El virus de la Hepatitis C (HCV) fue el primero en la historia de la virología en ser identificado mediante técnicas de biología molecular; hasta entonces había sido el agente causal de la mayoría de las Hepatitis no-A no-B. El HCV es un virus con genoma ARN simple cadena de polaridad positiva; por su organización genómica pertenece al género hepacivirus de la familia Flaviviridae. La diversidad de los aislamientos han permitido identificar 6 genotipos diferentes y numerosos subtipos. En la Argentina el genotipo 1 es el predominante. Una de las características más relevantes de la infección por HCV es su capacidad de persistir en el organismo hospedador, aproximadamente el 75-85 % de los infectados desarrollan una infección persistente, lo cual genera un gran reservorio viral e implica un alto riesgo de evolucionar a estadios de cirrosis y hepatocarcinoma. En la actualidad el estadio terminal de la infección es una de las principales indicaciones para el transplante hepático. La transmisión es parenteral en más del 75 % de los casos, la transmisión sexual y otras vías de transmisión son menos frecuentes. Considerando que el ciclo replicativo del virus no incluye formas intermedias de DNA, la persistencia de la infección no puede deberse a la integración del virus al genoma del hospedador, ésta probablemente se deba a la capacidad del virus a mutar continua y rápidamente bajo la presión inmune del hospedador y al hecho de existir simultáneamente como una serie de variantes genéticas