Trastornos metabólicos

Obesidad

En los últimos años se han incrementado los conocimientos científicos sobre la etiopatogenia y fisiopatología de la obesidad.

Autor/a: Dra. Raquel Dobry

Indice
1. Obesidad
2. Diagnóstico
3. Planteo terapéutico
4. Bibliografía

Síndrome clínico caracterizado por un aumento de la proporción del tejido adiposo en relación con el peso corporal total.
Se define como aumento del peso corporal debido a un exceso de masa grasa con respecto a la masa magra.

La obesidad es el trastorno  metabólico más frecuente en la clínica humana. En los países industrializados, las condiciones de vida actual, ofrecen una alimentación variada y  abundante, al mismo tiempo que se desarrolla un sedentarismo creciente que favorece la multiplicación de los pacientes con obesidad.

Causas

En términos generales, la excesiva acumulación de triglicéridos en el tejido adiposo se produce cuando el equilibrio calórico es netamente positivo. Pero a veces, no es un proceso perfectamente delimitado, sino que puede ser la manifestación final de una serie de mecanismos que dan lugar a una ganancia calórica neta. En algunos casos, el aporte excesivo de nutrientes es el factor primordial, en otros es la disminución del gasto energético por una vida excesivamente sedentaria y en muchos casos, participan ambos factores (sobrealimentación y sedentarismo).

Factores contribuyentes

Una multiplicidad de factores contribuyen a la formación del exceso de grasa y ellos están en permanente interacción.

Genéticos

Se han publicado diversos estudios que intentan establecer la existencia de genes que participan en el desarrollo de la obesidad.
Los genes que han sido implicados afectan a la expresión de la producción de Leptina, así también como los que afectan a la regulación del gasto energético y de la termogénesis
Se sabe que el 80 % de los hijos de padres obesos, también lo son, alrededor  del 50 % cuando no de los progenitores es obeso y menos del 10 % de los hijos de padres delgados, presentan obesidad.

En algunas formas de obesidad grave, la participación genética es decisiva, como sucede, por ejemplo en el síndrome de Prader Willi, pero hay que tener en cuenta que los genes pueden modificarse en función de los factores del medio. Algunos estudios indican que una alimentación hipergrasa en la infancia puede aumentar la expresión de genes obesógenos.
Según recientes estudios, un 40 % de la etiología de la obesidad podría considerarse heredada, y en cambio, la influencia genética ser más decisiva para: obesidad central y obesidad masiva.

Actualmente se estudian profundamente las "Proteínas desacopladoras " (UCP), ya que regulan la termogénesis. En roedores se encontró la UCP 1, proteína que desacopla la respiración de la síntesis de ATP. (Es específica del tejido pardo).

También hay otras proteínas desacopladoras (UCP 2 y 3) que tienen localizaciones más amplias como por ejemplo músculo esquelético, y que podrían contribuir a estimular el gasto energético.

En la especie humana se han identificado más de 40 regiones cromosómicas asociadas al fenotipo de obesidad.
Se puede afirmar, por el momento, que la obesidad, tiene en algunos pacientes y en algunas familias, un origen poligénico, pero es probable, que aún pase mucho tiempo antes de que tengamos una idea más exacta de los factores genéticos que participan en el desarrollo de la obesidad.

Con el avance del conocimiento sobre el genoma humano, se encontrarán nuevos genes que puedan desempeñar un papel importante en el origen y desarrollo del acúmulo de triglicéridos en el tejido graso.

Energéticos

La  termogénesis se define como la producción de calor por el organismo y esto se hace por los procesos de oxidación biológica de los sustratos metabólicos derivados de los alimentos.
Es un mecanismo de adaptación para mantener una temperatura estable frente a un medio cambiante.

