"Intimidades congeladas", de Eva Illouz | 07 FEB 08

¿De qué hablamos cuando hablamos de emociones?

Un libro que abre nuevas perspectivas y polémica.

Un libro que abre nuevas perspectivas, las crónicas de su lectura y una polémica que queda abierta para usted.

Sobre el libro "Intimidades congeladas, las emociones en el capitalismo", de Eva Illouz. Katz editores

Habitualmente se ha afirmado que el capitalismo tiene un rostro frío, desprovisto de emociones, guiado por la racionalidad burocrática, ajeno a los sentimientos; que el comportamiento económico está en conflicto con las relaciones íntimas y que las esferas pública y privada se oponen irremediablemente. Sin embargo, en esta obra tan inteligente como provocadora, Eva Illouz muestra de qué modo el capitalismo ha alimentado una intensa cultura emocional, favoreciendo el desarrollo de una nueva cultura de la afectividad. Así, mientras el yo privado se manifiesta más que nunca en la esfera pública, las relaciones económicas han adquirido un carácter profundamente emocional y las relaciones íntimas se definen cada más por modelos económicos y políticos de negociación e intercambio. Eva Illouz explora este "capitalismo emocional", que se apropia de los afectos al punto de transformar las emociones en mercancías, en una variedad de lugares sociales, desde la literatura de autoayuda, las revistas femeninas y los grupos de apoyo, hasta las nuevas formas de sociabilidad nacidas de Internet.

* Acceda a un fragmento del libro haciendo click aquí


 Crónicas de lectura:

En IntraMed hemos invitado al Dr. Carlos Tajer, destacado cardiólogo y uno de los autores del ya clásico libro "Evidencias en Cardiología" a leer el texto y darnos sus impresiones personales. Nos estimuló a ello la lectura anticipada de su próximo libro: "El Corazón enfermo. Biología de las emociones y enfermedad cardiovascular" (Libros del Zorzal). Allí plantea una propuesta para explicar la relación entre las historias de vida relacionadas con las crisis cardíacas y el sentido biológico de la compleja fisiopatología que se pone en juego. A través del relato novelado de una historia que culmina en un infarto se exploran las contribuciones de diferentes aspectos del pensamiento científico relacionados con el tema, para luego plantear una hipótesis integradora final. Nos pareció atractiva la idea de establecer un diálogo entre dos libros que abordan el tema de las emociones y una forma de estimular a nuestros lectores a que busquen, lean, disfruten y discutan con estos dos textos ante los que no le resultará fácil permanecer indiferentes.  


Comentario de lectura 1

Comentarios de un cardiólogo
Por el Dr. Carlos Tajer

La forma de enfermar y morir es parte integral de nuestro modo de vida. Es frecuente explicar la actual epidemia de enfermedades cardiovasculares, por ejemplo, por el  impacto generado por las modificaciones de la alimentación y la actividad física en particular en los últimos doscientos años. Esto nos remite a una cultura particular (dieta, actividad física) ineludiblemente entrelazada con nuestra sociedad en sus aspectos económico- productivos y su arquitectura urbana.

En los últimos años he explorado la relación entre acontecimientos “dramáticos” de la vida y la aparición de eventos cardíacos agudos (infarto de miocardio, angina inestable), tratando de relacionar la “emoción” del infarto con el andamiaje biológico activado. El avance notable en la comprensión del rol biológico de las emociones tanto en la evolución y selección, como en la dinámica de la vida animal, sus mediadores, circuitos, ha ayudado a establecer por los menos una hipótesis integrada con exploraciones de campos de la cultura y la psicología, para permitir una mirada más compleja del paciente con esta enfermedad.

¿Es posible atribuir en parte la epidemia cardiovascular a un cambio cultural en las “emociones” o lo que las motivan?

Se podría argumentar que las emociones son desde una mirada biológica “respuestas estereotípicas pre-establecidas a estímulos competentes”, de tal manera que, por ejemplo, nuestra reacción de miedo es en esencia biológica, y lo que cambian culturalmente son los estímulos competentes para generarlo. Esta explicación funciona muy bien para las emociones “básicas” (miedo, enojo, disgusto) pero el modelo se vuelve más débil cuando ingresamos a la complejidad de los afectos humanos, como mínimo una “mezcla” sutil que en muchos casos es “innombrable”. ¿Cómo llamar al estado emocional empático al leer de Borges: “He cometido el peor de los pecados, no he sido feliz.”?

