La dipirona (o metamizol) es un analgésico de uso extendido a nivel mundial para tratar el dolor y la fiebre. Sin embargo, luego de que en la década de 1970 un estudio la vinculara con un efecto adverso grave, se prohibió en algunos países, generando controversia en torno a su seguridad. ¿Pero que dice hoy la evidencia?
Durante el evento Care Med 2025 – Master Class Experts, realizado en Buenos Aires, el neumonólogo brasileño Henry Sznejder aseguró que el perfil de seguridad de la dipirona es comparable al de otros analgésicos de uso común, como el acetaminofén (paracetamol) y el ibuprofeno.
“A pesar de sus antecedentes, estudios más recientes han demostrado que la dipirona es segura, razón por la cual sigue utilizándose en países como Brasil y varias naciones europeas”, explicó en el evento, realizado en el hotel Sheraton y organizado por Opella.
Para el especialista, las restricciones que aún persisten en algunos lugares podrían deberse más a factores culturales o intereses comerciales que a evidencia científica sólida. En diálogo con IntraMed, Scznejder —que cuenta con más de 20 años de experiencia en atención, pero también en análisis y gestión de datos de la salud poblacional— habló también de la incidencia del dolor en América Latina, de las alternativas para tratarlos –en su mayoría fármacos antiguos, pero con nuevos usos descubiertos en estudios recientes–, además de hablar sobre los mitos y verdades de la dipirona, que sigue siendo ampliamente utilizada.
¿Cuál es la incidencia del dolor en América Latina y cómo afecta la calidad de vida? |
Primero, es importante definir el tipo de dolor. Las cifras varían considerablemente: en Brasil, por ejemplo, la prevalencia de dolor agudo o crónico oscila entre el 20 % y el 78 %, según la región y el grupo poblacional. En Perú, los reportes ubican la incidencia entre el 20 % y el 65 %.
Más allá de los números, el dolor afecta a una parte significativa de la población en algún momento de su vida. Diversos estudios han demostrado que, a mayor intensidad o duración del dolor, menor es la calidad de vida, afectando las relaciones sociales, familiares y laborales.
¿Cuál es su recomendación sobre el abordaje farmacológico del dolor agudo y la fiebre? |
Cualquier tratamiento debería buscar un efecto rápido, prolongado y con el menor impacto sobre otros sistemas del cuerpo. Lo ideal es utilizar un medicamento accesible, específico y disponible de inmediato. Luego, hay que considerar el tipo de dolor, las condiciones clínicas del paciente —como comorbilidades o alergias— para elegir el fármaco más adecuado en cada caso.
¿Qué opciones existen actualmente para tratar la fiebre y el dolor? ¿Hay avances recientes? |
La mayoría de los medicamentos usados hoy para tratar fiebre y dolor leve tienen entre 50 y 100 años. Hay nuevas formulaciones y vías de administración, pero los principios activos no han cambiado mucho. Lo novedoso está en los estudios que exploran nuevos usos para fármacos ya conocidos.
En cuanto a categorías, tenemos medicamentos antiguos para el dolor leve y, por otro lado, nuevas opciones como los opioides, que se reservan para dolores severos, como en anestesia o enfermedades avanzadas. No actúan sobre otras áreas del cuerpo, sino que son muy específicos. Por ende, para la mayoría de los casos, los analgésicos tradicionales siguen siendo efectivos y adecuados.
Más allá de las controversias históricas, ¿cuál es el perfil de seguridad de la dipirona de acuerdo a la evidencia existente? |
Durante la década de 1970 la dipirona se prohibió en Estados Unidos y algunos países europeos debido a uno o dos estudios particulares que mostraron un posible efecto adverso grave llamado agranulocitosis (la reducción de neutrófilos, una célula específica de la sangre, a un nivel muy peligroso). Pero más tarde se halló que estos estudios tenían algunos sesgos: o la población no era tan grande o la metodología no era lo suficientemente precisa.
Pero estudios más recientes de los últimos cuatro años demostraron que es seguro usar dipirona en dolores múltiples y fiebre. Y que el efecto secundario previamente descripto era raro. La seguridad de la dipirona es comparable a la de cualquier otro analgésico o antipirético, como el acetaminofén (paracetamol) o el ibuprofeno.
¿Qué diferencias existen entre la dipirona y otros analgésicos? |
Una diferencia clave está en su mecanismo de acción: la dipirona actúa sobre el sistema nervioso central, mientras que otros analgésicos actúan más a nivel periférico. En la práctica, eso no impacta en el paciente. Pero se opta entre un analgésico u otro según el caso.
Por otra parte, la dipirona reduce la fiebre más rápidamente que el ibuprofeno o el paracetamol, y ofrece un alivio del dolor similar, pero con menos efectos secundarios gastrointestinales o hematológicos. A diferencia de los AINE (antiinflamatorios no esteroideos), la dipirona afecta menos la coagulación, lo cual es relevante en ciertos contextos clínicos.
¿Cuál es la evidencia científica actual de la dipirona, más allá de las controversias históricas? |
Es curioso que, después de casi 50 años, existan diferencias tan marcadas en torno al uso de un medicamento. Países como Alemania, Francia, España, Portugal, Italia, Israel, Brasil y Argentina lo utilizan, mientras que otros como Reino Unido, Suecia o Estados Unidos no lo hacen.
Esto sugiere que las decisiones de prohibirla no siempre se basan en evidencia científica actual, sino en factores culturales, comerciales o regulatorios. Los países que optaron por seguir utilizándola lo hicieron basándose en datos actuales sólidos, disponibles para toda la comunidad médica.
Fotos de Ary Kaplan Nakamura.
*Dr. Henry Sznejder. Médico clínico y neumonólogo. Autor de “Evidencia de mundo real (RWE) del uso de metamizol (dipirona) en la población brasileña. Una cohorte retrospectiva con más de 380.000 pacientes”. Principal actor en análisis de datos de salud y gestión de la salud de la población en la empresa de telemedicina Conexa. Profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ).
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