Chicos superdotados / Informe especial | 25 FEB 07

Mi hijo es un genio

Contra todos los mitos, ser un niño talentoso, con altas capacidades, no siempre es sinónimo de felicidad. Para su desarrollo emocional e intelectual, necesitan un cuidado especial y ser atendidos en sus necesidades diferentes de las del resto.

Ay, no, soy un monstruo!” Eso fue lo primero que dijo Sofía cuando sus papás le explicaron que era superdotada. “Tenía seis años y sentí por primera vez que el mundo se me venía abajo.”

Hoy, Sofía Terré tiene 8 años y es uno de los tantos chicos dotados –o, según los términos más usados, talentosos, con altas capacidades o baby gifted, como los llaman en Estados Unidos– que en la Argentina intentan adaptarse a un sistema educativo que no los tiene en cuenta.

“Tu hijo es un Einstein, ¿qué problema puede tener? Esta frase circula en el imaginario popular, y no se concibe la idea de que estos chicos tengan problemas –afirma Héctor Roldán, coordinador general de Creaidea, un proyecto de asistencia a los niños dotados y talentosos–. Les cuesta adaptarse, se aíslan, suelen tener bajo rendimiento en la escuela, se aburren y no encuentran motivación.”

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que una persona es dotada cuando alcanza un cociente intelectual (CI) de 130 puntos (aunque varía en algunos puntos según criterios específicos). El CI es una estimación general de la capacidad de los individuos de pensar y razonar e indica cómo nos posicionamos frente al resto de los individuos dentro de un nivel de edad determinado. El nivel medio de inteligencia se sitúa entre 95 y 110. En la Argentina, la población infantil con talento y altamente dotada es del 5 por ciento. La definición mundialmente aceptada dice que los niños dotados y talentosos son aquellos que, identificados por profesionales calificados, por virtud de habilidades destacadas son capaces de un alto rendimiento.

“Son niños que requieren programas educacionales diferenciados y servicios más allá de aquellos provistos normalmente por el programa regular, de manera que se hagan cargo de su contribución a sí mismos y a la sociedad”, agrega Roldán.

Hablan, juegan y hacen los deberes mientras los adultos los observan pensando que algo no coincide: su edad cronológica con su edad intelectual. En la Argentina, tampoco coincide el grado de atención que se les presta desde la legislación con el que efectivamente necesitan. En el artículo 93 de la Ley Nacional Federal de Educación se reconoce formalmente la existencia de estos niños, y se invita a las autoridades educativas a organizar programas para la detección temprana y el seguimiento de los alumnos con talentos especiales.

“La realidad es que no siempre reciben el apoyo en las escuelas para desarrollar sus capacidades, y si no las desarrollan las pierden –asegura la licenciada María Bernarda Pirovano, coordinadora del Centro para el Estudio de Enfermedades Genéticas, Metabólicas y Discapacidades de la Universidad de Belgrano –. Al no encontrar quienes los apoyen, los chicos comienzan a boicotearse, no quieren destacarse y buscan desesperadamente parecerse a los demás. Estamos hablando de una cuestión emocional que los afecta física y psíquicamente. Otra realidad es que es frecuente que estos chicos sean confundidos con quienes sufren déficit de atención (ADD) por la hiperactividad, cuando en realidad son nenes con excesivos montos de energía.”

Hipersensibles

Franco lee de corrido el libro que tiene entre sus manos en una grabación casera que hizo Sandra Bongiovanni, su mamá, cuando él tenía apenas 2 años. También se escucha la voz de ella, que le pide que siga leyendo. Franco lee cada página sin detenerse: lo hace claro pero con el tono de un nene de su edad, al que las erres le patinan, pero reconoce cada letra, sin importar si están escritas en imprenta o cursiva.

No sólo hay que hablar de un desarrollo intelectual más avanzado que en otros chicos de su edad; también los dotados son hipersensibles, creativos, curiosos, ansiosos, intuitivos, y muchas veces presentan una desincronización entre los niveles intelectual y psicomotor.

