Tecnología y conocimiento | 19 FEB 11

Saber la respuesta no significa entenderla

Estamos como encandilados. Supongo que es natural. Las tecnologías de procesamiento de la información han avanzado más en medio siglo que todas las otras técnicas en los pasados diez mil años.

Por Ariel Torres

Si en el siglo XIX imaginábamos poderosos hombres mecánicos, hoy, con idéntica ingenuidad, estamos pronosticando cerebros electrónicos capaces de superar la mente humana. ¿No fue acaso una computadora la que le arrebató el título de campeón mundial de ajedrez al gran Kasparov en 1997?

Opino que no. Catorce años atrás sostuve que asegurar que Deep Blue le había ganado a Kasparov era una afirmación excesiva. El coloso digital a 1 teraflops (1 billón de operaciones de coma flotante por segundo) no había sido consciente de su éxito ni había salido a festejar con sus amigos; bueno, no tenía amigos. Así que es un poco absurdo decir que ganó si no sabe que ganó. ¿Cabe afirmar que el campeón mundial de ajedrez no tiene idea de que estuvo jugando al ajedrez? Suena raro, como mínimo.

En su momento, lo de Deep Blue me dio un poco de vergüenza ajena. Era la fuerza bruta, ciega e insensible de la maquinaria, capaz de sondear 200 millones de posiciones de tablero por segundo, contra un ser humano del todo incapaz de semejante potencia de cómputo. De hecho, la gran virtud de Kasparov es ser genial en un juego para el que nuestros cerebros son completamente inadecuados. Cuando podés ver todas las posibles posiciones de tablero y elegir la mejor, el ajedrez carece de sentido. Garry jugó al ajedrez; Deep Blue, no.

Al final, luego de un primer encuentro que ganó Kasparov, la fuerza bruta terminó doblegando al cerebro orgánico. Claro que Deep Blue nunca habría siquiera existido sin los blandos cerebros de los bípedos. Anóteme un círculo vicioso aquí, por favor.

Un buen alumno

Ahora, IBM lo ha hecho de nuevo. Su computadora Watson aplastó a dos campeones de un juego televisivo de preguntas y respuestas llamado Jeopardy! gracias a sus 2880 cerebros electrónicos que suman una potencia de cómputo total de 80 teraflops. Ochenta Deep Blue. ¡Ouch!

Mientras veía los encuentros me dio la impresión de que la destreza más interesante de Watson es la de entender el lenguaje natural. Aunque su voz metálica y artificial hizo reír al conductor del programa en un par de ocasiones, su habilidad para pescar al vuelo la mayoría de las preguntas es un logro extraordinario de IBM. En cuanto a lo demás, Watson no se dio por enterado cuando el conductor del programa se burló de su extraña pronunciación del inglés.

Corta también el aliento su capacidad para rebuscar en su base de datos de 4 terabytes, atar cabos, darle sentido a la información y extraer una respuesta correcta. Como me explicaba el jueves Kerrie Holley, uno de los Chief Technology Officer de IBM que fue asesor durante el desarrollo de Watson, hacen falta muchos y muy complejos algoritmos para extraer de ese océano de datos una palabra, una frase que se correlacione de forma precisa con las pistas de la pregunta. Ya lo creo.

Ahora, fuera de dar este espectáculo televisivo, ¿para qué sirve realmente la nueva supercomputadora de IBM? "Las máquinas como Watson serían capaces de ayudarnos en actividades como la medicina -me decía Holley-. Imagínese su capacidad para buscar y correlacionar los síntomas de un paciente con centenares de miles de artículos, experimentos y noticias al servicio de un médico." O, por ejemplo, echarle una mano al pobre abogado que hoy necesita bucear en una biblioteca de jurisprudencia y leyes. Según IBM, en el futuro los profesionales obtendrán respuestas inmediatas a estas preguntas complejas, investigaciones, diagnósticos.

Algo más que fue evidente a medida que avanzaban los encuentros es que Watson es capaz de aprender. De hecho, es una de las destrezas que el equipo de desarrollo programó en él. Entre el primer encuentro, que terminó casi en empate, y el abrumador triunfo del final la máquina mejoró de forma consistente su desempeño. No así los humanos, que llegaron al estudio de TV en su mejor forma.

Titanes en el ring

Sin embargo, la decisión de enfrentarlo a personas me pareció un recurso publicitario equívoco. Efectivo, pero equívoco. Aunque hay un video en YouTube donde los ejecutivos de IBM explican por qué escogieron Jeopardy! ( http://www.youtube.com/watch?v=_1c7s7-3fXI ), cuando le mencioné mis reservas a Holley, al principio de nuestra charla telefónica, estuvo muy de acuerdo en que todo el asunto no tiene nada que ver con "máquinas contra hombres", y que la idea era más bien "interesar al público en este desarrollo de IBM".

Desafortunadamente, los titulares, las etiquetas en YouTube, las charlas en foros y los debates en las redes sociales abundaron en menciones a Skynet y HAL 9000 y en afirmaciones del tipo Supercomputadora destroza a los humanos. Lo haya querido o no IBM, provocó una interpretación errónea de lo que Watson es en realidad, y abonó la animosidad que muchas personas siguen sintiendo contra los que consideran más autómatas malignos que herramientas útiles. La compañía también se hizo eco de este resultado no deseado: http://www-943.ibm.com/innovation/us/watson/

Desde mi punto de vista, la competencia se fue convirtiendo cada vez más en un espectáculo circense. Durante el segundo encuentro el factor decisivo pasó a ser más bien la velocidad de Watson para apretar el timbre que el haber obtenido la respuesta antes que los humanos. La frustración de los dos competidores de carne y hueso, Ken Jennings y Brad Rutter, daba pena. La carrera ya no era por comprender las pistas ocultas en las preguntas, memorizar y responder, sino por la rapidez de los reflejos, área en la que los vertebrados superiores tenemos insuperables limitaciones de hardware, por así decir.

Libre albedrío

Cualquier sedan familiar ganaría con facilidad en los 100 metros, pero nos parecería disparatado que un velocista olímpico compita contra un automóvil. ¿Cuándo decidimos que Deep Blue y Watson son diferentes? Cuando empezamos a creer que hay algo de mental en sus computaciones, y no es así.

No hay más mente en Watson que en una calculadora de bolsillo. La diferencia entre ambos es su potencia de cómputo y la complejidad de su software. En el video que mencioné antes se explica también, en inglés, el arduo y por momentos frustrante proceso de programar esta supercomputadora y derriba muchos de estos mitos en los que tendemos a creer y que Jeopardy! ayudó a consolidar, mal que le pese a IBM.

Watson es unas 80 billones de veces más rápido que un ser humano para hacer cálculo de coma flotante, pero el secreto de la mente humana no reside allí. Usted necesitaría 25.000 siglos para resolver las cuentas que Watson despacha en un segundo, pero Watson no podría alegrarse de su éxito ni en un millón de años. No está programado para eso.

Esta cuestión, la de estar programado para, presenta un número muy grande de problemas lógicos cuando comparamos una computadora, por poderosa que sea, con una persona.

Supongamos no ya al pobre Watson, que en veinte años será una pieza de museo, sino una computadora del futuro, decenas de miles de millones de veces más potente. Imaginemos que con semejante poder, con el cerebro positrónico de Asimov o algo por el estilo, nuestro artilugio digital es capaz hasta de filosofar o escribir poesía. Parece pensar, pero en realidad sólo está programado para pensar. La diferencia parece sutil, pero nos conduce a un problema sin solución.

 

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