Ciencia a lo loco, por Diego Golombek | 20 MAY 12

Cuando comenzamos a nacer

¿Qué es la vida? Todavía no logramos ponernos de acuerdo en la gran pregunta que nos carcome desde que adquirimos el uso de la razón: ¿Qué es la vida? Apuntes, argumentos e hipótesis que abundan sobre esta cuestión central.

Imaginen que son una avanzada de extraterrestres que cae a la Tierra en un viaje oficial de reconocimiento. Resulta que la misión de los ET es determinar si hay vida en Bestiaplaneten (para más detalles sobre este nombre, buscar en algún tomo de Mafalda). Y parece ser que los enanitos verdes con antenas (o sea, ustedes) encuentran de todo: un caparazón de caracol, un zapato viejo, un chocolate, dos cangrejos desecados (y siguen las firmas). Ahora bien, ¿cómo hacen para determinar frente al gran consejo Bestiaplaneten que esos objetos que encontraron provienen o no de algo vivo?

Sin duda, esa es la pregunta de la biología, nada más y nada menos, ¿qué es la vida? Las tentaciones son muchas: ver si se reproduce (no sé ustedes, pero yo no me estoy reproduciendo en este momento -ni siquiera intentándolo- y aún así creo que estoy de lo más vivo), si se mueve (andá a contarle a un potus), si metaboliza (¿lo qué?) y demás condiciones que sin duda estaban en los libros de biología de Dos Santos Lara o Dembo, allá por mi adolescencia. Pero ojo, acá la consigna no es si está vivo, sino si proviene de algo vivo, que no es lo mismo.

Ahora la cosa cambia, no faltará quien ponga los objetos en el súper analizador XL5 y descubra que tienen tal o cual componente (carbono, por ejemplo) y diga: "Ajá, tiene tal o cual componente (carbono, por ejemplo), por lo tanto, inequívocamente proviene de algo vivo". Hasta que venga el jefe y le diga que esos componentes también están a la vuelta de la esquina en cualquier roca que se precie, y hasta donde sabemos las rocas no están vivas en Extraterrestria o en Bestiaplaneten. A seguir buscando, entonces. Viene otro ET y dice, señalando el caracol: "Ya está, es la forma -miren este objeto-, no cabe duda de que contenía algo adentro, tiene una finalidad, viene de algo vivo". El jefe, ya un tanto ofuscado por la inutilidad de sus subordinados, no dice nada y le tira el zapato por la cabeza, dándole a entender que hay muchas formas que parecen tener una función determinada, pero eso no nos dice nada acerca de su pasado viviente o no.

Y así podrían seguir nuestros verdes amigos un largo rato, cotejando argumentos e hipótesis sin ponerse de acuerdo nunca. Algo así es la historia de la biología en nuestro querido Bestiaplaneten: no ponerse de acuerdo en qué es la vida. Justamente, venimos de una larga lucha entre vitalistas (los que decían que la vida es algo especial, completamente diferente a lo no vivo) y mecanicistas (los que afirmaban que la vida no es más que una organización particular de la materia no viviente). A cada candidato de pieza única en la vida (las proteínas y las enzimas, el ADN), los mecanicistas fueron respondiendo con experimentos que demostraban que nada de eso era tan especial: uno podía fabricar esos compuestos en el laboratorio e incluso hacerlos funcionar. Es más, los mecanicistas veían procesos ingenieriles en todo: la digestión como un fenómeno químico, huesos y músculos como palancas y poleas, la circulación como un ejemplo de hidráulica; en fin, ningún misterio en estas menudencias de la vida y sus circunstancias. En definitiva, como escribió Isaac Asimov: "La posición mecanicista prevalece."

 

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