Por Adrián Paenza | 07 MAR 12

Años bisiestos

¿Por qué sucede que hay febreros que tienen 29 días y otros que no?

Calendario gregoriano.

El año 2012 (como tantos otros) llegó con 29 de febrero incluido. ¿Por qué? ¿Por qué sucede que hay febreros que tienen 29 días y otros que no? ¿Qué pasaría si no hubiera años bisiestos [1]? ¿Quién lo decidió? ¿Desde cuándo? Acá van algunas respuestas.

Hace no mucho tiempo leí que si bien la Tierra tiene muchísimos problemas, por lo menos garantiza una vuelta al Sol gratis todos los años. Ahora bien: uno podría pensar que ese giro (alrededor del Sol) lleva exactamente 365 días. Pero no es así. La vuelta completa tarda un poco más: 365,242190419 ... días. Por ahora, para no contabilizar tantos decimales, digamos 365,25 y después miramos juntos (usted y yo) qué nos estamos perdiendo con los datos que no incluimos. En este caso, serían 365 días y un cuarto, o sea 365 días y 6 horas. Estas 6 horas que sobran, en cuatro años se transformarían en un día. Si no incluimos allí el 29 de febrero, quedaría como 1º de marzo cuando debería ser 29 de febrero. En 8 años, pasará a ser 2 de marzo, y así siguiendo. En 40 años, en lugar de tener un 29 de febrero tendríamos el 10 de marzo, en 80 años sería un 20 de marzo... y en un poco más de un siglo, ya nos adelantamos un mes.

Esto, dicho de esta forma, parece irrelevante. Solo que terminaríamos teniendo veranos en junio e inviernos en enero (y al revés en el Hemisferio Norte). Las playas de Mar del Plata estarían invadidas de gente en septiembre y los que esquían en Bariloche viajarían hacia allá en febrero. El Día de la Primavera se festejaría en abril y si usted es religioso, las fiestas de Pascuas caerían en octubre.

Pero más aún: el problema estaría en que esto iría variando con el tiempo, con lo cual, en lugar de recordar cuándo un año es bisiesto, tendríamos que llevar la cuenta de cómo van sucediéndose las estaciones a medida que van pasando nuestras vidas y sería virtualmente imposible programar cualquiera tipo de actividad que tuviera alguna relación con alguna de las estaciones.

El emperador romano Julio César fue el primero que tomó nota de la situación y agregó un día al calendario, empezando en el año 45 antes de Cristo. Se lo conoce con el nombre de calendario juliano y siguió en vigencia en algunas partes del mundo hasta el siglo XX. Pero fue un papa, sí, un papa, el que introdujo la modificación más esencial. Gregorio XII instituyó el día 29 de febrero cada cuatro años, comenzando la era de los años bisiestos. Por supuesto, para no ser menos que Julio César –cuyo calendario se llama juliano–, el nuevo calendario lleva el nombre de... gregoriano. Cuando se produjo esa modificación, en marzo de 1582, el calendario le “erraba” a la fecha correcta por ¡10 días! Por lo tanto, y preste atención a esto, el día siguiente del 5 de octubre de 1582 no fue 6 de octubre, sino que pasó directamente al 15. ¿Se imagina ahora a todo el planeta poniéndose de acuerdo en algo semejante? Resulta hasta gracioso pensar en una reunión de las Naciones Unidas discutiendo sobre un cambio de este tipo.

Tampoco fue fácil en esa época, no crea. Por ejemplo, la iglesia ortodoxa rusa todavía usa el calendario juliano. La Navidad para ellos llega el 7 de enero. Cada siglo pierden un día. El grupo de personas que se guían por esas convenciones está 13 días “atrás” de nosotros, y en el año 2100 llegará a 14.

 

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