Sin duda, el defase mayor es aun más evidente entre la inteligencia y la madurez afectiva. Es que un niño con altas capacidades afronta la realidad con la inteligencia potencial de un adulto, pero la percibe y la sufre como un chico de su edad real. Por ello es frecuente escuchar que durante el día los pequeños intentan develar los misterios del universo, y por la noche les temen a las brujas y a la oscuridad.

“Es un nene de cinco años –dice Sandra, refiriéndose a Franco–. Mirá el cuarto: es una mezcla.” Allí se ve un tablero de ajedrez, un microscopio, el juego de química, un mapa de la República Argentina, un dibujo del sistema solar y Barney, el enorme dinosaurio de peluche que, colgado en la pared, le sonríe a la Pantera Rosa.

“Suele presentárselo como una persona frágil, solitaria y oculta tras los libros –analiza Héctor Roldán–, pero este concepto sólo visualiza una de las maneras en que se puede manifestar la dotación en un chico. Hay que tener en cuenta que también suelen ocultarse y disimulan sus diferencias, como una reacción natural, una estrategia de supervivencia. Por lo general, tienen un gran poder de abstracción, una alta sensibilidad hacia el entorno, una intuición muy acentuada y una elevada autoconciencia.”

Reconocerlos es el mayor desafío que padres y docentes deben encarar, porque la detección es, en definitiva, la única manera posible de asistir al chico de acuerdo con sus necesidades (ver aparte).

“Siempre se destacó, desde jardín –dice Mónica Menéndez de Ezequiel–. Pero como era mi primer hijo me parecía todo normal, no tenía con qué comparar. Cuando ingresó en primer grado Eze ya sabía leer y escribir, y fue cuando comenzó a aburrirse, a presentar problemas de atención. La maestra de primero me dijo que no sabía qué hacer con él. La de segundo creía que tenía ADD, que no podía fijar su atención en nada porque estaba todo el tiempo moviéndose por el aula, conversaba mucho y molestaba a los demás. Hablé con el pediatra, le hicimos estudios neurológicos y tests psicológicos. En casa ya no sabíamos qué hacer, hasta que leí en el diario una nota acerca de chicos talentosos en la que describían ciertas características que se ajustaban a Eze, así que decidí hacer la prueba y acercarme a uno de los lugares a testearlo. Mi marido no estaba muy seguro, hasta que el resultado dio que tenía una inteligencia superior.”

Confusiones frecuentes

En torno a estos niños existe cierta fantasía, la más frecuente y errónea es confundirlos con genios. Según Howard Gardner (neuropsicólogo norteamericano e investigador de la Universidad de Harvard), “un individuo sólo merece que se lo llame genio cuando su trabajo creativo en un campo ejerce un efecto sustancial en la definición y delineación de ese campo. Cuanto más universal es la contribución, cuanto más se la conoce a través de las distintas culturas y eras, más grandioso es el genio”. Tal como destaca la licenciada Mariela Vergara Panzeri en su artículo Los niños con alta capacidad y el rol de la sociedad, “un genio es inevitablemente un individuo adulto formado. En consecuencia, nunca podríamos utilizar la palabra genio refiriéndonos a un niño”.

Otro de los mitos destaca el ser altamente dotado como una bendición. Una mamá que prefiere mantener su nombre y el de su hijo en el anonimato habla desde la impotencia de no saber bien qué hacer: “Mi nene vive con malhumor, sufre cambios bruscos en el humor, enojo, y sólo tiene cuatro años. Si no logra lo que quiere se aparta, pero no se trata de un capricho, sino que todo lo ve como un desafío, y si no lo logra es un fracaso. Mi hijo lo pasa mal en el jardín, y eso me lleva a buscarle alternativas para poder cumplir con sus expectativas. Cada vez que sale del jardín me dice: Son todos pequeños. Juega sólo con dos nenes; otros lo rechazan. La maestra me dice que tiene problemas para relacionarse. El gordo ya sabe leer y escribir, y sus compañeritos recién están aprendiendo a reconocer las letras. No sé bien qué hacer. Mi hijo no es feliz”.

