Moverse más para envejecer mejor

Prescripción de la actividad física en los adultos mayores: por qué y en qué medida

La actividad física modifica el curso de muchas enfermedades crónicas del adulto mayor y es una gran forma de preservar o mejorar la independencia funcional.

Autor/a: Jane S. Thornton, William N. Morley, Samir K. Sinha

Fuente: CMAJ 2025 January 27;197:E59-67. Move more, age well: prescribing physical activity for older adults

La actividad física puede modificar el curso de muchas afecciones crónicas relevantes y suele prevenir o reducir su gravedad mejorando la independencia funcional, complementando el tratamiento, disminuyendo la necesidad de medicación o cirugía, disminuyendo la polifarmacia. La optimización de la actividad física puede reducir los costos de atención médica, sin embargo, es infraprescripta y la mayoría de los adultos no cumplen las recomendaciones.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los adultos mayores realicen 150 a 300 minutos de actividad física moderada a vigorosa/semana, con ejercicios de resistencia y enfocados en el equilibrio.

¿Cómo afecta la actividad física a la salud de los adultos mayores?

Longevidad

La asociación entre actividad física y morbimortalidad está bien establecida. Un metanálisis descubrió que niveles de actividad física de 150 minutos semanales redujeron la mortalidad por todas las causas en un 31 %, comparadas con ausencia de actividad.

Se demostró que entre adultos de mediana edad y mayores, los niveles más altos de actividad física se asociaron con menor riesgo de muerte en una relación dosis-respuesta. Según un gran estudio observacional el ejercicio de resistencia también se asocia con menor mortalidad, independientemente del ejercicio aeróbico.

La capacidad máxima de ejercicio es un mejor indicador del riesgo de muerte que los factores de riesgo cardiovascular establecidos, como el tabaquismo, la hipertensión y la diabetes. Mejoras sustanciales en el VO2 máx (tasa máxima de consumo de oxígeno, fuerte indicador de mortalidad) en adultos mayores aparecen con solo 90 minutos de ejercicio submáximo/semana durante 16-20 semanas.

Independencia funcional

La independencia funcional es la capacidad de realizar actividades de la vida diaria y abarca cognición, pertenencia social y calidad de vida. La actividad física es una de las formas más importantes de preservar o mejorar la independencia funcional, incluso entre quienes son frágiles o tienen mayor riesgo de caídas.

La actividad física y el entrenamiento de resistencia mejoran la fuerza muscular y la movilidad y previenen la fragilidad. Un metanálisis descubrió que la actividad física puede generar mejoras en la velocidad de la marcha, el equilibrio y las actividades de la vida diaria.

Prevención de caídas

Las caídas pueden provocar restricción de la actividad, lesiones graves, internaciones e incluso muerte. Una revisión sistemática y metanálisis mostraron que las intervenciones de ejercicio y actividad física entre adultos mayores reducen las caídas en un 21 %.

El mecanismo de prevención es por la mejora de la fuerza muscular, densidad ósea, equilibrio y coordinación. Un metanálisis encontró que el ejercicio puede prevenir caídas y fracturas asociadas con enfermedades cardiometabólicas y neurológicas, y una revisión sistemática de ECAs mostró que las intervenciones de ejercicio aumentaron la estabilidad postural entre pacientes con alzhéimer.

Salud ósea y articular

La actividad física tiene efectos beneficiosos en las articulaciones. Una revisión sobre la epidemiología y los factores de riesgo de la osteoartritis señaló que su desarrollo es multifactorial, con inflamación, lesión traumática y metabólica.

Aunque los niveles muy altos de actividad física pueden aumentar el riesgo de osteoartritis, los niveles moderados no lo hacen. El ejercicio regular es clave para reducir el dolor y mejorar la función física.

