Los autores sostienen a partir de su experiencia clínica la existencia de estados delirantes agudos o crónicos en pacientes que presentan trastornos neuróticos, por lo que el tema del delirio en la histeria los lleva a preguntarse acerca de la desaparición del concepto de neurosis en las clasificaciones internacionales, e interrogarse acerca de los alcances mismos de tal concepto.
Diferencian entre los enfoques psiquiátrico, que se mantiene ligado al aspecto descriptivo del delirio y el enfoque psicoanalítico que se interesa más bien en la función del delirio. Asimismo observan que si bien algunos autores reconocen la existencia clínica y estructural de una psicosis particular (la psicosis histérica, Maleval), otros prefieren conservar la separación neta entre neurosis y psicosis.
El concepto de delirio histérico plantea un delicado problema y apunta a la posibilidad de construcción de criterios nosológicos sólidos con independencia de la influencia personal del clínico. Así, la reflexión de los autores apunta a centrarse en un concepto nosográfico inestable, señalando la ambigüedad de los casos de las "psicosis atípicas". El objetivo de este desarrollo no es construir una nueva entidad clínica psiquiátrica. Más bien el punto de partida fueron situaciones clínicas en las que se presentó un estado delirante crónico o agudo en pacientes con un trastorno neurótico. Así, el tema del delirio en pacientes histéricos los llevó al concepto de neurosis y a preguntarse acerca de su desaparición en las clasificaciones de los textos de psiquiatría.
El diagnóstico de delirio en la histeria.
Entienden los autores que el diagnóstico condiciona la modalidad terapéutica. Sin embargo, cuando el paciente está en un período procesual delirante, explican, no es siempre sencillo evaluar la personalidad subyacente. Observan que en los tratados de psiquiatría es difícil distinguir sobre la base de los datos clínicos solamente, la bouffée delirante que inaugura un proceso psicótico de la que es reactiva o emocional.
En la histeria el acceso delirante sobreviene brutalmente, y suele hallarse como factor desencadenante un acontecimiento revestido con una fuerte carga afectiva.
Características. Sostienen que el delirio histérico es un delirio oniroide, en el seno de una conciencia más "distraída" que "crepuscular". Explican que el delirio se desarrolla siguiendo leyes que pueden compararse con las de lo imaginario y el sueño. Los mecanismos del delirio son múltiples, uniendo alucinaciones acústico-verbales, síndrome de influencia y sentimiento de desrealización. También los temas serían variados, con frecuencia místicos, sexuales y edípicos.
Evolución. Observan que no es raro que la cura del acceso delirante se produzca por mediación de un estado depresivo centrado en las dificultades para retomar el curso de la existencia; se trata de un sentimiento de impotencia para plasmar la imagen idealizada de sí mismo. La vuelta al mundo real comporta dudas, angustias, crisis, y la experiencia delirante se ubica como una etapa crítica en el curso de la existencia del sujeto.
Función del delirio. Según los autores, el acceso delirante permitiría una emancipación del Yo, que de otro modo sería imposible de realizar en la realidad, y además insatisfactoria en el imaginario. El episodio tiene relación con el entorno. No obstante, la vivencia delirante produce un quiebre en el sentido de identidad del sujeto.
Factores clínicos predisponentes. En la literatura se mencionan las personalidades inmaduras, las psicastenias y un terreno esquizoide con tendencia a la ensoñación como factores que predisponen a tales delirios. Para Follin, la fragilidad de la personalidad de estos sujetos es una condición necesaria pero no suficiente para que estos delirios sobrevengan: una personalidad marcada por la neurosis, la inestabilidad y la hiperemotividad. Son sujetos que en ciertas situaciones se hallan imposibilitados de sostener su papel y su personaje. Ciertas situaciones o acontecimientos desencadenan el delirio en función del modo en que la persona se siente subjetivamente agredida y no en función de la gravedad objetiva de los mismos. Es un drama que pone en juego la "identidad del sujeto".
Terapéutica. Es un delirio muy sensible al tratamiento psicoterapéutico; los medicamentos suelen ser ineficaces y llevar a efectos paradojales.
