Congreso Latinoamericano de Primera Infancia | 03 OCT 11

"Su majestad, el bebe": un modelo de crianza a desterrar

Expertos coinciden en la necesidad de que los padres pongan límites claros a los chicos.

Por Tesy De Biase

¿Gratificar o frustrar? He ahí una controvertida cuestión que atraviesa a sucesivas generaciones de padres. "Un buen padre es capaz de gratificar y frustrar", dictamina Miri Keren, psiquiatra infantil de la Universidad de Tel Aviv, Israel, en su visita a la ciudad de Buenos Aires para participar del Congreso Latinoamericano de Primera Infancia. Pero admite que la vertiente de la frustración es la más fallida.

"Durante años en Israel se sostuvo la tendencia a gratificar a los niños, sin decirles que no para evitar el llanto. Y hoy vemos que cuando cumplen dos años o dos y medio los padres quieren instalar el no, pero los niños se rebelan, como diciendo ¿por qué prohibir lo que antes estaba permitido?"

Este modelo laxo de educación también se expresa en el tiempo de amamantamiento. "Es bueno amamantar, pero debes detenerlo en algún momento, y hoy encuentras niños de dos años que en cualquier momento que sienten hambre le levantan la ropa a la madre y toman la teta. Porque las madres no dicen que no. No le dicen que no al amamantamiento y no se lo dicen a subirse arriba de la mesa", se queja Keren.

"Gratificar demasiado no es bueno." Y apuesta al fin de la era de su majestad el bebe. "Es demasiado para el primer bebe cuando los padres ponen todas sus necesidades de lado y se centran en las necesidades del hijo. Por un año o dos puede estar bien, pero después empiezan a sentirse frustrados y encuentran dificultades para construir un nuevo equilibrio entre sus propias necesidades y las del niño.

Antoine Guedeney, psiquiatra francés y presidente de la Asociación Mundial de Salud Mental, co-organizadora del citado congreso, se opone a un concepto del pediatra y psicoanalista inglés Donald Winnicott, con vigencia durante décadas: la preocupación maternal primaria, entendida como una capacidad innata de las mujeres a adaptarse masivamente a las necesidades del hijo en los meses posteriores al nacimiento.

"No creo que sea necesario para un sano desarrollo del bebe que la madre tenga esta especie de estado «alcohólico» para entender qué es lo que está sucediendo en la mente de su hijo. Es más, pienso que es intrusivo", afirma Guedeney.

El arte del equilibrio

Una vez cubiertas las necesidades básicas, "no es tanto lo que necesitan los niños", alienta Guedeney: "amor, protección y ordenamiento". Pero recalca la doble vertiente de la función paterna: "también es necesario darles la posibilidad de explorar, hacer su propia experiencia cometiendo errores para que puedan desarrollar confianza en sí mismos; sentirse libres para aprender, jugar y estar con otros solos sin supervisión adulta, sin nuestra ayuda. Cuando ayudamos demasiado no los ayudamos para nada".

 

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