Aunque nuestra emoción al leer las poesías amorosas bíblicas de 3000 años atrás, o los relatos de la Ilíada nos permite compartir con culturas muy diferentes de la actual, es posible pensar que nuestra forma de amar, celar, triunfar, mandar, son estructuralmente diferentes. ¿Puede tener relación esta particular forma de emocionarse con la epidemia cardiovascular?

Una primera aproximación a esta exploración puede ser abordada a través de la lectura del libro de Eva Illouz que comentamos, que expone a través de tres conferencias la  “construcción de las emociones” en la sociedad norteamericana en el siglo XX desde el enfoque de la sociología de la cultura.

El libro es provocativo es varias dimensiones. Desde el subtítulo “Las emociones en el capitalismo” al título del primer capítulo, “El surgimiento del Homo Sentimentalis”, o la propuesta de un “capitalismo emocional” podemos reconocer que la autora no se ha propuesto un trabajo menor.

La definición que utiliza de emoción no es muy estricta desde el punto de vista biológico o médico, pero si operativa para su análisis: “La emoción puede definirse como el aspecto “cargado de energía” de la acción, en que se entiende que implica al mismo tiempo cognición, afecto, evaluación, motivación y el cuerpo.”.  Esta definición inscribe a las emociones en sus significados culturales y relaciones sociales. Es sencillo comprender que la misma frase se asocia con  emociones diferentes en el que la escucha de acuerdo a quien la pronuncia, su énfasis afectivo, la circunstancia y la historia del que la escucha.

El principal aporte del libro es el planteo de que en el siglo XX hemos asistido a varias “revoluciones” en el plano de la cultura de las emociones. “Lo que quiero afirmar aquí es que la construcción del capitalismo se hizo de la mano de una cultura emocional muy especializada”. 

El libro está dividido en tres conferencias: en la primera analiza la creación de una cultura de clase media concentrada fuertemente en su vida emocional (en este aspecto la clase media argentina no tiene motivos para envidiar a la norteamericana), la segunda se refiere a la presencia de esta dimensión emocional en la cultura de los medios y la creación de una narrativa particular de autosufrimiento (que puede simbolizarse en los programas de Luisa Delfino o “si querés llorrar, llorá” de Moria Casán en la Argentina, o en EEUU en el programa de Oprah Winfrey, a quien Eva Illouz le ha dedicado un libro entero). La tercera tiene una dimensión más exploratoria referida a la nueva situación creada por Internet y las vinculaciones emocionales en la era de la realidad virtual.

La primera comienza con las conferencias Clark que dictó Sigmund Freud en Estados Unidos en 1909, y que tuvieron una gran influencia sobre la generación de un “estilo emocional – el estilo emocional terapéutico – que dominó el panorama cultural estadounidense del siglo XX”. Una de esas consecuencias, sin duda no deseada por Freud, fue el surgimiento ya en la década del 20 de la literatura de consejos (como hacer amigos, como triunfar en la vida), con una continuidad clara hasta la literatura actual denominada de “autoayuda”.  Otra consecuencia de no menor relevancia ha sido la introducción de la psicología en los medios de trabajo, y la modificación de un modelo que podríamos llamar masculino de autoridad (como imagen el capanga de un obraje maderero o de una industria en serie) hacia otro más negociador adecuado a un gerente moderno que tiene en cuenta los sentimientos y aspiraciones de sus trabajadores. Refiriéndose al principal ideólogo de esta transformación, “Mayo estableció una continuidad discursiva entre la familia y el lugar de trabajo y llevó la imaginación psicoanalítica al centro mismo del lenguaje de la eficiencia económica”. Surgió así toda una serie de categorías: ética comunicativa, solidaridad, motivación, espíritu de la empresa, y el aporte más reciente de la “inteligencia emocional”.  

Y aquí un primer quiebre que se reiterará en cada una de las conferencias: el tema es llevado desde un abordaje crítico, marcando como la construcción de un estilo emocional particular no es un complot maquiavélico de las fuerzas del mal.

