Falleció tras aprobar su tesis | 09 OCT 23

Ian Epstein, el joven que se recibió de ingeniero contra todos los pronósticos médicos

Al comienzo de la cursada le hallaron un glioblastoma. La sobrevida promedio del tumor cerebral es de un año, pero vivió 7, con la única preocupación de recibirse. Su familia de médicos lo recuerda y le rinde homenaje en esta entrevista.
Autor/a: Entrevista de Celina Abud 
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Palabras de Melina Huerin (mamá de IAN).

Médica cardióloga. Jefa de Cardiología del Instituto Cardiovascular Lezica. Residencia de Cardiología del Hospital Italiano de Buenos Aires.

 

Ian Epstein, ingeniero

Elegiste ingeniería contra todos los pronósticos. En una familia donde todos éramos médicos, que coraje tuviste. ¡INGENIERÍA! Personalmente yo no sabía cómo acompañarte. Y vos bromeabas y nos decías: “En mi casa no te preguntan qué carrera vas a seguir…te preguntan qué especialidad”. Y nos hacías reír, pero elegiste de verdad ser ingeniero. Absolutamente convencido.

Y cursando el primer año de la carrera vino el diagnóstico terrible. Un glioblastoma cerebral, pronóstico de un año de sobrevida promedio. Devastados todos. Menos vos. Nunca te planteaste eso que uno imagina: “¿Me voy a morir?” “¿Cuánto tiempo me queda?”.

Pasaste por dos neurocirugías, porque el tumor volvió después de la primera y entrabas a quirófano diciéndonos: " Pulgares arriba…". Para la segunda cirugía te llevaste a la internación una especie de tablero que tenías para hacer "medios" mientras te recuperabas. Cuando te despertaste, después de la anestesia, me dijiste: "Ma, ¿me pasás el tablero?”. Probaste como veías y te enojaste un poco porque no veías bien arriba y a la izquierda y me lo devolviste…                       pero  al rato dijiste: "Igual puedo, se banca. Pasame el tablero que empiezo".

E hiciste quimios y rayos… resistiendo. Fuerte, más fuerte que nosotros siempre. Corríamos a tomar sesiones de rayos por los pasillos del Hospital Naval. Me dejabas atrás. Veloz, siempre corriste muy veloz y allí también. Un día me dijiste: “Yo necesito cursar todo, la facu se sigue”.

Y Papá te llevaba a Paseo Colón y te esperaba en el auto para ir a radioterapia. Nos armamos una tabla de horarios entre toda la familia para que hagas los tratamientos y la facu. Vos ibas con gorra para que no vieran que estabas peladito por la quimio (siempre me llamó la atención que no te dijeran nada de la gorra porque te la dejabas puesta en clase).

En uno de los primeros exámenes luego de la segunda cirugía te llevé a buscar la nota y bajaste con tu gorra. Yo me quedé esperándote estacionada. Al volver me dijiste que pediste revisión y que te dijeron que tenías un 8, que para qué la revisión y me dijiste que creías que el examen estaba para un poco más. Yo te miraba… peladito, con tu gorra para que no sepan de la quimio, pidiendo revisión con un 8. Un gigante.

Cursaste varias materias por cuatrimestre. Todos los años. Siempre, antes de elegir las cursadas nos reunías para pedirnos opinión. Nos contabas todas opciones de materias y combinaciones que nos mostrabas con cuadritos y colorcitos, con días y horarios que vos entendías. Siempre querías cursar muchas y te decíamos: “Tranqui, no hace falta tantas simultáneas”. “Estoy tranqui, ustedes ayúdenme a elegir la mejor combinación de materias, que yo estoy bien”, contestabas. Y lo hiciste. Una por una todas las materias, todos los años. Te encantaba.

Y nos regalaste un milagro… porque el tumor se hizo humo, lo hiciste pelota a fuerza de parciales y finales. Creo que la curación vino porque no le diste otra opción.

 

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