Entrevista a Diego Golombek, biólogo y divulgador científico | 26 SEP 11

¡Ciencia, allá vamos!

Con ustedes, un doctor en Biología con pocos humos y mucha sabiduría.
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Respetado tanto por su trayectoria académica como por su capacidad para hacer del conocimiento algo divertido, Diego Golombek se sumará desde el próximo domingo a LNR para dar respuesta a esos enigmas científicos de todos los días.

Por Emilse Pizarro  | LA NACION
Foto: Martin Lucesole

Vuelo intelectual. Para este investigador, el trabajo de laboratorio es cosa seria...y apasionante como el mejor de los juegos. Es el tipo con el que quisieras que el azar te siente cerca en un cumpleaños de los que duran un lustro. Campeón de palabras por minuto, sin pausa, Diego Golombek abre la boca y conmina a la memoria a hurgar. Todo se transforma en pregunta; responde una duda y genera trescientas. La incertidumbre es comida y Golombek te pone la mesa para un atracón cerebral.

 -¿Cualquiera puede ser científico?

-Habría que dividir entre científico profesional y alguien con actitud científica; no sólo cualquiera puede tener actitud científica, sino que la debe poseer, es parte de lo que nos hizo evolucionar. Sobre ser científico profesional, no lo separaría de otras carreras. Cualquiera puede serlo si tiene ganas y perseverancia. Hay mucho de rutina, creatividad y sentarse a entender de qué se trata.

 -¿Es tenacidad?

-Mucho, mucho de encontrar el hueco de lo que te ofrece la naturaleza para entender, robarle una porción de desconocimiento para convertirlo en algo conocido. El sentido de oportunidad de dónde está esa pregunta esperando. Requiere perseverancia intelectual, decir no me sale, no entiendo, e insistir. Con un grado de educación se llega.

 -La creatividad asociada a una ciencia dura..., no se escucha eso todos los días.

-Es un error. La ciencia nace como una respuesta al miedo. Le tenés miedo a los mamuts, inventás una trampa; a la oscuridad, dominás el fuego. Para hacer esas cosas, si no sos creativo, fuiste. La naturaleza te ofrece tantas variabilidades que una única solución no se adapta a todo. La ciencia busca distintas maneras de pensar el mundo: para mí, ésa es la definición de creatividad, y es la misma que tienen otras áreas de la cultura, como el arte. Inventar otras formas de mirar.

 -Cuando te sentás a desayunar con tu familia, ¿podés pensar sólo en si querés manteca o mermelada?

-¡Sí! Los científicos no son el arquetipo de Hollywood, el tipo que está todo el tiempo maquinando y tiene un pizarrón en el bolsillo por si se le ocurre una fórmula. Que, además, se queda con la chica... eso no siempre sucede. Por ahí la relación con los hijos en crecimiento es distinta, pero tanto para un científico como para alguien que tiene ganas de pensar científicamente. Porque tratás de fomentar sus ganas de hacer preguntas. Y no te preguntás, amenazadoramente: "¿Qué pasa si le digo a mi hijo no tengo idea? ¿Pierdo autoridad?" El científico puede decir no sé con total algarabía, como una ganancia. Propone: "Pensemos, hagamos un experimento, busquemos la respuesta juntos". Así genera una relación interesante, tanto en lo familiar como si es un maestro con sus alumnos.

 -¿A qué misterio cotidiano le buscás respuesta?

-El comportamiento humano no tiene explicación.

Ríe. Es imposible no seguirlo y atender al jenga que armará con anécdotas universales y citas bibliográficas. La aleación es perfecta y sugiere ser el camino para hacer popular lo que creemos exclusivo. Golombek podría hablarnos desde el estrado, pero está más cerca de hacer un cenicero de crealina y pintarlo con flores horrendas, como todos lo hicimos. Mientras, dirá cosas como ésta: "Dan Ariely sostiene que somos predeciblemente irracionales. ¿Por qué contestamos de cierta manera? ¿Por qué nos sentimos atraídos por ciertas personas? La ciencia cognitiva se ocupa de entendernos un poco, y lo maravilloso es que igual no nos entendemos".

 -Eso te parece genial.

-Casi te diría que una pregunta científica se define como una pregunta que no tiene respuesta. Su respuesta es otra pregunta y eso hace que la zanahoria siempre esté más lejos. El no entendernos es un incentivo.

 -Hablabas de los gustos. ¿Qué me dice a mí que alguien es lindo?

-Los estudios clásicos dicen que la atracción tiene que ver con cuestiones reproductivas. En una mujer verás señales (simetría, la piel tiene características jóvenes, un montón de cosas que apuntan a acciones hormonales), pero a mí me puede parecer hermosa una mujer posmenopáusica. Ahí hay un misterio: dónde entra la cultura de la atracción en todo esto, mucho más allá de la biología. Ese es el misterio de lo que somos, una mezcla de lo que traemos de fábrica (genes) con lo que hacés con eso, que en biología se llama el ambiente (amigos, lo que comés...).

 -Mi mamá me señaló el pasto y me dijo que era verde. ¿Es posible que lo que yo vea verde, vos lo veas como yo veo al azul, pero jamás nos enteremos?

