma alcohólico en chicos de 11 o 12 años”, agrega Damín. En el caso de los nenes existe otro fenómeno: la OMS define el período que va entre los 10 y los 13 años como adolescencia temprana. Ahora se observan en chicos de menor edad comportamientos que antes correspondían a la segunda adolescencia. Por ejemplo, el consumo de drogas. Verónica Dubuc, de la Asociación de Psiquiatras Argentinos, explica que “uno de los múltiples problemas de empezar a consumir a los 10 u 11 es que se llega mucho más rápido a las otras sustancias. Las adicciones se hacen más fuertes y difíciles de abandonar”.
El fenómeno impacta en lo social
Generación “ni ni”, “adultescentes”, síndrome Peter Pan. Los jóvenes que están más cerca de los 30, pero siguen comportándose como a los 20 fueron bautizados varias veces. Y cada vez son más. Un estudio realizado por la consultora Sel asegura que en el país hay unos 700.000 jóvenes de entre 14 y 25 años que no estudian ni trabajan. La cifra viene aumentando, a pesar del crecimiento de la economía. En 2003 los “ni ni” representaban el 8% del total. Hoy llegan al 10% y, si el límite de edad se corre a los 29, rozan los 1.300.000, el 20% del total.
El fenómeno atraviesa todos los sectores sociales y engloba tanto a hijos y nietos de familias expulsadas hace tiempo del mercado laboral, como a chicos que eligen, por comodidad, seguir siendo mantenidos por sus padres. También están los que aprovechan lo bueno de los dos mundos. Estudian y hasta tienen carreras profesionales exitosas, pero no forman su propia familia y siguen en casa de mamá y papá. Así, muchos padres sufren el “síndrome del nido lleno”.
Si tiene éxito una iniciativa impulsada por el Gobierno estarán contemplados por la ley. El proyecto de reforma del Código Civil quiere extender la obligación de mantener a los hijos que estudien hasta los 25. Actualmente ese compromiso de los padres termina a los 21 años.