Manipulación de la conducta ingestiva (audiovisual) | 16 MAY 21

Perseguidos por el azúcar

¿Cuáles son los efectos metabólicos y clínicos del azúcar añadido a los productos comestibles industrializados y por qué es una estrategia de manipulación de nuestra conducta alimentaria?
Autor/a: Dr. Daniel Flichtentrei IntraMed

El azúcar está en todas partes. Como el agua para los peces, casi siempre nos resulta imperceptible. Forma parte de casi todos los productos ultraprocesados que constituyen el 70% de la dieta contemporánea y del 100% de los destinados a los niños en gran parte del mundo. Se estima que un niño de 8 años de la actualidad ya ha consumido más azúcar que un adulto en toda su vida. Funciona como un recurso que hace del acto de comer una “experiencia” sensorial placentera y dispara el consumo. El uso indiscriminado del azúcar añadido es un emergente de un sistema de producción alimentaria que privilegia los productos que son “buenos para vender” por sobre los que son “buenos para comer”.

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Resumen

En la actualidad consumimos más azúcar que nunca antes en la historia de la humanidad. Su uso indiscriminado en casi todos los comestibles elaborados por la industria alimentaria no aporta ningún beneficio nutricional. Sus efectos dañinos sobre la salud de las personas son diversos y graves: caries, obesidad, diabetes, hígado graso, enfermedades cardiovasculares. Su función principal  en la producción de comestibles es promover el consumo perturbando los mecanismos fisiológicos que regulan el hambre y la saciedad. Su única virtud es más económica que nutricional ya que resulta barato  y efectivo para la industria alimentaria. El coste de ese “beneficio” económico lo pagamos todos en nuestra salud.

Introducción

El azúcar está en todos lados. Forma parte de la mayoría de los productos ultraprocesados, que constituyen el 70% de la dieta contemporánea en gran parte del mundo. Detrás de la enorme diversidad de comestibles de la que aparentemente disfrutamos, están casi siempre los mismos ingredientes básicos: harina refinada, azúcar, aceites vegetales como el de maíz  y aditivos.

El azúcar es omnipresente porque funciona como un recurso de bajo costo que hace del acto de comer una “experiencia” sensorial intensa y placentera, lo que dispara el consumo. El uso indiscriminado del azúcar añadido es el emergente de un sistema de producción alimentaria que privilegia los productos que son “buenos para vender” sobre los que son “buenos para comer”.

¿Cuáles son las propiedades nutricionales del azúcar? 

El azúcar existe en la naturaleza en las frutas, los vegetales y la leche, donde se encuentra combinado con fibra, grasa y/o agua, lo que reduce la velocidad de su absorción y atenúa su impacto metabólico. Sin embargo en los productos industriales aparece como azúcar libre o añadido, especialmente en los refrescos dulces, jugos y en casi todos los productos envasados  ultraprocesados.

El valor como nutriente del azúcar es nulo. No contiene proteínas, ni grasas, ni fibra, ni vitaminas, ni minerales. No aporta nada saludable, salvo “calorías vacías”. Sin embargo circulan ciertos mitos acerca de su presunta necesidad.

No es verdad que el azúcar resulte indispensable para que el cerebro y los músculos funcionen como suele afirmarse. El azúcar “necesario” (glucosa) lo produce nuestro hígado a partir de otros alimentos mediante un proceso denominado gluconeogénesis. El consumo de productos con azúcar reduce el de otros alimentos más saludables por sustitución. La OMS recomienda, tanto para adultos como para niños, que el consumo de azúcares libres se reduzca a menos del 10% de la ingesta calórica total. Y aclara que una reducción por debajo del 5% produciría beneficios adicionales para la salud.

El azúcar es un fuerte estímulo para la secreción de insulina, indispensable para su metabolización. El exceso de insulina a lo largo del tiempo produce obesidad, ya que esta hormona almacena energía en forma de grasa. Su continua producción en altas cantidades también facilita la pérdida de la sensibilidad de los tejidos a su acción (resistencia a la insulina), así como el daño de las células beta del páncreas (las  encargadas de producirla) y, como consecuencia, la aparición de diabetes tipo 2.

 

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