Cognición

La actividad física beneficia la cognición por varios mecanismos: factores de crecimiento y hormonas del estrés, reducción de citocinas inflamatorias y mejora de la salud cerebrovascular. Un análisis de estudios longitudinales sobre el envejecimiento encontró que niveles más altos de actividad física en la vejez se asocian con un menor riesgo de deterioro cognitivo leve y del progreso leve a grave de la demencia, así como con mayores tasas de regreso a leve desde un deterioro cognitivo grave, en comparación con niveles bajos de actividad.

La actividad física puede proteger contra el desarrollo de demencia, incluyendo el alzhéimer, pero la evidencia es mixta en cuanto a la magnitud del efecto. En adultos con comorbilidades, deterioro cognitivo o fragilidad, las intervenciones de actividad física, incluso sentados, ofrecen beneficios cognitivos.

Salud mental

La actividad física y el ejercicio regular pueden tener efectos positivos en la salud mental y estado anímico. Los mecanismos pueden incluir reducción de la soledad y liberación de endorfinas.

Un ECA y metanálisis en instituciones mostraron que el yoga y la actividad con metas individuales, y los ejercicios con bandas de resistencia en silla, se asocian con reducción de la depresión y ansiedad.

Calidad de vida

Se demostró que la actividad física y el ejercicio se asocian con mejor calidad de vida entre adultos mayores, incluidos aquellos con alzhéimer o depresión. Un estudio mostró que la marcha nórdica (con bastón) fue mejor que el ejercicio de resistencia.

¿Cómo se debe prescribir la actividad física a los adultos mayores?

Las guías de la OMS recomiendan entre 150 y 300 minutos/semana de actividad física de moderada a vigorosa para todos los adultos mayores, excepto para aquellos con hipertensión.

La actividad moderada es la que un participante calificaría como 5 o 6 para el esfuerzo en una escala de 0 a 10 o que genera un aumento de la frecuencia cardíaca (FC) al 64-76 % del máximo. La actividad vigorosa se califica como 7 u 8 en la escala de esfuerzo o resulta en un aumento de la FC al 95 % de su máximo.

Se debe sugerir ejercicio de fortalecimiento para todos los grupos musculares principales dos veces/semana. El entrenamiento debe incorporarse 2 veces/semana y guiarse por el principio de progresión gradual.

Además de la actividad aeróbica, el entrenamiento de resistencia progresiva mejora la fuerza muscular y el rendimiento funcional de quienes viven en hogares de atención a largo plazo.

Los médicos y otros profesionales enfrentan barreras para la prescripción de la actividad física, como limitaciones de tiempo, falta de capacitación y creencia en que no seguirán sus consejos. Considerar la actividad física como un signo vital a lo largo del tiempo, o el empleo de herramientas de eHealth durante las visitas programadas, puede ayudar y existen numerosas iniciativas para capacitar a los estudiantes de medicina en la prescripción de actividad física.

A pesar de sus considerables beneficios, la actividad física puede poner a algunas personas en riesgo de lesiones o interferir con sus enfermedades crónicas. Las limitaciones en el ejercicio dependen de las patologías individuales, las comorbilidades y la capacidad de ejercicio. Los mayores sedentarios pero sanos pueden progresar hacia niveles recomendados gradualmente. Los individuos con metástasis óseas o baja densidad ósea tienen mayor riesgo de fracturas, lo que debe tenerse en cuenta al decidir tipo e intensidad del ejercicio.

Conclusión

La actividad física está infrautilizada como intervención sanitaria, tanto en la comunidad como en la prestación de atención sanitaria a los adultos mayores. La edad, la fragilidad o las deficiencias funcionales no deben considerarse contraindicaciones absolutas para la actividad física, sino más bien razones clave para prescribirla, teniendo en cuenta los beneficios de las intervenciones. Los adultos mayores que se vuelven más activos físicamente pueden potencialmente agregar años a sus vidas y mayor calidad a esos años.

 

 


Resumen y comentario objetivo: María José Chiolo