Philippe Grandjean, especialista en salud ambiental | 06 ABR 15

“Si no regulamos los neurotóxicos, demostramos que no nos importan los cerebros de los niños”

Philippe Grandjean, profesor de salud ambiental de la Escuela de Salud Pública de Harvard, afirma que la industria y la agricultura utilizan productos químicos que pueden ser tóxicos para el desarrollo del cerebro humano. Según él, estamos ante una epidemia silenciosa que merma las capacidades intelectuales de la sociedad.

El investigador estuvo en Barcelona participando en B•Debate, una iniciativa de Biocat y Obra Social “La Caixa” que reunió a expertos en epidemiología y neurociencia.

* Por Marta Palomo

¿Por qué usted habla de epidemia ‘silenciosa’ cuando se refiere a los efectos neurotóxicos?

Porque no la diagnosticamos y tendemos a ignorarla.

¿Y por qué no la diagnosticamos?

Porque solo se diagnostican problemas muy definidos, como el autismo o la discapacidad intelectual, que son únicamente la punta del iceberg. Pero hay otras alteraciones más sutiles que suceden durante el desarrollo neuronal y que hacen que los niños pierdan atención, no vayan tan bien como deberían en el colegio, se distraigan, no se acuerden de cosas, sean más torpes coordinando movimientos… Cuando esto les sucede a miles o millones de niños, se convierte en un problema de salud pública y en una pérdida terrible para la humanidad entera.

¿Cuándo suceden estas alteraciones?

Cuando el cerebro en desarrollo se expone a tóxicos. Durante la edad prenatal y la infancia el cerebro es muy vulnerable, mucho más que el adulto. Si la exposición al tóxico se produce muy temprano, por ejemplo, en el segundo o el tercer trimestre de gestación, el daño puede ser más extenso; mientras que si sucede después del nacimiento, solo se verá afectada aquella parte del cerebro que se esté desarrollando en ese momento.

“La única manera de proteger a los niños del mercurio es que las mujeres embarazadas escojan bien qué comer”

¿Qué tóxicos son los responsables de esta epidemia silenciosa?

En la industria y la agricultura, y, por lo tanto, en todos los productos que consumimos, se utilizan miles de productos químicos que pueden dañar el cerebro. El problema es que nadie ha comprobado su neurotoxicidad porque las empresas no están obligadas a hacerlo. En el mejor de los casos, cuando sí se chequea el posible efecto de un producto sobre el cerebro, se utilizan modelos animales y se mide el cambio de peso de este órgano, pero eso no tiene ningún sentido. ¡Einstein tenía el cerebro más pequeño que la media!

Entonces, ¿desconocemos qué productos químicos de consumo habitual son neurotóxicos?

Hemos revisado la literatura médica y podemos asegurar que existen al menos doce que dañan el desarrollo del cerebro en niños y en edad prenatal; como el mercurio, el arsénico, el tolueno y otros que conocemos bien y que, más o menos, están bajo algún tipo de control. Pero hay otro grupo de más de 200 productos químicos de los que sabemos que pueden penetrar en el sistema nervioso central de un humano adulto y dañarlo, y otros 1.000 con efectos neurotóxicos comprobados en ratas y ratones. Yo creo que, al menos de esos 200, se debería chequear su neurotoxicidad durante el desarrollo.

¿Puede poner un ejemplo concreto de estas alteraciones neuronales de las que habla?

Llevamos años estudiando a los niños de las Islas Feroe porque pertenecen a una sociedad con una dieta basada en la pesca y, por lo tanto, muy expuesta a mercurio. Uno de los test que llevamos a cabo en niños de 7 y 14 años consistió en hacerles pulsar una tecla de telégrafo durante 30 segundos. Comprobamos que los niños que habían estado expuestos a una mayor concentración de mercurio durante el período de gestación lograban teclear menos veces que los que habían estado menos expuestos. Después, mediante resonancia magnética funcional, vimos qué partes del cerebro se activaban durante el tecleo. En el cerebro de los niños con baja exposición todo funcionaba de manera correcta: se activaba el córtex motor izquierdo cuando tecleaban con la mano derecha, y al revés. En cambio, los niños con una alta exposición al mercurio utilizaban ambos hemisferios para controlar una sola mano.

¿Y eso qué implica?

El retraso en el tecleo se debe a que el cerebro tiene que usar los dos hemisferios a la vez y estos deben comunicarse antes de hacer nada, por lo que la ejecución es deficiente. Podrías pensar que, como ya no usamos el telégrafo, no supone ningún problema, pero es un indicador de que el mercurio causa desorganización en el cerebro.

¿Este daño es reversible?

A todos estos niños les medimos los niveles de mercurio que tenían en sangre en el momento de nacer y evaluamos sus efectos a los 7 años, a los 14 y, justo ahora, hemos terminado el estudio a los 22 años. Los resultados son los mismos. El cerebro no se cura, no es capaz de compensar los efectos dañinos que el mercurio ha tenido durante su desarrollo.

Pero los estudios en humanos no demuestran una relación causal, solo correlaciones, y los trabajos en animales no son extrapolables a las personas. Incluso así, ¿la evidencia del efecto neurotóxico del mercurio y los otros once productos químicos es irrefutable?

Sí, las evidencias experimentales, epidemiológicas y, en el caso del mercurio, históricas, son abrumadoras. Puede haber dudas sobre qué nivel de exposición es seguro para el desarrollo del cerebro, pero mientras no lo sepamos, yo creo que es mejor prevenir que curar. Los estados miembros de las Naciones Unidas firmaron la Convención de Minamata que busca disminuir los niveles de mercurio en el ambiente a lo largo de las siguientes décadas, pero eso es demasiado tiempo. La única manera de proteger a los niños del mercurio es que las mujeres embarazadas escojan bien qué comer.

Es decir, que si estás embarazada, mejor no vayas de comensal a las Islas Feroe.

Desafortunadamente, en Europa en general y España en particular el nivel de mercurio es muy alto, ya que se come mucho pescado de los niveles superiores de la cadena alimentaria. Deberían comer poco atún y pez espada y muchas más sardinas.

¿Cuán importante es el problema de mercurio en España?

Mediante test neuropsicológicos hemos demostrado que la exposición al mercurio está asociada a una menor atención, memoria y capacidades visuales, y a partir de estos datos se puede calcular la pérdida de coeficiente intelectual. España contribuye casi con el 50% a la pérdida europea de coeficiente intelectual asociada al mercurio, porque vuestra exposición es la máxima de la Unión Europea.

 

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