-La respuesta es: "No tenemos idea y posiblemente nunca la tengamos, porque es una cuestión introspectiva". Yo te digo eso es verde, pero qué está pasando en mi cerebro, vos no lo podés saber. Eso es lo que se denomina qualia, que son las cualidades subjetivas de un estímulo. Porque hay un mundo ahí afuera, pero el mundo que entendemos es el que nos buchonean nuestros sentidos, que son totalmente diferentes y que a veces inventan cosas. Con lo cual hay tantos mundos como personas. La forma más objetiva -si es que las hay- de conocer, es investigar en un laboratorio donde se pueden controlar los estímulos. Puedo dar un estímulo que sea luz puramente verde y ver qué células se prenden tanto en la retina como en el cerebro. Ahí sí podría ser un poquito más objetivo: si se prenden exactamente las mismas en respuesta al mismo estímulo en dos cerebros distintos... y deben estar interpretando lo mismo. De cualquier manera, si eso adentro del bocho es verde o no, no vamos a saberlo. Está buenísima la pregunta y puede dejarte con muchas damajuanas en el piso y medio chiflado.

 -¿La cucharita que se pone en la botella para que no se vaya el gas?

-Es recontra trucha. La forma de contestar eso es haciéndolo. Agarrar tres botellas iguales, una tapada, una destapada y otra destapada con cucharita. Dejarlas toda la noche, servir en tres vasos y probar.

 -En tu libro El cocinero científico decís que lo de sellar la carne es mentira.

-El enunciado del mito es que al sellar la carne (calentarla bruscamente a alta temperatura) la aislás y mantenés el agua adentro. El experimento para responderle: tomar dos porciones de carne, una sellada y la otra no, mandar ambas al horno y ver si mantienen agua o no (se las pesa antes y después). Si pesa menos, lo más obvio es que se haya evaporado agua. Las dos pesan menos, pero, es cierto, algo pasa con la carne sellada: aparentemente al calentarla así se produce una reacción química muy compleja (reacción de Maillard). Cuando se calientan aminoácidos y azúcares se generan sustancias nuevas, algunas tienen gusto y otras, olores. Cuando comés esa carne sellada le sentís más gusto y, si tiene más gusto, salivás más.

No, no lo odian los cocineros. Ferran Adrià  le hizo el prólogo. Continuemos, que ahora son los signos de pregunta los que están armando un tótem.

 -Algo me hace llegar a una carcajada y otra cosa a una sonrisa. ¿Por qué?

-Hay una ciencia de la risa. Si vos forzás una sonrisa algo pasa en tu cerebro, ya que de pronto te sentís mejor. Probá. Eso es rarísimo. En principio es absolutamente contra intuitivo, porque uno piensa que se emociona y luego actúa: estoy contento, luego sonrío. Tengo miedo, corro. Este experimento tan pavo de forzar la sonrisa invierte las cosas. Si en lugar de una sonrisa hacés un 7 de espada o un 7 de oro [las señas del truco, equiparables a una semisonrisa, a izquierda o a derecha], va a ser distinta la reacción: una de las dos la sentirás más contenta que la otra, dado que están controladas por áreas distintas del cerebro. Es un misterio, como también lo es por qué no te podés hacer cosquillas. La cosquilla tiene un elemento de sorpresa, como un remate de chiste, tiene que ser inesperado. Cuando te hacés cosquillas a vos mismo hay una pre-orden: tu cerebro sabe lo que tu mano va a hacer. Para que un chico se ría no tenés que tocarlo, basta con hacerle el gesto. La sorpresa está.

 -Tengo miedo, siento que sube desde la panza.

-¡Totalmente! Don Juan (Carlos Castaneda, en Las enseñanzas de Don Juan) enseña a controlar el mundo desde la panza. Dice que, para hacerlo, el chamán tiene que sacar una mano desde allí, que las emociones se sienten ahí. Mi idea es que eso que viene desde la panza tiene que ver con dos glándulas muy chiquititas que están arriba de los riñones. Se llaman suprarrenales, secretan hormonas hacia la sangre. Algunas (como la adrenalina) secretan inmediatamente. Son hormonas que tienen que ver con el estrés, la ansiedad.

 -¿Por qué el bostezo es contagioso?

-Lo es. Y es fascinante, un buen ejemplo de que la ciencia está ahí. Parafraseando a John Lennon, la ciencia es eso que te pasa cuando estás ocupado haciendo otras cosas. Por ejemplo, bostezando. Pero antes de que sea contagioso, ¿qué es el bostezo? Uno dice que viene porque se está cansado o aburrido: no, no es sólo eso. No es solamente abrir la boca y tomar aire. Hay gente que dice que tiene que ver con llevar más sangre al cerebro, pero esa teoría está en veremos. Aún no sabemos qué es y hay otro enigma: por qué resulta tan contagioso: con sólo oír hablar de él, ver un perro bostezando o, para una persona ciega, escuchar que alguien bosteza. Hay algo ahí muy raro que aún no tiene respuesta, sólo hipótesis. Dicen que el bostezo, al oxigenar el cerebro, te pone más alerta; ayuda a que un grupo poblacional esté atento. Pero nosotros nos tapamos la boca al bostezar..., entonces, si tiene que ver con empatía hay algo raro. Aunque, volviendo a la cuestión de la empatía, es verdad que hay neuronas que se activan cuando imitás el movimiento o sentís algo que está sintiendo la otra persona.

 

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