Sin docencia la profesión médica deja de existir (JAMA)

Profesores que no ejercen la docencia

La falta de apoyo económico y del reconocimiento profesional por la tarea docente atentan contra el ejercicio de la docencia en medicina.

Autor/a: Catherine D. DeAngelis, MD. MPH.

Fuente: Professors not professing. JAMA. 292(9):1060-1061. 1 set 2004

Indice
1. Desarrollo
2. Referencias

Uno de los temas sobre educación médica más importantes de la actualidad es, para la autora, Jefa Editorial de la revista JAMA, ¿porqué los profesores no ejercen la docencia y en vez de enseñar solo “tienen el título de profesor?”

Un atributo esencial de una profesión es contar con un bagaje sistemático de conocimiento. El conocimiento debe ampliarse mediante la investigación y ser transmitido a la próxima generación de profesionales a través de sus miembros, si lo que se quiere es preservar la profesión. Por lo tanto, los profesores de medicina deben ejercer como docentes o la profesión deja de existir. De modo que ¿porqué no ejercen los profesores de medicina? Varias son las razones que vienen a la mente.

El título más preciado por los académicos es el de “profesor.” Sin embargo, es una meta difícil de alcanzar a través de la educación médica. En efecto, en la mayoría de las escuelas de medicina, cuanto más tiempo dedica un miembro de la facultad a la docencia menos posibilidad tiene de llegar a ser profesor, especialmente un “profesor” sin ningún adjetivo que lo acompañe. Esto lo manifiestan Barzansky y Etzel en su artículo publicado en el volumen 292, número 9 de la revista JAMA de este año. Estos autores informan que de los 20.133 profesionales de ciencias básicas (principalmente investigadores) 7153 (35,5%) son profesores comparado con 19.946 (21,%) de los 94.416 profesionales que asisten a las facultades clínicas, lugar donde se dedica más tiempo a la enseñanza que lo que lo hacen las facultades de ciencias básicas.

Todos los miembros de la factultad deben procurarse sus sueldos, y son pocas las escuelas médicas que pagan por el tiempo dedicado a la educación, si es que lo hacen. En efecto, el tiempo dedicado a la docencia disminuye el tiempo disponible para la investigación o la asistencia médica, dos actividades que generan fondos. Además, ya no es posible que las facultades clínicas hagan un intercambio directo, intercambiando la asistencia de los pacientes por el tiempo dedicado a la enseñanza. En el pasado, los residentes o instructores podían realizar exámenes físicos, ciertos procedimientos y escribir en las historias clínicas de los pacientes y, a su vez, el miembro de la facultad podía dedicar su tiempo a realizar tareas docenttes.

En Estados Unidos, el gobierno actual y los requerimientos de los seguros para que los médicos presten servicios asistenciales en forma personal han eliminado estas prácticas tradicionales. Por otra parte, al menos hay que intercambiar cierto tiempo de investigaciòn por tiempo dedicado a la enseñanza. Es decir, el estudiante, el residente o el instructor pueden, a su vez, aumentar sus conocimientos y también convertirse en un autor si cumple con los criterios correspondientes. Teóricamente, esto podría ayudar a la facultad clínica a alcanzar un título de profesor porque la investigación es el medio más seguro para ser promovido, quizás porque la productividad de los investigadores es más fácil de medir y monitorear (fondos generados, artículos publicados, etc.).

La investigación en educación médica también podría ser una manera atractiva de combinar la actividad educativa con la investigación. Sin embargo, Carney y col. destacaron en la misma revista que hay una dificultad especial para conducir una investigación educacional debido a que los diseños de investigaciòn aceptados son difíciles de aplicar, los requerimientos estrictos de acreditación reducen la flexibilidad necesaria para implementar y evaluar los experimentos basados en la educacióln y los estudiantes y la factulad son renuentes a participar en trabajos aleatorizados debido a las inequidades educacionales percibidas que podrían resultar. Por otra parte, la epidemiología educacional, como la describieron estos autores, podría generar una fundación para la investigación sobre la eficacia educacional. Esto conseguiría un investigador médico con una conjunto de investigaciones que podrían promocionarlo y progresar dentro de la educación médica. Pero, la cantidad y la calidad de los fondos disponibles para la investigación en educación médica es inadecuada y no compensaría el tiempo y los recursos necesarios para que los educadores médicos reciban fondos adecuados, la mayoría de los cuales son insuficientes para realizar una buena investigación .

Otra barrera potencial para la enseñanza, como los destacaron Kachalia y Studdert en el mismo número de la revista JAMA, es que, además de los riesgos normales relacionados con la responsabilidad por mala praxis en la tarea asistencial en la facultad clínica, también están expuestos a la responsabilidad indirecta y los riesgos de la responsabilidad asociados con la falla en la supervisación del problema.

Considerando que los académicos dedicados a la educación médica tienen menor posibilidad de promocionarse o de recibir remuneración por el tiempo dedicado a la educación médica, que los fondos para realizar investigaciones de alta calidad destinadas a mejorar la educación médica son insuficientes, lo cual es particularmente difícil de manejar, y que su responsabilidad médica es mayor riesgo, ¿podría haber alguna duda de porqué los profesores no ejercen?

A pesar de esto, los médicos jóvenes continúan cursando carreras en medicina académica. Muchos de los graduados y otros seguirán una carrera académica o estarán relacionados con ella y una gran proporción de ellos desaría ser un profesor dedicado a la enseñanza. Esto es laudable, pero ¿qué seguridad hay de que ellos y los profesores actuales que ejercen puedan continuar enseñando y tengan una carrera exitosa?

Las tres herramientas tradicionales que intervienen en la medicina académica, la educación, la atención del paciente y la investigación, se han deteriorado. En la actualidad, la  etapa educacional está en el nivel de la mantequilla de maní y la goma de mascar combinada con la persistencia altruista de la factulad dedicada a la enseñanza. Como mínimo, las escuelas de medicina deben reconocer la importancia de la enseñanza para la promoción y la toma de decisiones. Además, las fundaciones gubernamentales y privadas deben reconocer el valor a largo plazo de apoyar la investigación educacional de alta calidad. A menos que se recupere seriamente el componente educacional de la medicina académica, nos hallamos frente al peligro de perder el componente fundamental que hace la la profesión médicaaumento del conocimiento y la transmisión del cuerpo sistemático de conocimiento conocido como Medicina.

* Editor Jefe de la revista JAMA.