La deficiencia de hierro constituye el trastorno nutricional más difundido del planeta y es la causa más frecuente de anemia tanto en niños como en adultos. Sin embargo, el diagnóstico y manejo de esta anemia carencial suele ser muchas veces inadecuado en perjuicio de los sistemas médicos de salud y lo que es más grave, del propio paciente.
La frecuencia de la anemia ferropénica (AF) varía enormemente según el grado de desarrollo del país que se analice y según la condición económico social de la población estudiada. En cierta zonas de nuestro país llega a afectar a la mitad de los niños entre los 6 meses y 2 años de edad. El grupo que ocupa el segundo lugar en prevalencia es el de las embarazadas. En tercer término se ubican las mujeres premenopáusicas (10 % de las mismas la padece) dado que la pérdida menstrual constituye una fisiológica e inevitable expoliación de hierro. En el caso de las mujeres postmenopáusicas y de la población masculina adulta, la pérdida sanguínea por el tubo digestivo es la responsable de la anemia ferropénica en la mayoría de los casos.
El hecho de que la ferropenia sea la causa más frecuente de anemia, conduce a veces a suponer esta etiología con cierta ligereza. Se suele cometer el error de creer que una sideremia baja hace diagnóstico de ferropenia, sin considerar que tanto la sideremia como la saturación de transferrina bajas, pueden también observarse en la anemia de los procesos crónicos.
La anemia constituye el acontecimiento final del déficit de hierro; sobreviene por lo tanto cuando ya no queda hierro en los tejidos. La punción de médula ósea, al confirmar el agotamiento de los depósitos de Fe, constituye el gold standard para el diagnóstico de ferropenia. En cuanto a los estudios de laboratorio, el que mayor especificidad diagnóstica posee es la ferritina, que se encuentra descendida en la AF pero normal o elevada en la anemia de los trastornos crónicos. Una ferritina inferior a 12 mg/dl hace diagnóstico de déficit de hierro. Por el contrario, un valor de ferritina normal no permite descartar la presencia de sideropenia dado que la ferritina puede elevarse en procesos inflamatorios crónicos, enfermedades malignas, insuficiencia renal y hepatopatías, enmascarando en estos casos el déficit de Fe. Sólo una ferritina superior a 100 mg/dl permite descartar la deficiencia de este mineral.
La microcitosis es sugestiva de ferropenia pero también puede observarse en anemias de otra etiología como la talasemia y la anemia asociada a trastornos crónicos. Como contrapartida, pacientes con deficiencia de Fe asociada a otras carencias como la de ácido fólico, pueden no presentar microcitosis.
Es frecuente que pacientes con anemia inadecuadamente tipificada sean tratados con hierro, que no siempre es bien tolerado, sin tener en cuenta que la anemia de los trastornos crónicos - la segunda en frecuencia después de la AF- no responde a esta terapéutica. Además, dado que la pérdida sanguínea por el tubo digestivo es el origen más común de ferropenia después de la relacionada con el aparato genital femenino, una vez supuesta esta etiología, los pacientes son indiscriminadamente sometidos a estudios radiológicos y/o endoscópicos gastroenterológicos en la pesquisa de lesiones orgánicas responsables de sangrado crónico.
Es requisito indispensable para empezar a estudiar el origen de una AF que la misma haya sido adecuadamente tipificada. Esto es de especial valor en el geronte, dado que la frecuencia de anemia de los trastornos crónicos en este grupo etáreo es elevada.
EN RESUMEN: El correcto diagnóstico de anemia ferropénica es condición sine qua non antes de lanzarse de lleno a la pesquisa de la pérdida sanguínea por el tubo digestivo. La microcitosis con hipocromía, acompañada de ferremia de menos de 50 mg %, saturación de transferrina inferior a 20 %, y de ferritina inferior a 15 mg/dl, es muy probablemente una anemia ferropénica, pero no siempre el laboratorio se expresa sin algún margen de duda. El clínico y el médico general deben aguzar su criterio diagnóstico para alcanzar una adecuada tipificación del síndrome anémico. El gastroenterólogo debe revisar si el diagnóstico es el adecuado, antes de someter al enfermo a exámenes endoscópicos en busca de lesiones sangrantes. En caso de duda, la opinión del hematólogo debe ser requerida.