Niños, a pesar de todo | 19 FEB 13

Superdotados

Ser un niño con altas capacidades es mucho más que poseer un cociente intelectual elevado. Se trata de una condición compleja, que suele ser temida, envidiada y casi siempre mal entendida.

La mayoría sueñan con ser como el resto y terminan por invisibilizar su talento o, en algunos casos, fracasar en el colegio. La clave para evitarlo es ayudarles a desarrollar su potencial.

Los niños superdotados sufren muchas veces falta de motivación y frustración en el colegio. / DirtyZound.

Verónica Fuentes

Cociente intelectual mayor de 130, creatividad, persistencia en las tareas, gran capacidad de influir en la gente. Clínicamente, estas son las características básicas que definen a una persona superdotada. Sin embargo, en la vida diaria esta ‘cualidad’ implica mucho más.

“En principio son niños que tienen una situación neurológica normal, sin ningún antecedente de enfermedad previa”, explica a SINC Pedro de Castro, neurólogo infantil del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. “Pero una vez que se establece la capacidad intelectual por encima de la media, hay que valorar otros factores que se asocian con frecuencia, como problemas depresivos o de integración social”.

Una vez que se establece la capacidad intelectual por encima de la media, hay que valorar posibles problemas depresivos o de integración social

De hecho, aunque las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) apuntan a que el 2,3% de la población mundial posee altas capacidades, más del 30% de estas personas tienen un bajo rendimiento escolar y se sienten aisladas y no tan felices como su grupo de sus compañeros.

Es más, según De Castro, los niños superdotados muchas veces sufren falta de motivación y frustración en el colegio, sienten que los profesores no entienden su comportamiento ni su manera de ser y no se identifican con los demás. Y esto con frecuencia desemboca en un aislamiento; no prestan atención en el colegio, no tienen interés en lo que se explica y no se conforman con lo que se les dice. Todo ello deriva en muchos casos en un aparente fracaso escolar, síntoma que suele ser la razón por la que se acude al especialista.

“Las familias vienen por problemas en el colegio, creen que sus hijos pueden sufrir trastorno por déficit de atención o hiperactividad; la mayor parte de las veces no saben que son superdotados”, afirma el neurólogo. “Por eso lo primero que hay que hacer es diagnosticarles para que los profesionales adecuados encaucen estas capacidades y logren un rendimiento académico y personal óptimo”.

Como bien señala Alicia Rodríguez, presidenta de la Asociación Española para Superdotados y con Talento (AEST), “no tener un hijo dentro de la media supone tener que informarse de sus perfiles, como lo tendríamos que hacer con cualquier otra diferencia, como la celiaquía o la diabetes, y así ayudarle para un desarrollo dentro de la mayor normalidad, donde se encuentre identificado con el conjunto”.

Sin embargo, algunas familias viven esta condición con ansiedad, no como un premio o un ‘valor añadido’ de su hijo. No saben si le están atendiendo adecuadamente, si necesita más o le exigen demasiado. Los expertos coinciden en que los niños superdotados primero deben ser tratados como niños, y luego, de acuerdo con su capacidad innata.

¿Listo o superdotado?

Uno de los indicadores para determinar la superdotación es la anticipación de aprendizajes o hechos cotidianos, como empezar a andar o aprender a leer muy pronto, lo que a veces se confunde con una precocidad del niño. Ahí es cuando deberían entrar en acción los especialistas para que el diagnóstico llegue lo antes posible. Sin embargo, a día de hoy en España no se lleva a cabo ninguna detección sintomática.

“Una alta capacidad no viene dada por un cociente intelectual alto, eso solo es un indicador más”, sostiene uno de los técnicos de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid encargado de gestionar el Programa de Enriquecimiento Educativo para Alumnos con Altas Capacidades (PEAC). “La acreditación de alta capacidad debe ser oficial, siempre realizada por un equipo especializado”.

La evaluación realizada para determinar la presencia de alta capacidad comprende pruebas de capacidad intelectual, pero también una de creatividad, de pensamiento divergente, y un seguimiento de la producción escolar del alumno. Los alumnos con alta capacidad pueden ser propuestos para participar voluntariamente en el programa.

Sería revelador que un análisis neurobiológico pudiera determinar la inteligencia, pero no existe nada parecido. Castro lo deja claro: “No hay ninguna prueba biológica que la detecte, ni análisis, ni resonancias magnéticas, ni estudios de ningún otro tipo que muestren una capacidad alta”.

Para el neurólogo infantil “inicialmente es difícil hacer un diagnóstico diferencial entre un niño superdotado sin problemas y uno con dificultades de sociabilidad, como ocurre en numerosos casos de síndrome de Asperger, un tipo de trastorno del espectro autista. Hay que hilar muy fino para saber si esas complicaciones son reactivas a que no le han hecho caso o a una patología intrínseca”. Aun así, se mantiene optimista al respecto: “Las habilidades sociales se pueden mejorar con el tiempo, sobre todo si se realiza un diagnóstico precoz que posibilita un mejor tratamiento y enfoque de estos niños”.

Dejar de ser bichos raros

Los superdotados no se parecen en el carácter por el hecho de serlo. Dentro del colectivo de altas capacidades existe la misma variabilidad que entre los alumnos ‘normales’. “Nos encontramos con líderes sociales y con otros niños que, si no rechazados, al menos no están bien atendidos porque tienen una capacidad intelectual y unos intereses diferentes a los de sus compañeros”, subraya Diego Plaza, uno de los coordinadores del PEAC hasta 2005 y ahora director del equipo de orientación de Colmenar Viejo.

Los propios chicos manifiestan su deseo de no ser señalados ni, como suele sucederles, etiquetados como ‘empollones’ en el colegio. “La principal desventaja que he tenido durante el colegio ha sido sobre todo la relación con mis compañeros de clase, no me entendían, no pensaban como yo y no compartían mis aficiones y por eso a menudo estaba sola”, relata Irene T. C., estudiante de Biología Sanitaria.

Lo mismo cuenta Sergio, exalumno del PEAC que ahora estudia primero de Arquitectura: “Cuando era pequeño lo pasé bastante mal, como se me daban bien los deportes y sacaba buenas notas mis compañeros me molestaban todo el rato. Ahora con la edad te das cuenta de que puedes ser como cualquier otra persona, lo que pasa es que los niños suelen machacar a los compañeros que destacan”.

 

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