El gasto energético total diario está compuesto por  la suma  de tres factores:

1) Gasto metabólico de reposo o basal: que es la energía gastada en condiciones de reposo, ayuno y termoneutralidad. Depende fundamentalmente de la cantidad de masa magra y está influenciado por las hormonas tiroideas y la actividad simpática
2) Termogénesis inducidas por la alimentación: gasto producido por la ingestión, digestión, metabolismo y depósito de los nutrientes ingeridos
3) Actividad física: fracción muy variable en cada individuo

Los estudios metabólicos no muestran diferencias significativas en el metabolismo basal de personas normales y obesas, pero se describen alteraciones de factores que regulan la termogénesis que podrían estar implicados en el desarrollo y / o mantenimiento de la obesidad (alteración de la unión de T3 a su receptor, alteración de la bomba sodio/ potasio dependiente de ATPasa, alteración en la expresión de los receptores adrenérgiocos).

Neurales 

La conducta alimentaria humana forma parte de su conducta global, o sea de la respuesta motora, glandular y psicológica que organiza el individuo en relación con la influencia del medio.

La conducta alimentaria implica la respuesta a la necesidad de nutrientes para mantener el equilibrio del balance energético y de aportar principios plásticos y reguladores indispensables.
La regulación de la conducta alimentaria implica la presencia de sistemas complejos que tienden a modular esa conducta.

Pueden describirse dos sistemas regulatorios: uno periférico, de señales o informaciones y no central, de integración y elaboración de una respuesta en términos de conducta.
Una de las estructuras como área integradora de los impulsos y señales vinculados con el hambre y la saciedad es el hipotálamo y las zonas vecinas. Es allí donde se reciben las señales (gustativas, olfatorias), desde el cuerpo, y donde intervienen numerosas sustancias que regulan y controlan la alimentación.

El NPY (neuropéptido Y) y el CRF (factor liberador de corticotrofina) forman parte de las sustancias mayores que modulan desde el hipotálamo a la alimentación. La serotonina, dopamina y galanina también intervienen en este complejo mecanismo.

Otras sustancias regulatorias se producen a distancia, como: la leptina en el tejido adiposo, la colecistoquinina en duodeno, la somatostatina, el polipéptido pancreático, la insulina.

Cuando disminuye la síntesis de NPY, disminuye la ingesta (se produce sensación de saciedad).
Cuando falta leptina, aumenta el NPY y hay mayor ingesta.

Hay que recordar que, como una más de las funciones nerviosas superiores, la tendencia a comer no está determinada por un único transmisor, sino por flujos predominantes de uno u otro neurotransmisor, y también que los mismos ejercen acciones diferentes según el lugar donde actúen.

Además de su función nutritiva, los alimentos poseen una actividad intrínseca para modificar el estado de ánimo y activar mecanismos de recompensa y perpetuación de actitudes. Varios estudios demostraron que las sensaciones placenteras o convenientes para la especie, se acompañan de un aumento extracelular de dopamina en el hipotálamo  y esto determinaría las prioridades para establecer las preferencias alimentarias.

Factores en relación con el tejido adiposo

Primeramente hay que aclarar que hay dos tipos de tejido adiposo que presentan distintas características y con funciones diferentes.

a) blanco:  mayor cantidad, unilocular (una sola vacuola  de lípido en su interior), su función es almacenar energía bajo la forma de triglicéridos y luego liberarla. Tiene grandes posibilidades de variar en tamaño y volumen, según el balance energético.

b) pardo: más restringido en distribución y cantidad, multilocular, su función es generar calor, por su capacidad de desacoplar la cadena respiratoria. Puede ser fuente de señales que regulen la conducta alimentaria. En ratones carentes de tejido pardo hay hipotermia e hiperfagia. En humanos no se conocen obesidades atribuibles a hipofunción de tejido pardo.

También conviene distinguir entre masa grasa y tejido adiposo. El primero se refiere a la sustancia química, la grasa del organismo y a su funcionamiento en relación con el metabolismo energético.

El tejido adiposo, a su vez, está compuesto por un agregado de células ubicado a lo largo de todo el organismo con una disribución desigual, pero en general característico según edad y sexo.
Su papel principal es precisamente el depósito de la sustancia grasa (bajo la forma de triglicéridos) en los adipocitos a partir de los carbohidratos y lípidos circulantes.

El tejido adiposo incluye otro tipo de células: vasculares mastocitos (secretan heparina: regulador de la actividad de LPL) fibroblastos células de origen conectivo.

