“En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario”. George Orwell.
Vacunarse es un acto de responsabilidad individual que tiene un enorme impacto colectivo. Es al mismo tiempo un acto de supervivencia personal y de generosidad hacia la sociedad. Después del agua potable, las vacunas son la intervención en salud que más redujo la mortalidad, incluso por encima de los antibióticos. Estudios a gran escala y de rigurosa metodología científica las avalan. ¿Por qué a pesar de sólidos argumentos son sometidas a dudas e incluso ataques? |
Un reconocido trabajo de la revista Lancet estima que en los últimos 50 años la inmunización evitó la muerte prematura de, aproximadamente, 154 millones de personas “o el equivalente a 6 vidas cada minuto de cada año” a nivel mundial. La gran mayoría, alrededor de 101 millones de los individuos salvados, fueron bebés. La vacuna más influyente fue la del sarampión, que comprende el 60% de las vidas que se lograron salvar. Por otro lado, una publicación reciente de JAMA afirma que si las tasas de vacunación siguen descendiendo durante un periodo prolongado, el sarampión e incluso otras enfermedades erradicadas —como la rubeola y la poliomielitis— podrían reaparecer en Estados Unidos con niveles endémicos.
¿Qué herramientas tenemos para entender e intentar revertir este fenómeno? Para comenzar, deberíamos aceptar que vivimos en la era de la desconfianza y la búsqueda de controversias. Una epidemia de dedos que señalan y de críticas destructivas. Las redes sociales (¿o cloacales?) se transformaron en una verdadera emboscada. A propósito, el destacado filósofo Byung-Chul Han afirma que:
• La información por sí sola no ilumina el mundo. Incluso puede oscurecerlo. A partir de cierto punto, la información no es informativa, sino deformativa. • El rápido aumento de la entropía informativa, es decir, del caos informativo, nos sumerge en una sociedad posfáctica. Se ha nivelado la distinción entre lo verdadero y lo falso. • Las prácticas que requieren un tiempo considerable están en trance de desaparecer. También la verdad requiere mucho tiempo. |
Para aplicar la teoría a la práctica, basta tomar el ejemplo de la tentativa de vincular los casos de muerte súbita cardíaca con la infección o la vacunación contra el Covid-19. La ilusión de verdad es un sesgo cognitivo en el que la repetición de una afirmación, incluso si es falsa, aumenta la percepción de su veracidad. Entre tantas referencias, podemos citar un estudio publicado en JAMA Network Open que refutó esta hipótesis analizando casos en atletas jóvenes antes y durante la pandemia.
“Olvidar es una forma de mentir”, por lo que para seguir entendiendo este presente, no podemos dejar de recordar el pasado: En 1998 Andrew Wakefield publicó una investigación en una prestigiosa revista enunciando que existía una relación directa entre la administración de la vacuna triple viral (SRP, para sarampión, paperas y rubéola) con la aparición de autismo y enfermedad inflamatoria intestinal. La verdad recién pudo salir a la luz en el año 2011 cuando el periodista Brian Deer desenmascaró con su investigación (How the case against the MMR vaccine was fixed) al autor de semejante teoría conspirativa. Probablemente el daño universal generado por Wakefield aún persiste.
Más allá de los datos (y de los eventuales históricos enemigos), en este conflicto socioinmunológico jamás podemos despreciar un protagonista fundamental junto a una herramienta vital: el médico y su palabra. O dejando de lado el modelo hegemónico, el profesional de salud y su vínculo verbal con los pacientes. Escuchar, informar y empoderar a las personas con el poder de decisión será siempre más productivo que poner sobre la camilla las batallas en las que la ciencia es agredida sin fundamentos.
Hoy se necesita comunicar y crear credibilidad. En una categórica editorial, la revista Nature destaca estrategias probadas que se pueden desplegar tanto para mitigar la crisis actual como para prevenir futuros brotes:
> El primer y más importante paso son las refutaciones oportunas y accesibles de las narrativas revisionistas sobre las vacunas. El 18 de marzo de 2025, una coalición de 34 sociedades profesionales, liderada por la Asociación Americana de Inmunólogos y el Colegio Americano de Médicos, e incluyendo la Academia Estadounidense de Pediatría, emitió una declaración abogando por las vacunas como piedra angular de la salud pública, un ejemplo brillante del poder de la investigación científica y una herramienta vital en la lucha contra las enfermedades prevenibles.
> En segundo lugar, una respuesta rápida debe ir acompañada de una mensajería eficaz. Los estudios han demostrado que la mayoría de los padres confían en los médicos de sus hijos, y las consultas de control proporcionan una oportunidad para hablar sobre vacunas.
> En tercer lugar, los investigadores deben trabajar con funcionarios de salud locales, líderes en institutos de investigación médica y sociedades de salud pública para intensificar y encontrar maneras de apoyar mejor la adherencia a las inmunizaciones.
¿Qué otras causas podemos enumerar que incluso exceden la capacidad de los propios profesionales? Las dificultades de acceso al sistema de salud, la escasez de recursos humanos, los horarios limitados de atención y la disminución de los controles. Y hasta las propias vacunas con su lograda efectividad generan baja percepción de riesgo: al no “ver” las enfermedades, mucha gente deja de percibirlas como un recurso para atenuar un potencial peligro a resolver.
Estimado lector: Parafraseando al querido Paco Maglio, tenemos dos extremos que debemos evitar: el encarnizamiento informativo y la complicidad del silencio. Es imprescindible desarrollar en nuestra relación con los pacientes las tres C: comunicación, confianza y comprensión. ¿Por qué los que más saben dudan y los que no, opinan con vanidad? A la ya conocida necesidad universal de un uso racional de antibióticos, una criteriosa solicitud de estudios complementarios y otros tantos ejemplos de la práctica asistencial, debemos incluir la prescripción correcta de la palabra, aprendiendo a convivir con el negacionismo de la ciencia y la falsa narrativa de que no se puede garantizar la seguridad y eficacia de las inmunizaciones. ¡Salvemos a las vacunas! Y ya que estamos, salvaremos a nuestros afectos más cercarnos… |
Esteban Crosio