El síndrome de fatiga crónica se caracteriza por la existencia de cansancio que puede ser permanente, lo que impide al paciente hacer sus tareas habituales, o un cansancio desproporcionado frente a pequeños esfuerzos. Se considera agudo cuando el cuadro lleva menos de un mes, y crónico cuando es más prolongado. Este síndrome ha sido estudiado por numerosos investigadores de distintas especialidades médicas tratando de encontrar una etiología y una patogenia.
Kroenke y colaboradores realizaron un estudio prospectivo en el año 1998 en el que incluyeron 1159 pacientes de ambos sexos. En todos ellos la queja principal había sido la "fatiga" o "cansancio". Se encontró mayor prevalencia en la mujer (28%) que en el hombre (19%). Entre un 20% al 40% de los pacientes tenían alguna enfermedad orgánica y un 40% al 50% padecían de algún desorden psiquiátrico, especialmente depresión y ansiedad.
Entre las enfermedades orgánicas que hay que descartar están las infecciosas como: las provocadas por virus (Epstein Bar, citomegalovirus), bacterianas (endocarditis infecciosa, tuberculosis), por hongos y parásitos. Los estudios inmunológicos han encontrado en algunos enfermos hipogamaglobulinemia, inmuno-complejos circulantes, niveles disminuidos de interferon y de algunas citoquinas, cambios en los linfocitos circulantes, pero ninguno de estos hallazgos caracteriza al síndrome. Las enfermedades endocrinas, especialmente las de la glándula tiroides, enfermedades crónicas de hígado, tumores y colagenopatías.
Por ello es necesario un exhaustivo examen clínico y los exámenes de laboratorios y complementarios correspondientes.
Los estudios psiquiátricos han demostrado que el 50% de los pacientes con síndrome de fatiga tienen depresión y el resto ansiedad con un gran componente de somatización.
Otros síntomas y signos que pueden presentar estos enfermos son: alteraciones del sueño, apnea e hiperinsomnia, febrícula, dolor de garganta con faringitis eritematosa, pequeñas adenopatías cervicales, mialgias y artralgias, especialmente en región cervical y lumbosacra, debilidad muscular generalizada, cefaleas, algunos síntomas neurosicológicos como: dificultad para la concentración, fotofobias, escotomas transitorios, confusión, etc.
En muchos enfermos el componente articular y muscular se asemeja a los de la fibromialgia, es por eso que hay quienes piensan que son formas clínicas de una misma enfermedad.
También es frecuente encontrar síntomas de colon irritable.
Respecto al tratamiento en primer término es necesario educar al paciente, lo que significa hacerle comprender que padece una enfermedad que es curable. Enseñarle que debe hacer actividades físicas moderadas, sin llegar a agotarse, como caminar, trotar, andar en bicicleta, natación y ejercicios de relajación.
Para el dolor se pueden usar las drogas antiinflamatorias no esteroideas, paracetamol y relajantes musculares.
Para la depresión y ansiedad están indicados los antidepresivos tricíclicos (amitriptilina, doxepina, nortriptilina) comenzando con una dosis pequeña administrados en la noche antes de acostarse. Estos han dado buenos resultados en aquellos enfermos que tienen un gran componente de ansiedad, muscular, insomnio y también cuando tienen asociado un colon irritable. Cuando los síntomas predominantes son el cansancio, hiperinsomnia, disminución de la actividad psicomotora, desinterés, y falta de iniciativa están indicados los inhibidores de la recaptación de la serotonina, tales como fluoxetina, sertralina y citalopram.
Este último parece ser el más eficaz en los pacientes jóvenes y el que tiene menos efectos secundarios.
Por último es necesario destacar que el Síndrome de Fatiga Crónica se lo debe sospechar a través de un buen interrogatorio, examen físico y exámenes complementarios y no considerarlo un diagnóstico de exclusión.
* Prof. Dr. Raúl Abaurre
Dep. de Medicina Interna
Fac. de Ciencias Médicas
Hospital Italiano, Mendoza