El matrimonio homosexual, la homoparentalidad, el aborto, la eutanasia voluntaria y el suicidio asistido, la prostitución, la venta de órganos, el alquiler de vientre, la pena de muerte, la tenencia de drogas, el perfil genético de los delincuentes… todos estos temas son hoy el centro de debates tan resonantes como inconclusos. Pues dudamos de todo aquello que puede ser hecho y, en un único gesto, de qué debe ser hecho. En circunstancias imposibles de ser procesadas y asimiladas, inmersos en situaciones límite sobre las cuales, tarde o temprano, deberemos pronunciarnos.
Deslizándose en los márgenes de lo “políticamente incorrecto”, este nuevo ensayo de Diana Cohen Agrest nos acerca las razones esgrimidas en torno de estas prácticas polémicas que, de otro modo, suelen permanecer confinadas en los círculos de los especialistas. La premisa básica que atraviesa esta obra es la necesidad de alentar el pluralismo, que implica la coexistencia, en igualdad de condiciones, de diferentes perspectivas desde las cuales reflexionar sobre la realidad que nos toca. Lejos de adoptar una posición que clausure el debate, la autora ofrece los argumentos a favor y en contra de cada una de esas cuestiones, desafiando al lector a tomar una decisión crítica propia.
A todos nos gusta opinar fundando nuestras creencias en razones valiosas. Porque sentimos que así colaboramos en la construcción de un mundo un poco mejor. Si el don de la palabra instaura con el hombre el universo simbólico, podemos ser partícipes de la construcción de aquellos valores que, hoy como siempre, deberían sostener cualquier conducta humana. ¿Qué piensan los que no piensan como yo? contribuye a este fin con claridad, profundo conocimiento y valentía.
Diana Cohen Agrest es doctora en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires y Magíster en Bioética por el Centre for Human Bioethics, Monash University, Australia. Desde 1983 se desempeña como docente e investigadora en el Departamento de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ha participado además como profesora invitada en varias universidades del exterior. Publicó numerosos artículos en revistas especializadas y en antologías nacionales y extranjeras. Colaboradora del diario La Nación, es también autora de ensayos filosóficos y de ética de divulgación: Por mano propia: estudio sobre las prácticas suicidas (2007), Inteligencia ética para la vida cotidiana (2006), Temas de bioética para inquietos morales (2004), El suicidio: deseo imposible. O la paradoja de la muerte voluntaria en la filosofía de Baruj Spinoza (2003).
Fragmento del libro: "El alquiler de vientre"
UNA HISTORIA
Paola supo entonces que había agotado todos sus recursos. Con dos mellizos de tres años, otro hijo en brazos y una beba de meses, le era imposible alimentar a cuatro bocas sumadas a la suya propia. Ni siquiera fue capaz de llorar el abandono cuando su marido se marchó tras una mujer más joven, con carnes más firmes y cutis más lozano. Los abandonó a los cinco, como a perros, y su sueño de vida se transformó en la peor de las pesadillas. Atrás habían quedado sus ilusiones de chica de clase media: formar una familia “tipo”, con auto y un pasar tranquilo, como se suele llamar a eso que para muchos es parecido a la felicidad. Súbitamente, se descubrió sin nada, y por todo alimento, sus dos pechos que apenas alcanzaban a alimentar a la más pequeña.
Miró sus senos mientras su hija mamaba ávidamente de ellos, succionando la leche que manaba casi como se aspira una sustancia salvífica. En sus pechos descubrió su cuerpo, y en esa inmensidad, su vientre generoso que podía albergar a otros seres ajenos, muy lejanos de los propios, pero que se tornarían una suerte de agua bendita para su sed de comida.