Diagnósticos diferenciales
Seguidamente los autores acotan aquello que se les planteó como problema frente a estos pacientes en cuanto al diagnóstico diferencial y a la relación que la histeria delirante pueda tener con otras entidades clínicas. La revisión de la literatura les permitió establecer que el término "psicosis histérica" tiene diversos significados en los escritos de diferentes autores, y las denominaciones están cargadas con significantes propios de cada época y de cada marco conceptual. Teniendo esto en cuenta intentan una delimitación del cuadro en cuestión.
1. Locura histérica y bouffée delirante aguda. Tienen en común el comienzo brutal y el carácter reactivo de los trastornos. Los temas y mecanismos del delirio son semejantes, la conciencia está alterada, y al cuadro clínico se asocian trastornos tímicos. Después de la resolución de la crisis se restituye la personalidad premórbida. El episodio suele resolverse en el día, pero puede recidivar, e incluso cronificarse. En ambas entidades hay una importante sugestionabilidad. Para los autores la locura histérica corresponde a la psicosis reactiva del DSM-IV, que evoluciona hacia la cura (40%), la recidiva (40%) o hacia una esquizofrenia (20%). Para H. Ey los factores de buen pronóstico son: ser un episodio repentino, la riqueza imaginativa, los antecedentes neuropáticos especialmente histéricos, la teatralidad de la vivencia delirante, la evolución breve y la eficacia del tratamiento psicoterapéutico. Según los criterios evolutivos los autores sospechan que las bouffées delirantes son de naturaleza histérica en el 40% de los casos. Mencionan que para ciertos autores la psicosis histérica no posee características propias, teniendo sólo el carácter de un delirio oniroide histérico.
2. Locura histérica y psicosis crónica.
a) Esquizofrenia. Sostienen que no siempre es posible es posible diferenciar ambas entidades siguiendo criterios semiológicos descriptivos, y que se impone recurrir a criterios estructurales. Según Maleval, la coherencia interna del delirio por su relación con la temática edípica y ausencia de forclusión la diferencian totalmente de las esquizofrenias. Si el delirio evoluciona hacia la cronicidad, tomaría más bien la forma de un delirio alucinatorio crónico.
b) Delirio sensitivo de relación (Kretschmer). Es un delirio de evolución favorable y durable. Algunos autores, como Maleval o Sutter, consideran que las manifestaciones delirantes podrían ser del registro de la histeria. Explican los autores que el delirio se construye sobre una exacerbación de los rasgos de personalidad sensitiva, especialmente la hiperestesia de las relaciones con otros. Invade al sujeto un sentimiento de hostilidad, con autoacusaciones depresivas, aprehensión hipocondríaca del cuerpo, ataques de angustia y desesperación, ideas de perjuicio y de referencia. La psicosis aparece subordinada a las influencias externas, se trata de un cuadro fluctuante, que responde a la psicoterapia y a la medicación antidepresiva. Según los autores, en este delirio se plantea la dificultad de ubicarlo en una neurosis o una psicosis.
c) Esquizofrenia con síntomas pseudo-neuróticos. Los inicios histeriformes de la esquizofrenia se caracterizan por aspectos menos paroxísticos. La presentación del delirio tiene un carácter poco psicógeno: crisis motoras, negativismo, ideas extravagantes y ausencia de emociones (Deniker). En cambio, en la locura histérica se encuentra un acceso secundario a un factor desencadenante, y el delirio permite vehiculizar la ansiedad y mantener las relaciones objetales. El sujeto histérico está adaptado a la realidad. La disociación no afecta al conjunto de la vida psíquica. Sólo afecta a la conciencia, y deja a salvo a la inteligencia y la afectividad. La evolución no toma un giro autístico, aunque puedan observarse rasgos de infantilismo mental, incluso amnesia lacunar. Otra característica es la ausencia de indiferencia, y los trastornos afectivos concomitantes son congruentes con las quejas expresadas.
d) Locura histérica y psicosis maníaco-depresiva. Aunque pueda presentarse sintomatología distímica asociada a trastornos del comportamiento, en la histeria se trata de una reacción al ambiente, y no suele haber antecedentes familiares. Aún si la presentación es melancólica, hay una dimensión teatral.
