Neurociencia del humor | 20 JUN 21

El chiste más gracioso de la historia y los límites del humor negro

El libro 'Ja', escrito por un neurocientífico, repasa la ciencia de cuándo reímos y por qué
Autor/a: Manuel Ansede El País, Madrid

El martes 30 de enero de 1962, tres alumnas de un internado religioso femenino en Kashasha (Tanzania) se echaron a reír. Su risa era tan contagiosa que las compañeras con las que se iban cruzando también se echaban a reír. La risa se propagaba aula tras aula, hasta infectar a la mitad de los presentes en el colegio. Casi un centenar de personas no podían parar de reír. Pasaron semanas y la gente se seguía riendo. La escuela tuvo que cerrar. Las chicas que regresaban a sus casas en otros pueblos contagiaban a sus vecinos. La epidemia de risa llegó a Nshamba, un pueblo de 10.000 habitantes, donde centenares de personas se echaron a reír. En total, 14 escuelas tuvieron que cerrar y 1.000 personas sufrieron brotes de risa incontenibles. La epidemia desapareció 18 meses después de su inicio y quedó descrita en un estudio científico de 1963 publicado en la revista especializada Central African Journal of Medicine.

El caso lo recuerda el neurocientífico Scott Weems en su libro Ja. La ciencia de cuándo reímos y por qué, publicado por la editorial Taurus. “Ja trata de una idea. La idea es que el humor y su síntoma más corriente —la risa— son productos derivados de poseer un cerebro que se basa en el conflicto”, escribe Weems. El cerebro humano, explica, se adelanta constantemente a los acontecimientos y genera hipótesis. “Sin embargo, a veces conduce al conflicto, por ejemplo cuando intentamos sostener dos o más ideas contradictorias al mismo tiempo. Cuando eso ocurre, a nuestro cerebro solo se le ocurre una cosa: reírse”.

El humor, como la pornografía, es famoso por ser difícil de definir. Lo sabemos cuando lo vemos, pero ¿hay alguna manera de descubrir qué es lo que realmente nos parece gracioso y por qué?

En esta fascinante investigación sobre la ciencia del humor y la risa, el neurocientífico cognitivo Scott Weems descubre lo que sucede en nuestra cabeza cuando nos reímos, nos reímos a carcajadas o nos doblamos de risa. Si bien normalmente pensamos en el humor en términos de bromas o tiempo cómico, en ¡Ja! Weems propone un nuevo modelo provocativo. El humor surge de un conflicto interno en el cerebro, argumenta, y es parte de un deseo mayor de comprender un mundo complejo. Desde el papel de las bromas insultantes hasta el beneficio de reír para nuestro sistema inmunológico, ¡Ja! revela por qué el humor es tan idiosincrásico y por qué los libros de instrucciones por sí solos nunca nos ayudarán a convertirnos en personas más divertidas.

Repleto de las últimas investigaciones, anécdotas esclarecedoras e incluso algunos chistes, ¡Ja! levanta el telón de esta de las cualidades más humanas. Desde los orígenes del humor en nuestro cerebro hasta su vida en el circuito de la comedia standup, este libro ofrece un recorrido encantador de por qué el humor es tan importante en nuestra vida diaria.

Hechos de ¡Ja!
¿Sabías?

• ¿Las personas que ven películas divertidas tienen una mayor tolerancia al dolor?

• ¿El sentido del humor está estrechamente relacionado con la inteligencia y la capacidad de resolución de problemas?

• ¿Un gran estudio internacional encontró que el animal más divertido es el pato?

• ¿Los mismos químicos que nos dan placer durante el humor son los activados por las drogas y el chocolate?

Apoyado en una bibliografía de 135 estudios científicos, Weems describe el humor como “nuestra respuesta natural al conflicto y a la confusión”. El neurocientífico, formado en la Universidad de California en Los Ángeles (EE UU), recuerda que, tan solo una semana después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el humorista Gilbert Gottfried actuaba en el Friar’s Club de Nueva York. En la ciudad todavía olía a quemado. Los colegas que le habían precedido en el escenario no habían tocado el tema de los ataques terroristas. Se habían limitado a bromear sobre el tamaño del pene del invitado de honor de la noche, el fundador de la revista Playboy, Hugh Hefner. Pero Gottfried se vino arriba cuando el público celebró uno de sus chistes sobre musulmanes. Asomado al micrófono, proclamó:

Una epidemia de risa en Tanzania en 1962 obligó a cerrar 14 escuelas y afectó a un millar de personas

—Esta noche tengo que irme pronto. Tengo que volar a Los Ángeles. No he podido conseguir un vuelo directo y he de hacer escala en el Empire State Building.

Todo el mundo se quedó sin respiración. Al silencio siguieron los abucheos y los gritos de “¡Todavía es muy pronto para bromear sobre eso!”. Gottfried, un humorista con dos décadas de experiencia sobre el escenario, se enfrentaba a un público indignado, pero no se amilanó. Mirando a los asistentes, comenzó un nuevo chiste:

—Muy bien. Un descubridor de talentos está sentado en su oficina . Entra una familia: un hombre, una mujer, dos hijos y un perrito. Así que el descubridor de talentos pregunta: “¿Qué clase de espectáculo hacen?”.

Lo que siguió fue una sucesión de escatología, bestialismo, incesto y sexo depravado sin tabúes, “literalmente el chiste más guarro del mundo”, según Weems. El público estalló en carcajadas. “La actuación fue tan memorable que alguien realizó una película sobre el chiste, con la actuación de Gottfried como clímax, titulada Los aristócratas”, rememora.

¿Cuándo se puede bromear sobre una tragedia? ¿Dónde están los límites del humor?

Weems recuerda que en 1986, después de la explosión del transbordador espacial Challenger con siete tripulantes a bordo, se hizo muy popular un chiste: “¿Qué significan las siglas NASA? Necesitamos Ahora Siete Astronautas”. Un estudio mostró que los chistes sobre la tragedia surgieron unos 17 días después del accidente. La muerte de la princesa Diana de Gales tuvo un periodo de latencia más corto. Y el de los ataques terroristas del 11-S fue mucho más largo. El autor del estudio, Bill Ellis, de la Universidad del Estado de Pensilvania, clasificó los chistes sobre el Challenger por fecha y lugar de aparición. El accidente fue el 28 de enero de 1986. El 22 de febrero, en la ciudad de Shippensburg se contaba este chiste: ¿Sabes cuál es la bebida oficial de la Nasa? Seven Up (siete arriba, en inglés).

 

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