Hablar del error

Los médicos y la mala praxis

Existen desde siempre pero recién ahora se los considera como una variable de riesgo. Los errores de praxis causan en Estados Unidos más muertes que los accidentes de tránsito. ¿Y en la Argentina?

Por María Farber. Especial para Clarín.com.
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Hace cinco años Institute Of Medicine demostró que en los Estados Unidos morían 98 mil personas por año a causa de errores médicos. Más que las ocasionadas por accidentes de tránsito, cáncer de mama y VIH. El polémico informe se tituló “Errar es Humano” y atentó (tímidamente) contra la noción de infalibilidad de la medicina, tan reforzada en el Siglo XX. “Desde la Academia Nacional de Medicina entendemos que el médico se puede equivocar y se equivoca, como cualquier ser humano. Lo que debemos hacer es hacer tomar conciencia a la sociedad de que esto ha ocurrido siempre y que hay muchas maneras de evitarlo”, explica Zulma Ortiz, jefa de investigación y docencia del Centro de Investigaciones Epidemiológicas de la Academia Nacional de Medicina.

“Se reconocen en líneas generales dos tipos de culturas: la punitiva, que castiga al que se equivoca; y la de la seguridad, que fomenta mecanismos preventivos”, dice Ortiz. De acuerdo a esta segunda alternativa, que en general es la que lidera la mirada sobre el error, lo saludable es que se hagan conocer las equivocaciones. Porque, como se sabe, de los errores se aprende y la experiencia de un médico es útil para muchos otros. A partir de un diagnóstico acerca de cómo, cuanto y por qué se producen errores, se puede trabajar para evitarlos. De acuerdo a un artículo del doctor Alberto Agrest, del Comité de Error Médico de la Academia Nacional de Medicina, “el objetivo es que los errores ocurran sólo fuera de lo razonablemente prevenible”.

Preocupados por incitar juicios por mala praxis, perder prestigio o credibilidad, los médicos suelen ser renuentes a dar a conocer sus errores. “Es una cultura muy arraigada, hasta estos últimos años casi nadie hablaba del error, ni en las escuelas de medicina, ni en las residencias. Como toda cultura arraigada es difícil hacer cambios y que la gente acepte una actitud crítica que permita admitir errores”, explica José Ceriani Cernadas, jefe del departamento de pediatría del Hospital Italiano de Buenos Aires. La evidencia de esta dificultad no tarda en aparecer. Cuenta Ortiz: “En 2001 quisimos establecer un sistema de notificación de errores. Llevamos esta propuesta a instituciones de la Ciudad de Buenos Aires pero fue rechazada de manera contundente. Ni el sistema judicial, ni el sistema sanitario están preparados”. A pesar de los conflictos, el CIE intenta crear un registro anónimo de errores, evaluar aspectos culturales e identificar problemas de seguridad. Ya existe una red de personas e instituciones y una página web en la que se comparte información.

Aún puertas adentro, no es fácil hablar y hacer hablar del error. El doctor Luis Fiscella, director del departamento de docencia e investigación de la Fundación Dolor encaró un diagnóstico de situación entre el personal de enfermería de un hospital argentino. A pesar de que se respondía al cuestionario de forma anónima, sólo el 14% admitió haberse equivocado alguna vez al administrar un fármaco a través de suero. Eso sí, el 66% dijo saber que algún colega había cometido ese error. “Los argentinos tenemos la bendita costumbre de no publicar los errores, los tapamos”, se queja Fiscella. “Comparando importantes revistas de anestesiología, la inglesa dedica el ocho por ciento de sus páginas a errores, después siguen España, Brasil, Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Colombia y en el último lugar Argentina, con menos del 1%. Los demás muestran el error, es mucho más barato aprender de los errores ajenos.”

En el Hospital Italiano también se atrevieron a la experiencia y desde 2002 funciona un Comité de seguridad en el Departamento de Pediatría. “Hicimos un estudio sobre los errores de medicación e implementamos estrategias para disminuirlos. Dos años después los errores habían bajado a la mitad, del 17% al 8%. Además ahora la gente se está animando a comunicar los errores. Lo hacen en unas planillas, algunos en forma anónima, otros con su nombre. En un año tuvimos alrededor de 170 comunicaciones del error. No digo que fueran el total de los que se cometieron, seguramente fueron más. Pero hace unos años no nos enterábamos ni de uno, porque no existía esta posibilidad”, dice Ceriani Cernadas.

Hay zonas críticas, como cuidados intensivos y cirugía. En emergencias un error puede ser fatal, pero también los hay en las consultas cotidianas. “La más importante es la falta de tiempo para tener una buena comunicación con el paciente y hacerlo partícipe de una decisión. La pediatría también tiene sus propias dificultades”, dice Ceriani Cernadas. Entretanto, el Departamento de Pediatría comenzará a evaluar errores en la práctica de consultorio (ya no internaciones).

“Para enfrentar la epidemia del error en medicina primero hay que reconocer que existe. Segundo, determinar dónde empezó el error. Muchos se producen por falta de formación, por falta de entrenamiento o por incapacidad de concentrarse del profesional. También comete un error serio el que permite que se ejerza así”, dice Fiscella y aclara: “Más que de error médico, hay que hablar de error en medicina, porque es una cadena. También hay un sistema y una política que fallan, todo está enganchado”. Si las cifras del informe del IOM preocuparon, hay que saber que en Argentina hay verdaderas emergencias sanitarias. Ortiz dice: “Son altamente preocupantes las muertes maternas por ejemplo, muertes evitables, por falta de atención. Estos también los consideramos errores gravísimos y no de un profesional, sino del sistema sanitario en general”.