Día Mundial del Parkinson | 11 ABR 16

El origen del Parkinson podría estar fuera del cerebro

Priones que saltan del intestino al cerebro, la última explicación del Parkinson
Autor/a: Jesús Méndez Agencia SINC

Años antes del diagnóstico, los enfermos de párkinson suelen quejarse de problemas digestivos y de olfato. Existen teorías que apuntan a que su inicio puede estar en el intestino, pero ¿cómo puede una enfermedad cerebral comenzar tan lejos del cerebro? Estudios liderados por científicos españoles han dado fuerza a esta hipótesis y alientan la posibilidad de que una proteína sea capaz de extender la enfermedad como un prion.

Jesús Méndez

La enfermedad de Parkinson, que ataca los movimientos de Muhammad Ali y Michael J. Fox  –entre otros seis millones de personas en el mundo–, es cerebral. Pero cada vez parece más cierto que en ciertos casos su origen puede estar en el estómago o el intestino, o incluso en la nariz, y de ahí ir saltando de neurona a neurona hasta llegar a los centros cerebrales del movimiento. Como una infección, parece que avanza de célula a célula. Lo que salta no es un virus o una bacteria, sino una proteína. Y una teoría cada vez más extendida sostiene que esa proteína se comporta como un prion.

Ahora que lo hemos dicho todo, vayamos a por las partes.

La enfermedad fue descrita por primera vez en 1817 por James Parkinson, un médico inglés que la llamó “parálisis agitante”. Así definió dos de sus características: una gran rigidez y un temblor de reposo. Cien años después, se descubrió que estos signos se debían a una pérdida de neuronas en la sustancia negra, una pequeña región en el cerebro que produce dopamina y permite afinar nuestros movimientos. Y que en todos los casos aparecían cuerpos de Lewy, pequeños depósitos de proteínas que por entonces no se sabía de qué estaban formados. Así hasta 1997.

En 1997, aparecieron dos artículos que supondrían un salto en el conocimiento de la enfermedad. En uno de ellos se describía, en varias familias italianas y griegas, la primera mutación relacionada con el Parkinson. La proteína afectada era la alfa-sinucleína. Justo dos meses después, el segundo artículo demostraba que la alfa-sinucleína era un componente principal de los cuerpos de Lewy.

Hasta 20 años antes del diagnóstico, los enfermos de Parkinson recuerdan haber tenido problemas digestivos

Como en el movimiento de contar monedas, típico de los dedos de los pacientes, la enfermedad tiene una historia hacia delante y una historia hacia atrás.

Hacia delante, en su progresión, el daño neuronal se va extendiendo por el cerebro, ocasionando alteraciones de memoria, orientación y personalidad. Es la demencia asociada a la enfermedad de Parkinson.

Hacia atrás, y de forma mucho más silenciosa, parece tener un largo historial.

Cuando se pregunta a los enfermos por cambios que notaron antes de ser diagnosticados, suelen citar tres: hasta 20 años antes han tenido problemas de sueño, problemas digestivos –estreñimiento, digestiones pesadas– y menos capacidad para captar olores. Estos dos últimos síntomas dieron lugar entre 2003 y 2006 a una serie de estudios que revolucionaron la visión de la enfermedad.

En esos estudios, llevados a cabo por el equipo del veterano médico alemán Heiko Braak, se veía que en la mayor parte de los casos esporádicos el párkinson no comenzaba en el cerebro, sino fuera de él.

¿Comienza el Parkinson en el intestino?

Es la hipótesis del médico alemán Braak, que se explica en esta infografía. / José Antonio Peñas, Sinc

Recogieron muestras de gente ya fallecida en diferentes momentos de la enfermedad y otra aparentemente sana, y comprobaron que los cuerpos de Lewy, esos depósitos característicos, aparecían primero en dos lugares: uno era el bulbo olfatorio, que recoge los nervios procedentes de la nariz. El otro era el núcleo dorsal del vago, una pequeña región del tronco del encéfalo que es justamente la que envía nervios al estómago y al intestino para regular sus movimientos.

Pero, además, cuando este núcleo estaba afectado, también lo estaba el sistema nervioso entérico, formado por las neuronas que tapizan el estómago y el intestino y que se han dado en llamar ‘el segundo cerebro’.

Si bien parecía que la enfermedad no podía avanzar más allá del bulbo olfatorio, en el caso del intestino los cuerpos de Lewy se veían en regiones superiores: del tronco del encéfalo a los centros del movimiento y al final en la corteza cerebral. Parecía que la enfermedad avanzaba en sentido ascendente y que solo cuando llevaba suficientes años desarrollándose dañaba los núcleos del movimiento.

Los depósitos del Parkinson se ven en el intestino de los enfermos y en el tronco del encéfalo, los centros del movimiento y la corteza cerebral

Además, llamaba la atención que las regiones inicialmente afectadas fueran zonas de contacto con el exterior, lo que sugería que la enfermedad podía empezar por alguna agresión externa.

En 2012, Francisco Pan-Montojo, neurólogo e investigador español en la Universidad de Múnich, demostró que esta hipótesis de Braak es, por lo menos, viable. Y lo probó con un pesticida.

Del intestino al cerebro

Desde hacía tiempo se sabía que había sustancias capaces de inducir Parkinson cuando se inyectaban directamente en sangre. Una es la rotenona, un pesticida natural ya retirado. Lo que hizo el equipo de Pan-Montojo fue poner enormes dosis de rotenona en el estómago de ratones y esperaron a ver lo que sucedía.

Vieron que la rotenona provocaba acúmulos de alfa-sinucleína que iban ascendiendo del intestino al cerebro y podían saltar de célula a célula. Si cortaban el nervio vago, que conecta el cerebro con las neuronas intestinales, este viaje vertical se detenía.

Por entonces, lo que más llamó la atención a la opinión pública fue que un pesticida produjera todos estos efectos, pero “la novedad principal del estudio residía en que daba base a la hipótesis de Braak”, asegura Pan-Montojo.

Pan-Montojo fue a visitar a Braak. “Le encantó el trabajo porque confirmaba en parte su hipótesis de la progresión. No le gustó tanto que fuera por pesticidas”, comenta. El alemán siempre pensó que el origen estaba en un virus, algo que nunca se ha demostrado.

 

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