Duración del sueño y salud en adultos jóvenes

Repercusión de la duración del sueño sobre la salud de adultos jóvenes

Dormir menos de 7 horas por día podría tener mayores consecuencias sobre la salud de adultos jóvenes que dormir en exceso.

Autor/a: Steptoe A, Peacey V, Wardle J

Fuente: Archives of Internal Medicine 166(16):1689-1692, Sep 2006

Las personas que duermen menos de 7 horas o más de 8 presentan un incremento de la tasa de mortalidad en comparación con aquellas que duermen entre 7 y 8 horas diarias. La duración del sueño tanto menor como mayor se asocia con aumento del riesgo de enfermedad coronaria y diabetes tipo 2, así como de somnolencia diurna y sueño no reparador. Un sueño de menor duración ha sido identificado como factor de riesgo para hipertensión.
Las investigaciones sobre duración del sueño y salud se han concentrado en adultos de mediana edad o mayores. Por lo tanto, se desconoce si se observan patrones similares a edades más tempranas, antes de la aparición de las enfermedades crónicas más frecuentes.
En el presente estudio, los autores investigaron la relación entre la duración del sueño y la salud en una muestra considerable de adultos jóvenes provenientes de 24 países. El criterio de valoración fue la salud de acuerdo con la percepción de los propios participantes. La hipótesis planteada comprendió la asociación entre salud más reducida y menos de 7 horas de sueño o con más de 8 horas de sueño en comparación con 7 a 8 horas de sueño. Fueron considerados otros factores que pueden afectar la duración del sueño o la salud como edad, síntomas depresivos, problemas de salud, factores socioeconómicos, índice de masa corporal (IMC), tabaquismo, consumo de alcohol y actividad física.

Métodos

Población. Se analizaron los datos del International Health and Behaviour Study (IHBS) realizado en 24 países entre 1999 y 2001 en estudiantes universitarios. Este estudio incluyó un cuestionario anónimo respecto de conductas de salud y conciencia en cuanto al riesgo. Se basó en el European Health Behaviour Survey, un estudio realizado entre 1989 y 1991 en 16 483 estudiantes de 21 países europeos. Este estudio se diseñó para determinar las variaciones entre países respecto de la prevalencia de conductas de salud y su asociación entre las creencias y la conciencia del riesgo. El IHBS se realizó con un conjunto de colaboradores de los países participantes. El cuestionario utilizado para la recolección de datos se efectuó en inglés y luego fue traducido a 19 idiomas.

Una universidad intervino en cada uno de 21 países y 2 casas de estudio en los 3 países restantes. Las universidades fueron seleccionadas para poder comparar establecimientos públicos de características académicas similares en diferentes países. Los participantes eran estudiantes entre 17 y 30 años que no cursaban medicina o temas relacionados con la salud sino que estudiaban física, ingeniería, ciencias sociales, idiomas, geografía, historia y economía. Las tasas de participación en la mayoría de los países superaron el 90%. Fueron incluidos 17 465 estudiantes.

Mediciones. Se interrogó a los participantes respecto del número de horas de sueño promedio en 24 horas y fueron clasificados en 5 categorías: sueño muy corto (< 6 horas), sueño corto (6 a 7 horas), categoría de referencia (7 a 8 horas), sueño largo (8 a 10 horas) y sueño muy largo (> 10 horas).

Respecto de la pregunta sobre la salud de los participantes, éstos debían responder si consideraban su salud como excelente, muy buena, buena, regular o mala. Esta variable fue convertida en binaria para el análisis. Las 2 últimas respuestas definieron el mal estado de salud (12%).

La depresión se evaluó mediante el Beck Depression Inventory de 13 ítem y el empleo reciente de servicios de salud (4 semanas) fue validado mediante respuestas por sí o no (22% respondió en forma afirmativa). El nivel socioeconómico se evaluó de acuerdo con los logros educativos de los progenitores de los estudiantes. Los jóvenes fueron clasificados en aquellos que tenían al menos un progenitor con educación universitaria (50% de los participantes) o aquellos que no tenían padres con este nivel de educación.

Análisis estadístico. Los estudiantes que manifestaron altos niveles de depresión –es decir, que presentaron un puntaje del Beck Depression Inventory ≥ 19 (n = 426)– fueron excluidos de los análisis como posibles casos, dado que esta condición afecta el sueño. También fueron excluidos los jóvenes que refirieron duraciones de sueño excepcionalmente cortas (< 4 horas) o largas (> 13 horas) (n = 143). Se emplearon modelos de regresión logística para evaluar el valor predictivo de la duración del sueño sobre la salud. El modelo 1 incluyó la duración del sueño como predictor principal junto con tabaquismo, actividad física, consumo de alcohol (≥ 1 trago por día frente a la ausencia de consumo de alcohol), educación de los padres, IMC, sexo y edad. Por su parte, el modelo 2 abarcó los puntajes de depresión y las visitas recientes al médico.

