Falleció tras aprobar su tesis | 09 OCT 23

Ian Epstein, el joven que se recibió de ingeniero contra todos los pronósticos médicos

Al comienzo de la cursada le hallaron un glioblastoma. La sobrevida promedio del tumor cerebral es de un año, pero vivió 7, con la única preocupación de recibirse. Su familia de médicos lo recuerda y le rinde homenaje en esta entrevista.
Autor/a: Entrevista de Celina Abud 
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Palabras de Eduardo Epstein. Padre de Ian.

Director Instituto Cardiovascular Lezica. Médico, MBA. Ex residente de Medicina Interna del Hospital Italiano de

 

 

 

 

Buenos Aires.

26/09/2023

Sr Decano

Sr. Secretario Académico

Autoridades de la Facultad

Profesores

Familia

Amigos.

Todos los muertos son buenos. Vamos seleccionado inconscientemente con el tiempo sus aspectos positivos, los buenos recuerdos. Si hubo emociones o sentimientos negativos que nos despertaban esas personas en vida, a menos que hayan sido muy traumáticos, se apagan, se suavizan, tendemos a recordarlas con más tolerancia, en forma más compasiva. Y se produce un proceso de idealización de esa persona que no está más. Nosotros como mamá y papá de Ian no somos inmunes a este proceso o mecanismos que seguramente están impresos en el ADN del ser humano y es parte de nuestro sistema de supervivencia.

Con los hijos fallecidos este proceso es aún más profundo. Los amamos. Son nuestro mejor intento de inmortalidad y amor.

Aun así, y aceptando este proceso subjetivo, Ian fue una persona en algunos aspectos extraordinarios; aun desde nuestra infinita subjetividad podemos objetivar que Ian tenía algunas características verdaderamente distintivas. Una versión mía indudablemente mejorada por su mamá.

Desatacaba sin ninguna duda su integridad, su honestidad intelectual, su amor por la familia, su creatividad y su sabiduría. Era un muchacho con una sabiduría natural, que le daba un equilibrio emocional superior a la media y que le permitía entender desde muy joven, qué era lo importante en esta vida. Le permitía distinguir lo esencial de lo superficial. Le permitía entender situaciones interpersonales con gran tacto y capturar la esencia de las personas con las que se relacionaba. Esa comprensión, esa sensibilidad, hacía que capturara el valor de cada persona, del otro ser humano que tenía enfrente. Un día nos presentó a un compañero de estudio nacido en Paraguay, muy humilde, que estaba cursando con él, pero con muchas dificultades, dado que tenía una formación básica muy limitada. “Ayudémoslo”, nos dijo. Lo hicimos. Esa misma consideración hacia “el otro” fue el motivo por el cual nunca quiso involucrar a nadie en una relación de pareja seria con él. Quería esperar, estar curado, no afectar a una pareja con el dolor de una enfermedad.

La UBA fue parte de nuestras vidas, toda su familia pasó por la UBA. Ian incorporó eso muy adentro. Pudo elegir la universidad que hubiera querido. Pero jamás hubo en sus planes otra que la UBA. Todos los años, atento a los scores de universidades del mundo y viendo donde estaba la UBA. Cada año me decía: “Viejo, la UBA ya está ciento sesenta”. “Viejo, la UBA esta sesenta y siete y es la primera de Latinoamérica” (QS World University Rankings). Orgulloso.

Ingeniería, más allá de su familia, fue EL proyecto de su corta vida. Le dio sentido, dirección, lo mantuvo vivo durante sus momentos más difíciles. Apenas se lo permitieron luego de su primera enfermedad, empezó a jugar rugby en el equipo de la Fiuba donde logro tener también muy buenos compañeros y junto con ellos realizar obras de bien.

Al elegir Ingeniería, de alguna manera se conectó con una parte mía que está dedicada a la actividad empresarial. Recuerdo durante la pandemia, él arriba en su cuarto y yo abajo en mi oficina, viví muy de cerca su carrera. Venia luego de sus cursadas a desafiarme, a pelearme cuando no coincidía con lo que yo le decía sobre algún tema de negocios, con lo que le decía un profesor.

Ian se enfermó a los 19 años, cursando Física en su primer año de facultad. Dos neurocirugías separadas por 15 días e inicio de quimio y radioterapia. No dejo de estudiar. Días después, una noche, ya en casa, me acerco a su cuarto y lo veo acostado boca abajo, con toda su cabeza vendada, en su cama, sollozando. Lo abrazo, le pregunto por qué esta así, y me dice: “No puedo”. Edema cerebral postoperatorio, corticoides, edema por la radioterapia. ¿Cómo podía estar su cerebro para incorporar abstracciones físicas y matemáticas? Lo abracé. “Tranquilo. Tomate tu tiempo”. Ian rindió Física I en tiempo y forma, lo llevé al examen con su cabeza vendada. Se sacó un ocho.

 

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