Se dirigió al periódico de la ciudad y, en un aviso insignificante, ofreció alquilar su vientre. La llamaron de regiones próximas y distantes, en su propia lengua y en otras desconocidas; su miseria se volvió súbitamente tan célebre como hasta recientemente impiadosa. Le ofrecieron muchísimo dinero, mucho más que todo lo que había visto en su vida, por ese intercambio milagrosamente feliz…
Los bien pensados de la ciudad, los mismos que habitualmente apartan su mirada, esta vez la miraron. Incrédulos. Hasta políticos ávidos de popularidad, ante las elecciones en cierne, prometieron una ayuda que jamás llegó.
No fue un milagro.
LOS HECHOS AL DESNUDO
Se calcula que de un 10 a un 15% de las parejas enfrentan problemas de infertilidad. De tratamiento en tratamiento, y de frustración en frustración, los sentimientos predominantes ante la imposibilidad de dar a luz un hijo son sumamente complejos. La insatisfacción personal es vivida como una falta de autorrealización, percibida en esas circunstancias como una discapacidad invisible que conlleva un sentimiento de anormalidad, de estrés, de culpabilidad, de escasa autoestima y de miedo. Desde hace un par de décadas, la biomedicina asociada a la tecnología ha revertido la esterilidad para numerosas disfunciones, tenida hasta entonces por definitiva e irreversible.
Este éxito, sin embargo, no es ilimitado. Cuando una mujer, pese a poseer ovarios que funcionan, es fisiológicamente incapaz de gestar un feto a término, no puede ser ayudada por los tratamientos de fecundación in vitro (FIV). En esos casos, la mujer puede recurrir a una madre sustituta –o gestacional, como también se la llama, porque precisamente “gesta” en su útero al futuro bebé– como un medio para tener hijos.
Como si esta práctica no fuera de por sí bastante polémica, recientemente parejas de hombres homosexuales han comenzado a recurrir a ella: con el fin de tener un hijo que genéticamente será el vástago de uno de ellos y, si así lo convienen, adoptado por el otro, se obtiene un embrión del esperma de uno de los miembros de la pareja unido por fertilización in vitro (FIV) a un óvulo de la mujer en cuyo útero será implantado ese embrión. Esa mujer será su madre genética y gestante, pero no social, dado que la crianza estará a cargo de la pareja homosexual.
Pese a su reciente difusión en los medios, se suele señalar que el alquiler de vientre no es una práctica tan novedosa como se suele creer. El hijo por encargo es un fenómeno transhistórico y transcultural. Una prueba de cuán antigua es se refleja en el relato bíblico del Génesis donde leemos la tradicional historia de Abraham, quien preñó a su sierva Agar, porque su esposa Sarah era incapaz de engendrar un hijo. En la Antigüedad romana, la maternidad sustituta aseguraba la renovación de las generaciones, por lo común amenazada por la infertilidad y la mortalidad materno-infantil. En ciertas comunidades africanas, una mujer infértil puede casarse con una mujer fértil, que concibe un niño con el marido de la mujer infértil: este niño es considerado el hijo de la mujer fértil. Asimismo, y con el fin de preservar el linaje, en numerosas culturas es usual la concepción de un niño por el hermano del marido infértil o por la hermana de la mujer infértil.
Una nueva tecnología biomédica alteró esta práctica ancestral. Con el reciente advenimiento de la FIV, se volvió posible crear un embrión con el material genético de los dos padres contratantes, el que luego es transferido al útero contratado, de modo tal que la madre que presta su útero no posee vínculo genético alguno con el niño que lleva en su vientre.
Los primeros casos en que se recurrió a la FIV asociada al contrato de una madre gestante se conocieron desde los inicios de la década del 80 en Estados Unidos. Por cierto, una vez que se incorporó la intervención médica, se abandonó ese escenario estrictamente privado. No obstante, dada la confidencialidad que habitualmente acompaña a estos arreglos, hoy es imposible calcular el alcance de su expansión.
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Referencias:
ISBN: 9789871117611
Editorial: Debate
Clasificación: Humanidades
Páginas: 352
Publicación: Noviembre 2008 | Idioma: Español
Formato: Rústica
Peso: 417,0 grs
Medidas: 228,0 mm x 150,0 mm x 18,0 mm