Resultados

La duración promedio del sueño varió entre 6 horas a más de 8 horas. En total, 63% de los participantes dormía entre 7 y 8 horas, 21% dormía poco (6% < 6 horas y 15%, entre 6 y 7 horas) y 16% tenía sueño prolongado (10%, entre 8 y 10 horas y 6%, > 10 horas).
Diez por ciento de los hombres y 13.6% de las mujeres respondieron que presentaban mal estado de salud. Como los efectos fueron similares para ambos, los resultados se presentaron para los 2 grupos en forma combinada. Las personas que dormían menos cantidad de horas presentaron mayor probabilidad de referir mal estado de salud que aquellos que dormían entre 7 y 8 horas.

Los análisis de regresión confirmaron que los hombres y las mujeres que dormían menos de 7 horas por día presentaban mayor probabilidad de presentar mal estado de salud luego del ajuste por sexo, edad, tabaquismo, actividad física, consumo de alcohol, educación de los padres, IMC y país de origen. Luego del ajuste adicional para los puntajes de depresión y el empleo de servicios de salud, las asociaciones persistieron significativas. Se verificaron indicios de relaciones dosis-respuesta. Por lo tanto, en el modelo 2 el odds ratio (OR) para mal estado de salud ajustado por las covariables fue de 1.99 (intervalo de confianza del 95% [IC]: 1.31-3.03) para aquellos que dormían menos de 6 horas y 1.56 (IC: 1.22-1.99) para aquellos que dormían entre 6 y 7 horas.

Los países asiáticos –en particular, Japón, Corea y Tailandia– se caracterizaron por presentar una elevada proporción de participantes que refirieron mal estado de salud y duración corta del sueño promedio. Por lo tanto, se repitieron los análisis sin la inclusión de estos países. Los resultados persistieron significativos, aunque la magnitud de los efectos se redujo con un OR ajustado de 1.33 (IC: 1.03-1.73) para los estudiantes que dormían entre 6 y 7 horas y un OR ajustado de 1.62 (IC: 1.06-2.48) para aquellos que dormían menos de 6 horas. No se observaron diferencias significativas entre la salud referida por los participantes y las duraciones largas o muy largas de sueño.

Discusión

En este estudio internacional de gran envergadura, la corta duración del sueño se asoció con peor estado de salud manifestado por los adultos jóvenes de ambos sexos, mientras que el sueño de larga duración no mostró relación con la salud.

Este estudio transversal no permitió establecer la dirección de causalidad. Es posible que el mal estado de salud preexistente determine una menor duración del sueño; no obstante, en estos adultos jóvenes relativamente saludables esta posibilidad parece menos probable que en muestras de mayor edad. Además, la asociación persistió luego del ajuste por visitas al médico. Así, una corta duración del sueño podría desempeñar un papel causal, quizá con incremento de la fatiga diurna o la pérdida de los procesos biológicos asociados con un sueño reparador. A su vez, podrían existir factores subyacentes que provoquen menor duración del sueño y mal estado de salud. Si bien los investigadores consideraron variables asociadas con la duración del sueño y la autopercepción del mal estado de salud –como factores socioeconómicos, tabaquismo, actividad física regular, consumo de alcohol, peso corporal y síntomas depresivos–, otros factores pueden haber influido.

Por último, es posible que la alteración del estado de ánimo asociada con sueño inadecuado se relacione con sesgos en la evaluación del estado de salud; no obstante, la persistencia de asociaciones luego del ajuste para los síntomas depresivos reduce la probabilidad de un sesgo por estado de ánimo negativo.

Las investigaciones realizadas en participantes de mediana edad y de edad avanzada mostraron efectos adversos tanto del sueño corto como prolongado. La ausencia de asociación entre sueño de mayor duración y mal estado de salud en la presente muestra contradice este patrón. Esto no parece ser consecuencia del empleo como criterio de valoración de la percepción de la salud por parte de los participantes, dado que se demostraron asociaciones claras con el sueño de corta duración, pero podría tener relevancia la edad de los participantes. Los adultos jóvenes suelen dormir más horas que los individuos de mayor edad, quizá como reflejo de procesos fisiológicos. En este grupo de edad, el sueño de mayor duración no parece ser un signo de patología.

Los hallazgos de este estudio transversal no permiten extraer conclusiones de causalidad. El estudio no se realizó con muestras representativas de adultos jóvenes de cada país sino que incluyó estudiantes universitarios. Los participantes fueron elegidos para realizar comparaciones entre los países, dado que el grupo de estudiantes es homogéneo, fácilmente identificable y accesible. Los patrones de sueño de las muestras de la población general de edad similar pueden diferir, aunque encuestas nacionales al respecto muestran una distribución similar a la observada en el presente estudio.

Los autores concluyen que una menor duración del tiempo dedicado al sueño podría tener mayores consecuencias sobre la salud en edades más tempranas que un tiempo más prolongado. Señalan la necesidad de investigaciones más profundas para establecer si la conexión entre la duración del sueño y el mal estado de salud varía con la edad, si esta conexión puede demostrarse con otras mediciones de salud y si existe una relación causal.