El recuerdo del Dr. Ignacio Previgliano (SATI)

El fallecimiento del Dr. Daniel Ceraso

Un recordado ex Presidente SATI admirado y querido por muchos colegas y pacientes.

El domingo 10 de febrero, en mis manos, se murió como del rayo el Gordo Ceraso, a quien tanto queríamos.

Orgulloso ex alumno del Colegio Nacional Buenos Aires, se recibió de médico en la Universidad de Buenos Aires. Cuenta su madre, Carolina, que en realidad quería estudiar veterinaria pero que eligió medicina porque la facultad le quedaba más cerca de la casa.

Ingresó en el Hospital Fernández en 1975 donde fue sucesivamente residente, jefe de residentes, instructor de residentes, médico de guardia de la Unidad de Terapia Intensiva, Jefe de Emergentología, Jefe de Unidad de Terapia Intensiva y Jefe de División Terapia Intensiva.

Luego de un rápido divorcio, vivió en “extraña pareja” durante un año con Jorge Neira hasta que conoció al amor de su vida Cristina “Nuny” Afione. Fruto de ese amor nació Juan Ignacio, quien lo hizo llorar cuando en Sudáfrica le dieron el premio al jugador más valioso.

En 1983 comenzó su carrera en la SATI donde fue sucesivamente tesorero, secretario de SATI Capital, integrante de varias comisiones directivas hasta llegar a la presidencia en 2002, período en que se compra la actual sede de SATI. Junto al querido Julio Farías, entre otros, facilitó el ingreso de los pediatras a la SATI. Finalizada la misma continuó trabajando en y por la sociedad en el Comité de Docencia, como Director del Curso Superior SATI-UBA y en el Comité de Acreditación.

En el plano internacional representó a la SATI en la Federación Panamericana e Ibérica de Medicina Crítica y Terapia Intensiva, de la que fue presidente en el año 2007.

Fue también fundador, miembro de diversas comisiones directivas y presidente de la Sociedad Argentina de Medicina y Cirugía del Trauma.

Gran educador, colaboró en el desarrollo y diseño curricular de la Residencia de Terapia Intensiva que se abrió en 1981 y en la que se han formado 70 residentes, 40 concurrentes e innumerables pasantes por la especialidad. En el velatorio nuestros médicos más jóvenes, ex residentes, le decían a Nuny que el Gordo había dejado una huella imborrable en su vida.

Fue instructor de los cursos ATLS y ACLS. Desarrolló, junto a Néstor Raimondi, el FCCS (como un Leónidas en las Termópilas al decir de Cayetano Galletti) y el FDM, que permitieron importantes vínculos ínter societarios con la Society of Critical Care Medicine y la formación de instructores en España y Latinoamérica.

Mi amiga, Elisa Estensoro, siempre dijo que el Gordo era “el padrino” y tenía razón en todos los sentidos. Tenía seis ahijados, hijos de sus mejores amigos (el “padrino mágico” no se puede morir, dijo Dana Raimondi), un firme sentido de la amistad y una vocación de solucionarle los problemas a todo aquel que se los confiara. Cuando perdí las elecciones frente a Eduardo San Román por exiguos tres votos, el Gordo, que no me había apoyado, nos juntó en su casa y nos “conminó” a trabajar juntos por la SATI. La SATI era su “mafia”, pero no estaba solo en esa quimera, junto con él estábamos todos los ex presidentes en el Comité.

Así era mi amigo el Gordo, un profesional serio, riguroso y hasta atemorizador para el que recién lo conocía y un tipo divertido, amante de la vida, de la buena comida, del buen vino y de las largas sobremesas.

Cuando le tuve que dar la noticia de su muerte a su padre, Pancho, en medio de su dolor me dijo: si Dios se lo llevó es porque lo necesitaba. Debe estar organizando una Terapia en el Paraíso.

Allí espero verlo, aunque sea como médico de guardia.

Ignacio J. Previgliano (Enanito Lito)