Uno de los temas que mayor interés ha despertado entre los asistentes a esta reunión científica ha sido el de la revisión del factor que, probablemente, cobra mayor protagonismo en el éxito o fracaso de un trasplante: la inmunosupresión.
Así, los expertos que se han dado cita en Barcelona han puesto de manifiesto la importante evolución que el tratamiento inmunosupresor ha desarrollado en los últimos 40 años, pasando por la inmunosupresión básica que se practicaba en las décadas de los 60 y 70, basada en la azatioprina y los corticoides. La introducción de la ciclosporina en los años 80, logró una mejoría en la supervivencia del injerto aunque seguía manteniendo una incidencia elevada de rechazo agudo –cerca del 40%-, hasta que el panorama empieza a cambiar con el desarrollo del micofenolato mofetil, que hace que en combinación con otros inmunosupresores, esas tasas de rechazo se reduzcan hasta un 20-25%.
Sin duda alguna, desde la aparición del micofenolato mofetil, el punto de inflexión del tratamiento inmunosupresor surge con el desarrollo de tacrolimus, un anticalcineurínico que hace que las tasas actuales de rechazo agudo en trasplante de riñón no superen el 15%.
En este sentido, el Dr. Luís Guirado, de la Fundación Puigvert, de Barcelona, explica que "actualmente la pauta más utilizada para trasplante de riñón de donante vivo es la basada en tacrolimus en combinación con un anti CD 25, que habitualmente es basiliximab, un antiproliferativo, que suele ser el micofenalato, y corticoides. Con esta pauta inmunosupresora, en nuestro centro estamos obteniendo unos índices anuales de rechazo agudo de entre el 10 y el 12% de casos, con una supervivencia del injerto al año que ronda el 95%, lo cual nos hace estar más que satisfechos".
En opinión de este experto, y en relación a las posibilidades que ofrecen las nuevas alternativas inmunosupresoras e, incluso, las pautas sin anticalcineurínicos, el momento actual es bastante controvertido. "Sabemos –dice- que con las nuevas pautas que se plantean podemos disminuir los niveles de nefrotoxicidad a largo plazo, pero aumentamos el riesgo de rechazo agudo en los inicios de trasplante, y esto es algo dramático, especialmente cuando hablamos de órgano de donante vivo".
Según comenta el Dr. Guirado, en el trasplante de donante vivo el éxito inmediato es un factor clave. "Tenemos que intentar –explica- que la inmunosupresión sea tolerada desde el primer momento, y con la pauta que venimos utilizando basada en tacrolimus y micofelonato, los resultados inmediatos que estamos obteniendo son excelentes; y no sólo a corto, sino también a medio y largo plazo".
Al hilo de estos comentarios, el Dr. Guirado ha presentado en Barcelona los resultados de una serie de 70 trasplantes de riñón de donante vivo efectuados en la Fundación Puigvert durante los últimos cinco años, y cuyos resultados han demostrado "los bajos niveles de rechazo agudo y la excelente supervivencia del injerto".
Para este especialista el trasplante de donante vivo es tan susceptible de desarrollar rechazo agudo como el de cadáver. "Por eso –subraya- es muy importante plantear una pauta inmunosupresora potente y adecuada al tipo de trasplante, a las características del riñón y a la combinación de las necesidades donante-receptor".
En esta misma línea se pronunció el Dr. J. Lerut, director de la Unidad de Trasplante de la Facultad de Medicina de la Universidad de Lovaina, Bélgica, quien durante su intervención en esta reunión presentó los resultados de una investigación para comparar el tratamiento de tacrolimus y placebo versus tacrolimus en combinación con dosis bajas de esteroides, y evaluar el papel de ambas pautas terapéuticas en el tratamiento de inducción y mantenimiento y en la calidad de vida de los pacientes trasplantados.
De los resultados presentados por el experto belga, y tras el seguimiento durante más de cinco años de 178 pacientes, la conclusión principal que se obtiene es que el tratamiento en monoterapia de inducción y mantenimiento con tacrolimus puede hacerse viable, dado que el grupo tratado con tacrolimus y placebo mostró unos niveles de rechazo agudo inferiores al grupo tratado con tacrolimus y esteroides.