La química de la memoria

Una molécula que evita el olvido

Una proteína fortalece las conexiones neuronales que sustentan los recuerdos. Podría ser útil para desarrollar terapias contra el estrés postraumático.


Neuronas del hipocampo de una rata. | Science

Cristina de Martos | Madrid

Comprender el proceso a través del cual los recuerdos se consolidan en nuestra mente podría facilitar su eliminación, como han demostrado varios estudios, o bien su afianzamiento. Una proteína parecida a la insulina que se encuentra en grandes cantidades en el cerebro parece ser crucial para reforzar la memoria, según un trabajo presentado en la revista 'Nature'.

Aprendizaje y memoria son dos procesos íntimamente relacionados. Un ejemplo: caminamos descalzos por un espacio que está a medias al sol y a la sombra. Tras unos pocos pasos nos damos cuenta de que el tramo sombrío está muy frío y lo evitamos. Aprendemos. Si volvemos al mismo escenario, pensaremos en lo vivido el día anterior y procuraremos andar por el sol. Se ha formado un recuerdo.

Los expertos han descubierto que durante la formación de esa nueva memoria, existen 'ventanas' en las que se pueden modificar las conexiones neuronales en donde reside ese recuerdo y borrarlo. Esas brechas se dan en el proceso de consolidación (cuando se forma después de la adquisición inicial) y de reconsolidación (cuando se evocan un tiempo después).

Del mismo modo que hay fármacos que administrados en el momento adecuado son capaces de eliminar un recuerdo, los autores de este estudio, procedentes de la Escuela de Medicina Mount Sinai de Nueva York (EEUU), sospechaban que IGF-II, una molécula de estructura similar a la insulina muy presente en el cerebro, podría intervenir en estos procesos de consolidación.

Para comprobarlo, utilizaron una prueba típica de laboratorio en la que un grupo de ratones asoció caminar por las zonas más sombrías de un circuito con recibir pequeñas descargas. Después de esto, los investigadores inyectaron IGF-II en el hipocampo -una zona del cerebro clave en la formación de memorias- de unos cuantos roedores durante las 'ventanas' en las que los recuerdos se vuelven débiles.

A la larga, cuanto más evitaban las zonas oscuras, más fuerte era el miedo que sentían y, tal y como los autores sospechaban, los que recibieron las inyecciones eran los que tenían mejor memoria. Un efecto que se mantuvo durante unas semanas. Cuando analizaron lo que había ocurrido a nivel molecular, comprobaron que IGF-II había fortalecido las conexiones neuronales responsables de la memoria a largo plazo.

Este descubrimiento podría ayudar al desarrollo de técnicas que favorezcan la memorización y también que ayuden a borrar recuerdos. "A medida que aprendemos más acerca de estos mecanismos de la formación de miedos y su extinción, esperamos poder aplicar este conocimiento para tratar problemas clínicos, incluido el síndrome de estrés postraumático", ha señalado Thomas Insel, director del Instituto Nacional de Salud Mental de EEUU, que ha financiado el estudio.