Cerebritos

Cuando se ingresa la palabra “superdotado” en cualquier buscador de Internet se encuentra una larga lista de informes y experiencias en el mundo. Las más frecuentes están relacionadas con las tareas puestas en práctica en escuelas, como la agrupación, que implica la creación de escuelas especiales o reunión en grupos según sus intereses; el enriquecimiento, estrategia que consiste en realizar ajustes curriculares individualizados y, por último, la aceleración, que permite al estudiante comenzar antes la escolaridad o saltear algún grado.

“Se habla de educación igualitaria como derecho de todos los niños –subraya María Bernarda Pirovano–, pero cuando decimos igualitaria nos referimos usualmente a aquellos niños provenientes de sectores económicos y socialmente carecientes o con alguna dificultad físico-mental. No se piensa, salvo en pocas ocasiones, en fomentar programas especializados, con lo cual los privamos de una educación adecuada en sus necesidades. En nuestro país, sólo Jujuy tiene un programa provincial que atiende la problemática de los niños dotados.”

Cerebrito. Eso le dicen sus compañeros a Ezequiel. “Sus pares lo reconocen –deduce Mónica Menéndez–, pero la escuela no. Cómo puedo yo, como mamá, pedirle a Eze que cambie la actitud negativa que tiene. Dejaron de interesarles algunas tareas y está bajando su rendimiento. No encuentra motivación, y sólo tiene 10 años. En casa intentamos cubrirle sus necesidades con actividades extraescolares: le tengo que recargar su horario con cursos y talleres, porque lo necesita. Con el informe que dice que mi hijo es dotado lo que recibo de las escuelas es: Yo entiendo que su hijo es muy inteligente, pero en nuestro colegio no es un tema prioritario porque tenemos 35 alumnos que merecen la misma atención y no podemos hacer atención personalizada. Comprendemos la situación, pero no podemos a hacer nada”.

El pasado 27 de octubre se realizó en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la Primera Jornada Informativa sobre Niños y Jóvenes Talentosos y Dotados. Allí se destacó que la dotación y los talentos especiales constituyen un fenómeno social tan corriente como lo son los casos de discapacidad. Su tratamiento –dice el informe– no exige ni escuelas ni docentes de elite, sino una adecuada especialización educativa y profesional y una atención comunitaria que ni siquiera requiere inversiones económicas, ya que puede apoyarse en instituciones gratuitas preexistentes.

Alejandra Terré, mamá de Sofía (una niña con talento especial) y de Ezequiel (un niño con un retraso madurativo leve; ver aparte) sostiene desde su experiencia que “de la misma manera que se atiende a los niños con ciertas dificultades debería atenderse a aquellos que necesitan estímulos para no perder su capacidad”.

Pirovano va más allá al considerar que la sociedad aún no descubrió a los superdotados: “La sociedad ve el problema cuando éste es lastimero, sensiblero, pero cuando aparece como una bendición te rechaza. Equidad no es darles a todos el mismo número de zapatillas, sino el número que cada uno necesita”.

Por Fabiana Scherer fscherer@lanacion.com.ar

Para saber más:
www.aceptado.org
www.creaidea.com.ar
www.cedalp.com
www.mensa.com.ar
feto@fibertel.com.ar (Fund. Evol. del Talento y la Creatividad)
Cómo reconocerlos

# Alta sensibilidad

# Excesivos montos de energía

# Gran curiosidad. Los por qué son interminables.

# Generalmente leen a muy temprana edad y con poca –o ninguna– ayuda.

# A veces utilizan metáforas para expresarse

# Pueden manejar temas que requieren abstracción

# La mayoría de los temas despiertan su interés

# Aprenden muy rápido

# Disfrutan armar rompecabezas

# Suelen tener ideas originales

# Toman objetos comunes y les dan usos insólitos

# No soportan la injusticia, realizan planteos sobre el tema

# Son sensibles extremos

# Suelen tener una elevada intuición

# Les disgusta doblegarse a la autoridad

Mitos

# Los talentosos y dotados son los que mejores calificaciones

 

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