Falleció tras aprobar su tesis | 09 OCT 23

Ian Epstein, el joven que se recibió de ingeniero contra todos los pronósticos médicos

Al comienzo de la cursada le hallaron un glioblastoma. La sobrevida promedio del tumor cerebral es de un año, pero vivió 7, con la única preocupación de recibirse. Su familia de médicos lo recuerda y le rinde homenaje en esta entrevista.
Autor/a: Entrevista de Celina Abud 
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El pasado 26 de septiembre llovió en Buenos Aires. Uno de los tantos días grises típicos del inicio de la primavera en la ciudad, tan cotidianos para muchos, pero inolvidable para la familia Epstein, a la que le tocó ir a recibir el título en nombre del menor de ellos, Ian, quien falleció a causa de un glioblastoma.

Terminó su carrera contra todos los pronósticos, incluso los médicos, porque ese tipo de tumor cerebral tiene un pronóstico de sobrevida promedio de un año, pero Ian vivió siete. Había recibido el diagnóstico a inicios de la cursada. Entró en remisión y el momento de  la recidiva fue poco antes de la tesis. Siempre cursó de a varias materias simultáneas, en conjunto con las indicaciones para controlar la enfermedad. Como si a puro convencimiento, hubiese elegido quedarse para  cumplir su misión, la de recibirse.

“En mi casa no te preguntan qué carrera vas a seguir… te preguntan qué especialidad”, solía bromear Ian, quien provenía de una familia de médicos. Su madre, la cardióloga Melina Huerin relató que fue el único en “animarse” a elegir otra carrera y su padre Eduardo Epstein, médico y director de un instituto cardiovascular indicó que para su hijo, la Universidad de Buenos Aires (UBA) siempre había sido la única opción, más allá que contaba con las posibilidades de estudiar en cualquier establecimiento.

Así lo recuerdan, tenaz y metódico “a lo ingeniero”, tanto en seguir su cronograma de estudios como el de turnos, consultas, radioterapias y cirugías. Mientras sus padres y hermanos, también médicos, buscaban investigar sobre nuevo tratamientos –pero también caminaban a Luján a la espera del milagro– Ian seguía una estricta dieta cetogénica y llevaba un Excel con todos los medicamentos que tomaba.

Tal vez, para honrar el ímpetu previsor de Ian, sus padres salieron con mucha anticipación ese 26 de septiembre para la entrega de diplomas, porque viven lejos y querían evitar problemas de tráfico. La ceremonia, en la sede de Paseo Colón de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, fue más que emotiva. Tanto su madre como su padre dijeron unas palabras para recordarlo –que se reproducen en las páginas 2 y 3 de este artículo– y también el Decano.

“Hiciste toda la carrera sólo pensando en la carrera. Tu desafío NO era curarte, era ser ingeniero”, relató Melina en su discurso y recordó que “del tumor no se hablaba”, que Ian nunca dejó de cursar varias materias en simultáneo y que no se ponía nervioso ante el miedo de que el glioblastoma regresara, sino por las fechas muy cercanas entre finales.

“Además de tener valores y determinación, Ian era un chico pícaro, muy ingenioso, con un gran sentido del humor y con una sabiduría digna de alguien de 200 años, por lo calmo, confiable y amoroso”, señala la familia de Ian, compuesta además por sus hermanos mayores Lucas y Teo.

“Lo llevamos en nuestro corazón por siempre. No está con nosotros, está EN nosotros. Al infinito y más allá. Ian por siempre”, expresa la familia quien contestó esta entrevista para IntraMed a modo de homenaje, para un hijo que parecía querer enfrentar a su historia clínica con tenacidad para honrar su misión, que consistía en nada más ni nada menos que honrar la vida.

¿Cómo recibieron desde casa la noticia de que Ian quería ser ingeniero?

Ian estaba entre Medicina e Ingeniería. En el colegio secundario se destacó en el área de biología. Tal vez buscando diferenciarse —y conectado con el desarrollo de la carrera que hizo su papá en el mundo empresario— se animó a encarar una carrera diferente a la de su familia. Lo recibimos con mucha alegría y entusiasmo, porque si su deseo estaba en el mundo de los negocios, Ingeniería nos parecía la carrera ideal. Desde el inicio de la cursada, mostró un compromiso franco y siempre se lo vio satisfecho de su elección, entusiasmado, incluso divertido con los desafíos matemáticos.

Aunque el pronóstico de sobrevida del glioblastoma es de 1 año, Ian vivió 7 y pudo terminar la carrera. ¿Cómo piensan que lo ayudó tener una misión tan clara a la hora de transitar su enfermedad?

Ser ingeniero fue un leitmotiv fuertísimo en su vida. En una familia donde ser profesional era parte de la cultura, lograr el título era un motor y un proyecto central. Seguramente, ese objetivo lo ayudaba a focalizarse en algo positivo e intenso, en lugar de dejarse llevar por la tristeza que una enfermedad tan letal puede provocar a cualquier ser humano. Más allá de esto, Ian tenía una fuerza y una sabiduría especial que le permitía sobrellevar sin angustias visibles la incertidumbre de su pronóstico y la proximidad de la muerte, que siempre es un tema complejo de abordar para cualquier ser humano, pero en especial para una persona tan joven. Por fuera de nuestras conjeturas, el tumor regresó tres meses después de que aprobara su última materia. La tesis fue entonces el desafío final que Ian debió atravesar para cumplir su sueño.

 

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