La célula originaria del adipocito es de origen mesodérmico y de ubicación perivascular: el adipoblasto. Evoluciona hacia un desarrollo superior: Preadipocito, que aumenta su contenido de grasa y tiende a su coalescencia en la formación de una gran gota única que ya es el adipocito maduro. Muchos factores intervienen en la progresión del adipoblasto al adipocito, la mayoría de ellos mediados por la LPL del tejido adiposo que permite la incorporación del TGL plasmático a la célula.
En caso de balance energético positivo prolongado, los adipocitos pequeños aumentan de tamaño y, luego por determinadas señales locales, ocurre un nuevo reclutamiento de preadipocitos que se convierten en adipocitos.

El número final de adipocitos se determina precozmente. Hay períodos críticos en la vida durante los cuales tendría lugar la delimitación del número final de adipocitos. La sobrealimentación en esos períodos críticos condicionaría un carácter hiperplásico de la obesidad, junto al desarrollo de un excesivo volumen adipocitario (hipertrofia). cuando se produce la hipercelularidad adipocitaria, es irreversible luego en la vida adulta.

En cambio, la sobrealimentación que ocurre en adultos, asociada a otros factores como el sedentarismo, origina hipertrofia adipocitaria, con menor componente hiperplásico.
 
El tejido adiposo interviene en la regulación de la ingesta alimenticia a través de la LPL y la Leptina.

LPL:

Es una enzima clave en el metabolismo normal de la célula grasa y en las alteraciones metabólicas de la diabetes y la obesidad.
Se sintetiza y almacena en la célula adiposa, y su actividad es el paso limitante en la asimilación del TGL en la célula adiposa.

La actividad de esta enzima está aumentada en los adipocitos hipertróficos (en ellos hay mayor tendencia al depósito de TGL). La heparina producida por los mastocitos del tejido adiposo activa a la enzima.

En el estado postprandial (cuando los carbohidratos dietarios aportan energía para los músculos, corazón, etc.) la actividad de la LPL en el tejido adiposo es alta y el flujo de TGL plasmáticos está canalizado hacia su almacenamiento en los depósitos del tejido adiposo.

En el ayuno, la actividad LPL es baja y la energía lipídica es transportada hacia su oxidación en los tejidos musculares.

Una de las alteraciones metabólicas asociadas con la obesidad es el aumento significativo de la actividad LPL del tejido adiposo, y esta alteración no mejora con la disminución del peso.

LEPTINA:

Esta hormona tiene por función regular el contenido de masa grasa del organismo mediante el control hipotalámico de la ingesta  y de la termogénesis.
Se sintetiza en el tejido adiposo blanco y no sólo actúa en el hipotálamo, sino que se han descripto receptores en otros tejidos incluido el adiposo.

Se demostraron efectos de la leptina sobre la función ovárica, en las células beta pancreáticas, sobre la función tiroidea y sobre diversos pasos del metabolismo lipídico.

Además de su efecto hormonal, puede ejercer una función paracrina, promoviendo determinados efectos en el tejido adiposo, como oxidación de ácidos grasos y estimulación de la vascularización tisular, que facilitan la activación del gasto energético y su disipación como calor.

La mayoría de los pacientes obesos no tienen alteraciones en el nivel de leptina, ni en el gen que la codifica, incluso parecen hiperleptinémicos, pero no experimentan sensación de saciedad como sería esperable (por reducción de los niveles hipotalámicos de NPY). Se comportan como resistentes a la acción de la leptina (no ejercen función en los núcleos hipotalámicos).

En condiciones que favorecen la lipogénesis (hiperinsulinemia y disponibilidad de nutrientes), la leptina actuaría disminuyendo el apetito, aumentando el gasto calórico mediante termogénesis, reduciendo la secreción de insulina e incrementando su degradación en el tejido adiposo (es decir que contrarrestaría los mecanismos que generan obesidad y resistencia a la insulina).

Pero todos estos mecanismos están alterados en el obeso que no responde a los niveles circulantes de leptina. En el futuro, quizás, esta resistencia pueda ser tratada con dosis farmacológicas de leptina o análogos.