El pasado martes falleció Eddie Van Halen, uno de los guitarristas más importantes de la historia del rock y de la música en general, que introdujo técnicas y formas de tocar y componer que apuntalaron su talento y lo consolidaron como uno de los nombres más relevantes del rock.
Edward Lodewijk Van Halen nació en Amsterdam, Países Bajos. A sus 7 años sus padres deciden viajar e instalarse en California, Estados Unidos.
Tanto él como su hermano Alex estudian piano desde chicos ya que su padre era saxonfonista, pianista y clarinetista, y supo transmitirles su pasión por la música. Pero Edward jamás aprendió a leer partituras, él memorizaba los movimientos, y eso mismo hizo luego con la guitarra; "viendo y escuchando", así aprendió.
Estos datos iniciales son obligatorios para entender como se gesta y desarrolla una de esas personalidades que surgen muy de vez en cuando y hacen que el curso de la música en el mundo pegue un salto, afectando, así, nuestras vidas.
Junto a su hermano (en batería) formarían varias bandas hasta encontrar los compañeros adecuados: ellos serían David Lee Roth (voz) y Michael Anthony (en bajo), y dándole el nombre Van Halen a su banda publican su primer álbum en 1978.
A partir de ahí comienza la historia de estrellato, fama, millones y cambios de integrantes. Cambios que, en su última reencarnación, incluyeron al propio hijo de Eddie, Wolfgang Van Halen en bajo (su nombre es en honor a Mozart, continuando con cierta tradición familiar ya que a Eddie su padre le puso su segundo nombre, Lodewijk, por Ludwig Van Beethoven).
La guitarra debe ser melodía, velocidad y gusto, pero más importante, debe tener emoción.
Fue Wolfgang quien informó al mundo el fallecimiento de su padre vía redes sociales. Luego de varios años de lucha contra el cáncer.
En la historia quedarán los 12 álbums de estudio grabados con su banda, sus conciertos, sus hits ("Jump", "Dance the night away", "Panama", etc), y sus colaboraciones con otros artistas (Brian May, Michael Jackson, Gene Simmons, Roger Waters, Black Sabbath, y así).
Volviendo a su forma de tocar, el propio Eddie decía que él no quería considerarse un héroe de la guitarra (aunque lo era), y que el virtuosismo no le interesaba más que lograr canciones que sacudan y conmuevan.
“No sé una mierda sobre escalas o teoría musical”, le dijo a Rolling Stone en 1980. “No quiero que me vean como la guitarra más rápida de la ciudad, lista y dispuesta a acabar con la competencia. Todo lo que sé es que la guitarra de rock & roll, como la guitarra de blues, debe ser melodía, velocidad y gusto, pero más importante, debe tener emoción. Solo quiero que mi guitarra haga que la gente sienta algo: feliz, triste, incluso cachonda".
En esa frase está la escencia de su música y también de su forma de estar sobre el escenario: con una sonrisa. Si observan las fotos que se publicaron en los diferentes diarios, sitios web, redes, e incluso en los gif de Whatsapp con su rostro, en todos lados aparecerá sonriendo. Quizás era su forma de acompañar los saltos de David Lee Roth, o de decirnos lo bien que la pasaba haciendo lo que le gustaba, pero lo cierto es que su forma de tocar era única también por eso. Muy pocos guitarristas de rock sonríen así mientras tocan.
Eddie lograba transmitirnos alegría tanto desde su intrumento como desde su actitud. Alegría de hacer lo que más le gustaba, pero también dándole entidad a la guitarra, él se reía con ella y por ella.
Gracias Eddie, por tu música y por tu sonrisa.
Aquí en 1995, en uno de esos momentos del concierto donde daba cátedra de virtuosismo y carisma:
Y aquí Van Halen y uno de sus más grandes éxitos, "Jump", donde Eddie también toca teclados:
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