Erin Knoebel y Steve Narang han presentado los pro y los contra de tratar la fiebre, y como continúa siendo una fuente de ansiedad y temor tanto para padres como para médicos. Hace muchos años los estudios de Barton Schmidt documentaron los efectos de la fobia a la fiebre y como los padres reconocían que la fiebre podría producir un daño al cerebro. Este estudio también demostró como los padres medicaban a sus hijos con antipiréticos cuando se encontraban con fiebre baja o aún sin ella. Esta fobia a la fiebre persiste actualmente en algunos pediatras posiblemente contribuyendo a la fobia que presentan los padres.
Otro estudio interrogaba a pediatras en cómo trataban la fiebre en su práctica diaria, en lo que ellos pensaban que eran los peligros de la fiebre y que recomendaban a las familias de sus pacientes. El 72% de los pediatras recomendaban tratar a la fiebre cuando se encontraba incluso entre 38,3 y 38,8 C. Muchos pensaban que la fiebre superior a 40 C podría causar serias complicaciones y al mismo tiempo no recomendaban el tratamiento de la fiebre cuando el niño se encontraba durmiendo. La conclusión de este estudio fue que los pediatras daban un doble mensaje acerca de la fiebre, contribuyendo posiblemente a la fobia a la fiebre.
Recientes estudios muestran la constante preocupación de los padres en cuanto a la fiebre y como muchos de ellos la consideran una enfermedad en lugar de un síntoma o una señal de enfermedad. También señalan como muchos padres utilizaban dosis alternadas de antipiréticos a intervalos demasiado frecuentes, exponiendo a sus niños a niveles tóxicos de los mismos, tal como el acetaminofeno el cual puede producir daño hepático severo.
Otro estudio realizado en el departamento de emergencia mostraba como la educación de los padres en cuanto a la fiebre, reducía la ansiedad en éstos. Sin embargo otro estudio realizado a las enfermeras de emergencia pediátrica mostraba que éstas tenían significantes preocupaciones sobre la fiebre: que podría causar daño cerebral permanente y que los niños bajo su cuidado no debían dejar el departamento de emergencia mientras persistan con fiebre.
Si la educación es importante para aliviar los miedos y ansiedades de los padres, entonces será importante que médicos y enfermeras no estén proyectando sus miedos innecesariamente a los pacientes y padres. Los médicos necesitamos educación a cerca de la fiebre, de esta manera tranquilizaremos satisfactoriamente a los padres de niños febriles.
Una parte importante de este proceso educativo consiste en el reconocimiento de qué es la fiebre, cómo la temperatura puede medirse con mejor precisión, que método utilizan los padres para medirla, y si el resultado que obtienen es fiable.
Generalmente se define a la fiebre como una elevación de la temperatura corporal por encima de 38 C como respuesta a un estímulo, estrés o agresión.
Es dificultoso establecer los límites fisiológicos de la temperatura corporal normal, debido a las grandes variaciones de acuerdo a la edad, la actividad física, la temperatura ambiental, el momento de día (es mayor por la tarde, entre las 17 y las 19, registrándose la temperatura corporal más baja entre las 0 y 6.) y los diferentes estímulos.
La temperatura corporal es regulada por el centro termorregulador ubicado en la parte anterior del hipotálamo, siendo más elevada en los niños que en los adultos.
La manera más exacta de medir la temperatura del cuerpo es mediante la medición oral o rectal. La temperatura rectal es mayor que la oral y ésta mayor que la axilar.
Frecuentemente los médicos recibimos la llamada de un padre que siente caluroso al tocar al niño. La medición táctil de la fiebre es inexacta y debe confirmarse con el uso del termómetro oral o rectal. Un reciente estudio de 180 niños de 0 a 4 años, mostró que el 79% de los padres reconocían febriles a sus hijos mediante el tacto, pero los autores encontraron que la especificidad mejoraba grandemente cuando se uso el termómetro rectal.
Si bien lo ideal sería utilizar la medición rectal, muchos padres se rehúsan a utilizar este método. Una reciente publicación acerca de qué métodos utilizaban los padres para medir la temperatura indica que el 22% utiliza el termómetro del conducto auditivo, 21% el termómetro digital-axilar, 15% digital-oral, 12% de mercurio-oral y 10% de mercurio-axilar.
Si bien en nuestro medio la medición de la temperatura axilar es la más utilizada, debido a que se trata de un sitio cómodo tanto para los padres como para los niños, solo el 33 al 46% de los niños con fiebre se diagnostican por éste método. Un estudio comparó las temperaturas rectales y axilares tomadas a los niños que ingresaban a los consultorios de niño sano y urgencia encontrándose variaciones de entre 0,5 y 2 grados centígrados entre ambas mediciones. Los autores concluyen que cuando se necesitan temperaturas corporales exactas es esencial tomar la temperatura central y restar valor a la temperatura tomada en la axila.
Varios estudios intentaron evaluar la exactitud del termómetro de membrana timpánica. Este termómetro se coloca en el conducto auditivo externo y mediante un dispositivo infrarrojo detecta el calor que irradia de la membrana, dando la lectura en tres segundos. Existe evidencia en la variabilidad de los resultados debido a una incorrecta colocación del mismo en el conducto. Estudios que compararon la temperatura rectal con la tomada con el termómetro timpánico encontraron diferencias de hasta 0,6 C, mientras que otros que comparaban la temperatura oral con la timpánica y a su vez con la otra oreja encontraron diferencias de hasta 2,5 C.
En conclusión, el miedo a la fiebre es todavía una preocupación para padres y médicos. Entendiendo los pro y los contra del tratamiento para la fiebre estas preocupaciones se pueden dispersar.
Es importante que los médicos estemos seguros de que la temperatura que estamos obteniendo es exacta y fiable. A pesar de la conveniencia que ofrece tomar la temperatura axilar debido a la comodidad de la misma, tomar la temperatura central, ( rectal en menores de 36 meses y oral en niños mayores) es la regla.
Todos los nuevos dispositivos utilizados para medir la temperatura tienen sus problemas, por lo tanto, hasta que no existan datos más precisos se sigue recomendando el termómetro de mercurio oral/rectal.
Referencia bibliográfica: Clinical Pediatrics; Glen Head; Jan/Feb 2002; Erin E Knoebel; Anuj S Narang; John L Ey.