La apasionante historia de Nicolás Copérnico | 09 ABR 19

Un giro de lo más revolucionario

Un ensayo del Dr. Oscar Bottasso que repasa la biografía y el significado de Nicolás Copérnico en la historia de la ciencia

Al darnos cuenta de lo poco que sabemos, no sólo debemos estar completamente preparados para corregirlos, sino también obligados a tener dudas sobre nuestro conocimiento. El proceso de dudar debe ser una actitud consciente de apertura a las críticas. Cada participante de este juego de discusión debe estar dispuesto a escucharlas, aceptarlas, y practicar la autocrítica. Una vez que se ha adoptado una actitud subjetiva o posición moral, el razonamiento debe ser concebido como un proceso social de confrontación intersubjetiva”. Karl Popper

Confrontando al modelo geocéntrico de Ptolomeo, parcialmente subsumido en la propuesta Aristotélica sobre el movimiento circular uniforme de todos los cuerpos celestes, el naciente siglo XVI dio cuenta de un astrónomo que eliminó al ecuante, como punto imaginario alrededor del cual los cuerpos cumplían su derrotero. A la par, propuso un modelo heliocéntrico donde el sol permanecía estacionario en el centro del universo mientras la tierra giraba a su alrededor. Un señor que haría historia.

El muy osado había nacido un 19 de febrero de 1473, hijo de Nicolaus, un comerciante radicado en Torun y Barbara Watzenrode, oriunda del lugar. Al concluir la reyerta entre la Orden de los Caballeros Teutónicos y la Unión Prusiana aliada con el Reino de Polonia, la Prusia Occidental, que también comprendía a Torun, pasó a ser parte del territorio polaco. Los entendidos en apellidos dicen que Kopernik estaría vinculado a koper (eneldo en polaco) o kupfer (cobre en alemán), mientras que nik tiene una vertiente eslava.

Tras la muerte del padre en 1483, su tío Lucas Watzenrode, lo tomó bajo su protección. Para fortuna del muchacho, en 1489 Watzenrode pasó a ser obispo de Warmia, lo cual allanó el futuro del sobrino. A los 18 años, se matriculó en la Universidad de Cracovia, donde permaneció durante 4 años, formándose en matemáticas, astronomía y astrología.

En 1495, Watzenrode estableció la elección de Copérnico como canónigo del Capítulo de Frombork de la Catedral de Warmia, lo cual implicaba una serie de tareas administrativas episcopales.1 Tiempo después, Nicolás marchó a la Universidad de Bolonia para estudiar derecho canónico. Durante su estancia, conoció al profesor de astronomía Domenico Maria Novara, un catedrático muy resuelto a escrutar el modelo Ptolemaico.

La corriente humanística que estaba haciendo pie en las universidades italianas, le permitió aprender griego; lo cual fue crucial en sus estudios de los cuerpos celestes, puesto que las obras más importantes de los astrónomos de la antigüedad, aún no se habían traducido al latín.

En 1501 retorna a Frombork y poco después el Capítulo aprueba una nueva autorización que le permitió trasladarse a la Universidad de Padua para estudiar Medicina. Como su permiso era por dos años y el título de médico requería 3 no pudo graduarse como tal, aunque sí obtuvo un doctorado en derecho canónico en la Universidad de Ferrara.

De regreso a tu tierra se instaló en el palacio episcopal de Lidzbark-Warminski, a fin de abocarse a la política eclesiástica y hacer las veces de médico de cabecera de su anciano tío. Sin embargo, en 1510 regresó a Frombork y así dispuso de mayor tiempo para sus indagaciones astronómicas, sin desentenderse de sus ocupaciones administrativo-políticas, en las que se desenvolvía con soltura.

Nicolás tenía sólidos conocimientos de latín, alemán y polaco; mientras que se manejaba muy bien con el griego e italiano, y también posea nociones de hebreo. Sus relaciones con la cúpula eclesiástica no fueron ríspidas, excepto por un episodio ocurrido en 1539 con Monseñor Dantiscus entonces obispo de Warmia. El prelado expulsó de Frombork al ama de llaves de Copérnico, Anna Schilling, quien mantenía una relación “indecente” con Nicolás.

¡Siempre las annas!

En los tiempos de Copérnico, la astronomía se asentaba sobre los postulados Aristotélicos que ubicaban a la tierra en el centro del universo. Existían además siete planetas: la luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte y Júpiter; los cuales también “tenían un curso zodiacal”, y de ahí la denominación de estrellas errantes. Los cuerpos celestes constituían una quintaesencia cuya naturaleza era desplazarse en círculos perfectos alrededor de la tierra, efectuando una rotación diaria.

El sistema Ptolemaico recurría a dispositivos, como los epiciclos, deferentes y ecuantes. Sintéticamente, los planetas describían una órbita circular pequeña o epiciclo que, a su vez, se movía en otro gran círculo en torno a la tierra, el deferente. El centro del deferente no era, sin embargo, nuestro planeta sino otro punto por fuera de ella, el ecuante. Convengamos que para una época carente de dispositivos de observación, la propuesta de Ptolomeo estaba en sintonía con las ideas imperantes.

Sin embargo, es justo subrayar que no todas las concepciones astronómicas del mundo antiguo transitaban por los mismos carriles. Filolao (c. 480–385 aC), describió un sistema astronómico en el cual se disponía un Fuego Central mientras que la Tierra, la Luna, el Sol mismo, los planetas y las estrellas giraban alrededor de él. Heráclides (387–312 aC), también había planteado que la Tierra giraba sobre su eje; mientras que Aristarco de Samos (310-230 aC) postuló que la misma lo hacía en torno al Sol. Se dice que Copérnico habría mencionado a este autor en un texto preliminar, cuya cita fue posteriormente eliminada en la versión que salió publicada.

El Medioevo Europeo, por su parte, tomó nota de los aportes efectuados por pensadores islámicos en el campo de la astronomía. En el siglo noveno se revisaron varios aspectos de la teoría de Ptolomeo con el surgimiento de las consiguientes críticas.

Los desarrollos matemáticos para modelos geocéntricos de desplazamientos planetarios efectuados por autores árabes durante los siglos XIII y XIV, incluso guardaban similitud con los cálculos de Copérnico. Lo cual llevó a suponer que quizás haya tenido acceso a algunos de estos escritos. Copérnico hizo mención de algunas de estas observaciones en su libro, pero resulta claro que en su manuscrito prevalece una impronta bien personal.

En los albores de la modernidad, Johannes Müller Regiomontanus presenta su estudio de 1463, en el cual señala que la teoría lunar de Ptolomeo no encajaba con sus observaciones; aunque ello no llegó a constituir una descalificación al Almagesto Ptolemaico que de momento seguía gozando de buena salud. Inspirado por las ideas de Regiomontanus y George von Peuerbach, Copérnico también había efectuado sus propios cálculos.

Durante su estadía en Bolonia, específicamente el 9 de marzo de 1497 realizó observaciones sobre la ocultación de Aldebarán, la estrella más brillante en la constelación de Tauro, por la luna. Muy frecuentemente uno se dispone a observar con alguna idea en la cabeza, y es probable que para esa época Copérnico ya viniera mascullando el germen de lo que posteriormente sería su propuesta heliocéntrica.

La historia no abunda en demasiados detalles, pero a juzgar por su primer escrito el Commentariolus, el entramado de su andamiaje teórico se ubicaría entre 1508 y 1514; como fruto de una reflexión muy cuidadosa, en cuanto al ecuante Ptolemaico y otras inconsistencias del modelo vigente.  

 

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