El pensamiento y la pasión | 14 JUN 06

Fútbol y literatura: con los pies en la cabeza

¿Qué piensan del deporte de los pies los que juegan con la cabeza?
Las voces del fútbol (Mabel Gándaro)

Por Oscar Steimberg

Agosto de 2005: La figura mediática de Diego Maradona se ha exponenciado como en sus tiempos de gloria deportiva, gracias a su programa de TV "La noche del 10", cuyas imágenes recorrieron el mundo entero. Tres años antes, en el número 88 de la Revista Soles (junio de 2002), el semiólogo Oscar Steimberg anticipaba este fenómeno mediático relacionando lúcidamente a Maradona con los medios masivos y el imaginario social de esta época.

Un fútbol más de entrecasa

Lo que convierte al fútbol en algo más que un juego es un determinado procesamiento social múltiple que se hace desde distintos espacios. Es como en el folklore: nadie escribe una zamba que sea folklore desde el vamos; cuando se escribe una zamba habrá una tradición insistiendo pero también una búsqueda original, individual, como en toda creación artística. Para que esa zamba sea parte del folklore tendrá que circular; los que la difundan la irán adecuando a sus gustos, y recién entonces será un fenómeno popular. Con el fútbol pasa lo mismo. El juego actual no es igual al que se jugaba a principios de siglo, en la década del ‘20 o en la del ‘30; ni tampoco es lo mismo lo que el público hace con él, en la Argentina y (diferentemente) en otros países.

Las imágenes de lo nacional, que aparecen en relación con cada equipo que participa en el Mundial y con el campeonato en su conjunto, han ido cambiando. Y ahí se cruza lo que está pasando en la Argentina con cierta marcha de la época; con fracturas culturales que han venido ocurriendo dentro y fuera de esta región.

Si se consideran las comunicaciones previas al inicio del Mundial, y especialmente la publicidad de los canales locales que lo van a transmitir y la de los productos auspiciantes, y también lo que se promete en los suplementos de los diarios y en las transmisiones radiofónicas especiales, pueden reconocerse cambios importantes con respecto a mundiales anteriores. Las referencias a la nación, que también eran características de muchos mundiales anteriores —probablemente todos—, están transformándose en refencias a la cotidianeidad del argentino. Es como si, por un lado, de la nación se hubiera pasado al barrio, o menos que eso, a la casa y a la familia; y por el otro es como si de la cancha se hubiera pasado al espectáculo pero no al espectáculo que vería el hincha que está sentado en la tribuna, sino al que ve armarse el que está mirando desde la casa por televisión. Es verdad que el fútbol está en la televisión desde hace mucho tiempo, pero nunca creció tanto la representación del momento de verlo en pantalla, solo o de a pocos, y de comentarlo con familiares o amigos lejos de la cancha. En términos de los avances publicitarios de estos días, de las promesas de los diferentes medios, de la mayor parte de la explotación publicitaria, es como si lo importante ocurriera en términos de una “sitcom” permanente (las del canal de comedias costumbristas norteamericanas), sólo que con temas y modos argentinos, y con muchos gags y bloopers frente al televisor.

Maradona y el estilo de época

En unos de esos avisos (el de DirecTV) se usa la figura de Diego Maradona yendo casa por casa, tocando los timbres y despertando a la gente. Es decir, conectándose con una experiencia casera reconocida como familiar e individual. Esto tiene elementos nuevos.

Hay que ver qué ha cambiado en relación con los valores convocados por el discurso. Antes —en la medida que lo importante que tenía que pasar, pasaba en el campo de juego—, los valores del fútbol criollo eran la destreza y el coraje (del otro lado estaban la disciplina y la regularidad, los intentos de articulación sistemática entre táctica y la estrategia, y entonces también el aburrimiento). Hace algunas décadas, después de un partido que Inglaterra perdió contra Argentina, un periodista inglés se enfureció con los suyos: “parecían –dijo- unos caballos cansados jugando contra once bailarinas de ballet”. De este lado, lo que se celebraba eran esos pasos de baile, y también algo que no es desempeño de ballet, la entereza demostrada al enfrentar el “juego fuerte” de esos pesados de poca maña.

¿Qué pasa cuando el tema pasa a ser no el deporte, sino el acto de mirarlo? Es difícil mostrar destreza y coraje fuera de la cancha, apare

 

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