El carcinoma de células renales representa el 85% de los diagnósticos de cáncer de riñón. Cada año aparecen 208.000 nuevos casos en todo el mundo, de los cuales más de 102.000 mueren dentro del mismo año a causa de esta enfermedad. En Europa la cifra alcanza los 46.000 nuevos pacientes anuales con una probabilidad de curación directamente relacionada con el estado o grado de dimensión del tumor en el momento del diagnóstico. Así, en aquellos en los que se establece precozmente, sobreviven a los cinco años entre un 70% y un 98%, porcentajes que en el caso de los diagnosticados en fase metastásica oscila entre el 15-18%.
Factores como el tabaco, la obesidad o los antecedentes familiares incrementan las posibilidades de desarrollar la enfermedad. La edad es otro factor importante, sobre todo en la población masculina que supera los 45 años, situándose la media de pacientes diagnosticados en los 66 años.
Hasta el momento, el tratamiento a seguir se determina para cada paciente en función de la edad, el estado general de salud y antecedentes médicos, la gravedad de la enfermedad y la tolerancia a ciertos medicamentos y terapias. La cirugía para extirpar el órgano –nefrectomía– es el tratamiento más común para este tipo de cáncer cuando el tumor se encuentra localizado en el riñón, mientras que la radioterapia se emplea cuando ya se ha extendido a otros tejidos y órganos.
En cuanto a los tratamientos farmacológicos en los últimos años se ha avanzado mucho en el conocimiento de los mecanismos genéticos y moleculares del cáncer de células renales. Las estrategias terapéuticas se centran, por un lado, en el receptor del factor de crecimiento epidérmico (EGFR), receptor que se localiza en el 50-90% de las células del carcinoma renal y cuyo bloqueo induce una inhibición de la división de las células malignas. Y por otro lado, en lo que respecta a la inhibición de la angiogénesis, la investigación farmacológica se centra en los receptores del factor de crecimiento del endotelio vascular (VEGFR) y en el receptor del factor de crecimiento derivado de las plaquetas (PDGFR) para impedir la alimentación sanguínea del tumor maligno y, por tanto, su crecimiento.
El pasado mes de julio, la Agencia Europea del Medicamento (EMEA) ha autorizado la comercialización de Nexavar. Se trata de un inhibidor de la RAF quinasa y del factor de crecimiento del endotelio vascular (VEGF) que inhibe el crecimiento tumoral y evita la angiogénesis. Este tratamiento, destinado a pacientes con carcinoma de células renales avanzado o cáncer renal en los que ha fracasado la terapia previa con interferón-alfa o interleukina-2, aumenta la supervivencia global de los pacientes. Los datos que avalan estos resultados se han obtenido de los principales estudios en fase III.