POr Diego Golombek | 17 JUN 12

Laboratorio animado (II): del sueño y los cabezasos

Seguimos develando el lado oculto de muchos relatos infantiles. Como se demuestra a continuacuón, el mundo de Disney tiene mucho que enseñarnos acerca del insómnio, el sonambulismo y otras delicias de la vida onírica.

Por Diego Golombek

Continuamos nuestra búsqueda de la ciencia en los rincones más insospechados y supuestamente inocentes, esos dirigidos a los niños y al futuro de la humanidad. Escondidos como las famosas propagandas subliminales, los mensajes de la ciencia nos acechan desde los dibujitos animados, manipulados inescrupulosamente por los cerebros superiores que dominarán al mundo.

Consideremos al fenómeno del sueño, conocido ya en la antigüedad como hermano de la muerte: según esta concepción, dormir es morir un poco, al menos hasta el dulce despertar. Está bien: esto no tiene nada de cierto, por el contrario, dormir es un proceso tremendamente activo que requiere que se enciendan zonas específicas del cerebro. Pero pregúntenle a cualquiera si tiene algún problema de salud y seguro van a decir algo sobre su dormir (de hecho, en las encuestas, alrededor de un 20% de la población manifiesta tener algún tipo de insomnio, y eso es mucho). Y si algo es tan común, seguro que se cuela en la cultura popular: si no, pregúntenle a Don Quijote, luchando con gigantes mientras dormía (y despertando rodeado de sacos de vino pinchados por su espada), o a Dickens que inventó un personaje que roncaba en todos lados y dio lugar al llamado Síndrome de Pickwick.

Pero vayamos a los bifes: los dibujitos de Disney. Casi no pasa historia sin que haya algún trastorno grave del sueño: piensen en las hipersomnes Bella Durmiente y Blancanieves, o en Mickey haciendo de aprendiz de hechicero. Así, en la Revista de Medicina del Sueño se publicó un artículo que analiza la presencia de trastornos del sueño (en particular los relacionados con la etapa en que soñamos, llamada MOR o REM, por aquello de movimientos oculares rápidos: vayan rápido, busquen a algún dormido y mírenle los ojos; cuando se esté moviendo mucho, despiértenlo. Además de ligarse algún insulto, seguramente les contarán qué estaba soñando) en 46 películas y 500 cortos del bueno de Walt. Había pesadillas, sonambulismo, convulsiones nocturnas, ronquidos, somnolencia diurna, insomnio y otros trastornos dignos de cualquier libro de medicina del sueño.

Si bien nosotros no actuamos los sueños porque estamos paralizados, en ciertas condiciones sí hay una actuación onírica, y eso fue lo que encontraron en 4 perros disneyanos: los que aparecen en Cenicienta, La dama y el vagabundo, El zorro y el sabueso y un corto sobre Pluto. Por ejemplo, en Cenicienta, el perro Bruno (amigote de la protagonista) vive peleándose con el gato Lucifer. Y parece que esta pelea continúa en los sueños de Bruno, que se mueve a lo loco mientras duerme. Aclaremos que esta película es de 1950, unos años antes de que se definiera formalmente el estadio de los sueños y mucho antes de que se diagnosticara el trastorno de actuar los sueños. No por nada Walt habrá dicho que "a veces podemos reconocernos en los animales. Eso es lo que los hace tan interesantes".

 

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