La autora logra en este aspecto un delicado equilibrio. Puede escribir frases como  “El capitalismo emocional es una cultura en la que las prácticas y los discursos emocionales y económicos se configuran mutuamente y producen lo que considero un amplio movimiento en el que el afecto se convierte en un aspecto esencial del comportamiento económico y en el que la vida emocional – sobre todo de la clase media – sigue la lógica del intercambio y las relaciones económicas”. Y sin embargo apartarse críticamente de una mirada Foucaultiana (que implicaría que estos aspectos psicológicos implican “disciplina”, “vigilancia” y “gobernabilidad”) prefiriendo una mirada pragmática. Esta diferencia es esencial para no hacer del libro una “crítica del capitalismo” desde una alternativa estructural y emocional utópica (en el sentido de que no existe en ningún lugar, lo que no signifique que no sea deseable) y plantearlo en términos de conflicto y tragedia.

Quizá un aspecto que condiciona esta otra mirada es la condición femenina de la autora. Hemos contemplado en el siglo XX como gigantesco avance de la humanidad el cuestionamiento de la dominación masculina y la inclusión de la mujer (como tendencia histórica, no como realidad “concluida” por supuesto) en todos los ámbitos de la producción y la cultura. Esta inclusión es también un producto histórico conflictivo del capitalismo del Siglo XX, con la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, la cultura de las emociones y la denominada revolución sexual.  

Es muy sensible la caracterización de los ideales de salud psicológica y emocional, como objetivos a lograr en un proceso de autorrealización.  Respecto a ese objetivo ideal, como es de esperar, generamos una “amplia variedad de personas no realizadas, y por lo tanto, enfermas.” Así existe un modelo de cómo deben ser los padres comprensivos, los alumnos ideales, la amistad en el divorcio, que en todos los casos por supuesto se asemejan poco a la realidad.  En diferentes momentos de la lectura surgirán referencias muy cercanas a la cultura y lenguaje emocional de nuestra sociedad argentina, denominada por la autora como “narrativa de salud psicológica”. (Está gorda como un mecanismo de defensa …., el problema con su marido es debido a que tiene un fuerte Edipo…) tanto desde el medio como auto-rreferenciales, que resultan casi humorísticas dentro de lo trágico de la arrogante pretensión de explicar lo que no se entiende en absoluto.

En todo momento Illouz mantiene una enriquecedora dualidad conceptual en la interpretación de esta evolución de la “cultura emocional”. Es por supuesto mucho mejor ser bien tratado en el trabajo aunque a uno lo despidan, poder conversar en el matrimonio en condiciones de respeto e igualdad, poder reflexionar sobre lo que nos angustia y nos impide desarrollar una vida productiva, aunque estos “avances” sean parte de un modelo muy complejo de “ideales de salud emocionales”. El no ajustarse a estos ideales implica también la falta de salud emocional, el cuestionamiento de la propia “inteligencia emocional” satisfactoria y en los últimos años el acceso a la psicofarmacología.

En este sentido quizá, a pesar de lo muy actualizado del planteo del libro (el amor por Internet abarca una de las tres conferencias), carece de un enfoque de cómo esta mirada “psicológica” ha sufrido el impacto regresivo en los últimos 20 años de la psicofarmacología y la psiquiatría biológica, con el resurgimiento de la vorágine clasificatoria de los problemas emocionales que nos retrotrae al siglo XIX: disforia premenstrual, síndrome de ansiedad social (social anxiety disorder), síndrome de déficit de atención, cada uno por supuesto con su psicofármaco correctivo, lo que lleva a que uno de cada dos chicos en la sociedad norteamericana está medicado con psicofármacos. La brutal concepción de que “uno es su cerebro”, de tal manera de que todo sufrimiento emocional tiene una explicación química, es del nivel conceptual de pensar que los pensamientos escritos son las letras, la tinta y el papel, y más aún, que mejoraremos la calidad de nuestro pensamiento mejorando la caligrafía o la calidad e la impresora láser.  Quizá este tema quede para una futura conferencia de Illouz.

En lo referido al modelo cardiovascular, podríamos establecer como hipótesis su relación con los valores de la sociedad del siglo XX y su quiebre en las diferentes historias de vida y fracasos culturales es una tarea apasionante, para el que esta obra de Illouz aporta claves muy valiosas.

En resumen, el libro de Eva Illouz es de lectura apasionante aún para los que comprendemos poco de la sociología de la cultura. Para un argentino de clase media la cantidad de referencias familiares en este escrito de una Socióloga nacida en Marruecos, formada en Francia e Israel, sobre la cultura norteamericana del siglo XX nos confirma que la globalización es, por lo menos en aspectos de cultura emocional, un hecho consolidado.
 
 Dr. Carlos Tajer
 

 

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