¿Se lee menos o en otros formatos? | 23 AGO 11

La relación entre los libros y los chicos en la era electrónica

Los expertos afirman que no se lee menos, sino desde otros formatos.

Por Diego Igal

Especialistas consultados explican que es falso que las nuevas tecnologías atenten contra la posibilidad de que los niños y adolescentes elijan los libros. Y además cuentan por qué ambas experiencias se potencian.
 
En una época donde el interés de niños y adolescentes parece estar dominado por lo electrónico (TV, PC o consolas), especialistas consultados por Tiempo Argentino coincidieron en que no se lee menos, sino en otros formatos; que la tecnología complementa o potencia al libro y que el interés por la lectura debe fomentarse desde una edad temprana y luego a través de la escuela, única garantía del acceso igualitario a los recursos.
“Las miradas apocalípticas sobre el fin de la lectura a partir del desarrollo arrollador de las nuevas tecnologías y de la presencia de los medios audiovisuales en la vida de la gente siempre crean dicotomías improductivas: la de ‘pantallas vs. libros’ es una de ellas. En las prácticas concretas podríamos decir que hoy se lee y se escribe de nuevos modos, y que en todo caso los preocupados por la lectura tendrían que atender a la riqueza de los préstamos entre unos y otros modos de leer. No creo que los niños y jóvenes lean menos: leen de otros modos. Y tenemos mucho que aprender sobre esos nuevos modos”, asegura Cecilia Bajour, coordinadora del Área de Literatura Infantil del Programa de Lectura, Escritura y Literatura Infantil y Juvenil de la Universidad Nacional de San Martín.

Gustavo Bombini, profesor titular e investigador en Didáctica de la Lengua y la Literatura y en Literatura Infantil en las universidades de Buenos Aires, La Plata y San Martín, apoya que “lo visual tensiona, pero no es el versus. Es muy relativo afirmar que ahora se lee menos. Incluso hay cifras de publicación de material impreso de las más altas, por lo que no insistiría en diagnósticos deficitarios porque es un cotejo que no es productivo.”

Bárbara Briscioli, docente, investigadora y licenciada en Educación (UBA) tampoco cree que haya una “dicotomía entre lo electrónico y lo escrito. Hay un error del docente en pensar ‘lo otro es entretenido, yo debería entretener’. La escuela es la posibilidad de acceso a cierto tipo de saberes y cultura entre comillas; después se puede complementar con medios electrónicos que pueden reforzar y ayudar a estrategias de trabajo”.

Según María del Carmen Bianchi, titular de la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares (Conabip), “a los chicos los atrae mucho la lectura y cuando son incentivados se acercan a leer. En la Argentina hay buenas políticas de promoción de la lectura y hay formas complejas de llevarlas a cabo. Hay más cantidad de niños que leen. La lectura no es solamente el libro; estamos cerrados a una cantidad de otras lecturas que los chicos y los jóvenes desarrollan. Tendríamos que ver cómo hacer para que no sea una lectura zapping sino con contenido. Los chicos escriben y leen (sms, computadora, avisos de publicidades), hay mucha incentivación. Lo que debería pensarse no es el libro o la computadora, lo que está en juego es ver cómo hacer reflexiva la lectura. No compite con la computadora, aparecen otras formas de lecturas que tienen otros contextos sociales y relacionales.”

Eduardo Acera, profesor de Lengua y Literatura en los colegios preuniversitarios de la UBA Nacional de Buenos Aires y Carlos Pellegrini, sí considera que ahora se lee menos. “Es un proceso natural ante la aparición de lo nuevo. Cuando se creó la imprenta y comenzó la difusión masiva de la lectura, seguramente los chicos deslumbrados por leer habrán perdido aptitudes para la oralidad y dejaron de hacer alguna otra cosa que los padres consideraban importante para su educación. Cuando apareció la radio, empezó a bajar el tiempo dedicado al folletín; el cine le quitó tiempo de escucha a la radio; la televisión le quitó espectadores al cine e Internet a la televisión. Seguramente ya estará por aparecer algo que continúe la cadena. Es natural que así sea.”

Los especialistas también coincidieron en que desde edad temprana se debe estimular el interés por los libros en los niños, como lo hace “un padre cuando le narra un cuento o una madre que canta una canción de cuna”, ejemplifica Bombini. Bajour agrega: “El estímulo es saludable desde tempranísimo en la vida: por eso muchas políticas educativas en los últimos tiempos están dando tanto peso a la lectura desde bebés”.

Si bien Acera advierte que “la necesidad y el placer” deben fomentar la lectura, Bombini y Bajour apuntan al Estado en general y la escuela en particular como garantes de ese impulso.

“En principio –dice Bajour–  el fomento de la lectura es una responsabilidad de las políticas públicas tanto en ámbitos formales como la escuela como en otros fuera de ella (además de crear vínculos interesantes entre ambos ámbitos). El tema allí es que tal fomento no caiga, como casi siempre ocurre, en miradas sancionadoras sobre los que no leen, o ligadas a un ‘deber ser’ que aplana la multiplicidad y riqueza de prácticas de leer.”
Así como hay consenso en cómo, cuándo y quién, los especialistas descreen de una medida de lectura: “Tampoco hay un deseable de horas para estar con amigos, jugar al fútbol, mirar televisión o jugar con la computadora. Son todas actividades que deben regularse por el placer que proporcionan y no por el tiempo que se les dedica”, responde Acera.

Bajour completa: “Los tiempos de la lectura no se pueden medir ni prescribir en horas deseables: las intensidades no tienen que ver con la cantidad de horas dedicadas y eso es sumamente variable y sujeto a las personas y a los contextos. Y si no se acerca a un libro, no hay que desesperar con el tema del interés por la lectura: en los niños y jóvenes la lectura tiene un motor eminentemente social, no sólo individual. Crear y garantizar situaciones sociales de lectura, de intercambio entre pares y con otros no tan pares, es una de las vías para ayudar a generar intereses que no siempre son instantáneos: a veces “la ficha” cae en el momento menos pensado. Tampoco existen conductas lineales en la vida de los lectores, ya que ninguna vida es lineal.”

 

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