3. Estados límite y locura histérica. Los autores sostienen que el estado límite es una enfermedad del narcisismo, que no accede a una dialéctica triangular. Cualquier ataque a la imagen del individuo puede lanzarlo a un movimiento patológico. La reactividad al traumatismo concierne a una angustia de abandono en relación con una problemática de pérdida de objeto, diferenciándose así de la locura histérica donde se trata de una reacción a la huella mnémica de un traumatismo antiguo. No obstante entienden que en este cuadro la presencia de elementos polineuróticos, la poca tolerancia a la frustración, la impulsividad y una visión negativa de sí, acercan su constitución más al estado límite que a la personalidad histérica.
Despersonalización y estructuración de la conciencia
Entienden que en el delirio histérico se produce una anomalía de la vigilancia, que da lugar a la disociación psíquica, el automatismo mental y los delirios. Los trastornos iniciales consisten en síndromes de despersonalización, y de desrealización o confusión.
1. Despersonalización. Cualquier alteración de la conciencia puede liberar un estado de despersonalización, cuya etiología puede ser múltiple (psicógena, tóxica, tumoral, etc.). La disociación de la conciencia sería un medio de atenuar emociones de otro modo invalidantes, procurando un medio para modular información sensorial ansiógena. Para H. Ey la experiencia de despersonalización constituye un fondo que permite el nacimiento de delirios neuróticos de influencia y posesión. En casos extremos la despersonalización da lugar a sentimientos de desdoblamiento alucinatorio, poniendo en jaque más la integridad y unidad del Yo que su misma existencia. En la histeria hay susceptibilidad a la presentación de estados de despersonalización.
2. Desrealización. Su manifestación es un sentimiento de extrañeza ante el mundo exterior, como si hubiera un filtro o una pantalla entre el mundo y la persona del sujeto. Hay sucesión de impresiones de ya visto y falsos reconocimientos, como en un sueño. Son trastornos que no tienen una especificidad nosológica, y pueden integrarse a la ansiedad, las depresiones, las psicosis crónicas, y a los trastornos orgánicos o funcionales de la histeria.
3. Disociación. Para Janet hay cuatro mecanismos que intervienen en el proceso de disociación: desagregación, recomposición reversible, huída del recuerdo traumático patógeno y acción clínica sobre el recuerdo de la escena traumática, con efecto benéfico. Destacan los autores que en la disociación intervienen de modo central los conflictos psíquicos. En las clasificaciones internacionales, donde la histeria no aparece como tal, sus manifestaciones aparecen repartidas en dos categorías: trastornos somatomorfos y trastornos disociativos. La disociación histérica agrupa a las amnesias, los estados de sonambulismo, las anestesias y las personalidades múltiples o desdobladas.
Conclusiones
A través del estudio de la literatura al respecto, los autores constatan que el término "psicosis histérica" posee diversas significaciones según los autores. Freud y Breuer lo emplean para referirse a la fase aguda de un ataque mayor y para los estados oniroides. Follin por su parte la relaciona con las bouffées delirantes agudas, y otros autores la presentan como un estado borderline. Las descripciones clínicas psiquiátricas y analíticas concuerdan o se complementan, pero se plantea una controversia en relación con la teoría. Así, según que la nosología en uso sea teórica, clínica o económica, el concepto de locura histérica podrá quedar oculto o puesto de relieve. Desde esta perspectiva entienden que hay cierta insuficiencia conceptual en la discusión de algunos tipos de episodios de tipo psicótico pero de naturaleza no esquizofrénica. La imprecisión de la nosología y de los conceptos reenvía alternativamente a entenderlos como problemáticas del registro de la neurosis o de la psicosis.
A partir de estas lecturas, los autores plantean que se inclinan por el empleo del término "delirio histérico" en vez del de "psicosis histérica", por considerar que este último carece de sentido al asociar dos entidades contrapuestas (en su estructura). La definición misma de delirio es ambigua, entienden, lo que llevó a Maleval a emplear el término delirium en vez de delirio, y el de ilusión en vez de alucinación, en la histeria, distinción que no realizaría el discurso psiquiátrico actual. El síntoma "Delirio" sería específico de la psicosis. Lacan estableció en 1955 una diferencia clínica al introducir el concepto de forclusión del Nombre del Padre, una estructura asociada con la metáfora paterna, en su renovada conceptualización del complejo de Edipo. La psicosis queda así referida a una modalidad de funcionamiento psíquico, diferente de la represión neurótica. En este sentido, la mera presencia de un síntoma no significará la estructura, sino sólo su articulación con un significante posible o eventual.