ISABEL PERANCHO
Términos como loco, idiota, lunático o mongolo ya no se utilizan en psiquiatría. Esta disciplina ha ido desembarazándose de las palabras política y médicamente incorrectas utilizando vocablos específicos para designar los distintos trastornos mentales sin mancillar ni degradar a sus afectados. Así, actualmente nadie osaría utilizar la expresión mongolismo para referirse al síndrome de Down. Pero el término demencia sigue empleándose con profusión en muchas consultas para referirse a un amplio grupo de síntomas comunes a varios trastornos neurológicos. Y, desgraciadamente, para el ciudadano de a pie este diagnóstico puede tener un alto potencial destructivo.
Esto es lo que opinan los autores de un peculiar artículo, publicado esta semana en Archives of Neurology, en el que el cuidador de una paciente afectada y un neurólogo repasan el impacto social y personal de lo que consideran "uno de los peores epítetos": que a uno le tilden de demente.
"El uso vulgar de este término [...] puede fácilmente robar a los pacientes su humanidad a los ojos de otros y de los suyos mismos. Puede estigmatizar y aislar, hacer a los demás reacios, si no abiertamente temerosos, a tener trato con esas personas. [...] Es una palabra sin esperanza y ésta es una herramienta crucial cuando hay que enfrentarse con una enfermedad devastadora", justifican.
Sustitutos
Tal es el efecto nocivo que atribuyen al vocablo que proponen abiertamente erradicarlo del léxico diagnóstico, al igual que ha ocurrido con la palabra loco para referirse a los trastornos psiquiátricos o el término mongolo, cuya desaparición fue fruto de la intensa labor educativa y de lobby de varios grupos de apoyo. "Es hora de demostrar la misma sensibilidad hacia las alteraciones cognitivas y de memoria", defienden.
Así, invitan a reemplazarlo por enfermedad. Por ejemplo, la demencia frontotemporal pasaría a ser enfermedad frontotemporal y la demencia con cuerpos de Lewy, enfermedad con cuerpos de Lewy. No son los únicos que apoyan esta tesis. José Manuel Martínez- Lage, profesor honorario de Neurología de la Universidad de Navarra, coincide en que "el término demencia debería ser sustituido por uno menos marginante". Él ha propuesto, aunque reconoce que "sin éxito", hablar de "dismencia".
En Japón, país donde la corrección léxica es una exigencia, ya se ha cambiado oficialmente la palabra chichou (demencia), considerada peyorativa, por ninchishou, que significa déficit de funciones cognitivas. Hay quien va más lejos. El neurólogo estadounidense Peter Whitehouse postula desterrar la etiqueta de enfermedad de Alzheimer y sustituirla por envejecimiento cerebral patológico.
José Luis Molinuevo, coordinador de la Unidad de Alzheimer del Hospital Clínic de Barcelona, opina que las palabras tienen el significado que uno les quiere atribuir: "Si hay una explicación certera de lo que es la demencia se van muchos de los prejuicios". Cree que a la gente "le paraliza más el térmimo Alzheimer que demencia".
La cuestión de la corrección lingüística cobra cada vez más importancia en el ámbito de la salud. La Confederación Española de Familiares de Enfermos de Alzheimer y otras Demencias (Ceafa) trabaja desde hace meses en este punto. Como explica su director ejecutivo, Jesús Rodrigo, "hemos eliminado conceptos peyorativos en nuestras comunicaciones. Ya no hablamos de enfermo de Alzheimer, sino de persona que sufre la enfermedad. Hay que dignificar al afectado y a su familia". Rodrigo no es partidario de ser "quisquilloso" con el lenguaje, pero sí correcto. "No me parece mal que se suprima el término demencia", dice. ¿Tendrán que cambiar el nombre de la confederación? "De hecho, ya lo estamos debatiendo para eliminar la palabra enfermo". Tal vez borren las demencias.
Los antiinflamatorios, otra promesa antialzheimer que cae
Confirmado. Toma analgésicos antiinflamatorios no esteroideos (AINE), como el celecoxib y el naproxeno, no protege frente al deterioro cognitivo característico de los inicios de la enfermedad de Alzheimer. Aunque en estudios de observación se había visto una menor incidencia de la dolencia en las personas que usaban este tipo de medicación, una investigación que ha comparado durante tres años la evolución de un grupo de más de 2.000 mayores de 70 años con antecedentes familiares de la enfermedad pero sín síntomas neurológicos ha demostrado que no había diferencias entre aquellos que que tomaban AINEs y los que no lo hacían.
El trabajo, financiado por el Instituto Nacional del Envejecimiento de Estados Unidos y publicado en la edición on line del Archives of Neurology, cuestiona la teoría inflamatoria como causa probable de ciertos trastornos neurodegenerativos y ratifica los resultados premilinares que evidenciaron que estos fármacos no prevenían el desarrollo del Alzheimer. Ahora, además, se ha visto que tampoco detienen el deterioro de las funciones cognitivas e, incluso, uno de ellos (naproxeno) podría tener el efecto contrario. Celecoxib se asoció, además, a un mayor riesgo cardiovascular, motivo por el que se paró el estudio.