¿Soledad como rasgo o como factor de riesgo?

Cómo la socialización, el sueño, el ejercicio y el consumo de alcohol impactan en la salud mental de los estudiantes universitarios

Luego de la pandemia de COVID-19, las personas que buscan activamente estar solas parecen estar mejor adaptadas al mundo actual. ¿Eso implica que debemos alentar la soledad en nuestros pacientes?

Autor/a: Catling, J., Hussain, I., & Khalil, A

Fuente: Mental Illness 2025.1 (2025): 4160351. Psychological and Behavioural Factors That Impact on the Mental Health of University Students

Introducción

La prevalencia de los trastornos de salud mental está aumentando, siendo la depresión y la ansiedad los más comunes. Los estudiantes universitarios parecen verse particularmente afectados. Aproximadamente el 42,3 % de los estudiantes universitarios informaron tener un problema de salud mental.

Catling y col. encontraron que los niveles de depresión en una cohorte de estudiantes aumentaron durante el COVID-19: la depresión moderada a severa (puntuación ≥ 10 en el Cuestionario de Salud del Paciente [PHQ-9]) aumentó del 30 % al 44 %, y los niveles clínicos de ansiedad moderada a severa (puntuación ≥ 10 en el Trastorno de Ansiedad Generalizada [GAD-7]) aumentaron del 22 % al 27 %. Savage y col., en un estudio de salud mental en estudiantes del Reino Unido, 9 meses después de la pandemia hallaron que el bienestar mental y la actividad física disminuyeron. 

Por ejemplo, se sabe que el sueño es esencial para el bienestar, y que la baja calidad del sueño es frecuente en los jóvenes. Como los estudiantes universitarios muestran una disminución en la calidad del sueño, esto puede estar contribuir al aumento de los casos de salud mental. Se ha sugerido que la calidad del sueño puede haber disminuido durante el COVID-19, debido a la soledad forzada que surgió a partir de los confinamientos obligatorios asociados con la pandemia, lo que también puede ser otro factor de riesgo. Burger identifica la preferencia por la soledad (PPS) como la preferencia de un individuo por querer estar solo en comparación con disfrutar del tiempo con otros. Esto es diferente de la soledad, donde los individuos experimentan sentimientos negativos debido a una falta involuntaria de contacto social.

También se sabe que el ejercicio regular promueve de manera efectiva la salud física y mental al aliviar los síntomas de depresión y ansiedad y reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular, diabetes y muerte prematura. Varios estudios sugieren que el ejercicio puede ofrecer beneficios para la salud mental similares a la psicoterapia. El ejercicio fomenta la socialización y la conexión social, abordando la necesidad de las personas de relación y conexión como se describe en el marco de la teoría de la autodeterminación (TAD). Los estudiantes universitarios que hacen ejercicio regularmente no solo tienen una mejor salud física y mental, sino que también pueden cultivar la resiliencia psicológica.

Por último, el alcohol puede ser otro factor de riesgo para depresión y ansiedad, ya que se sabe que es popular entre los estudiantes universitarios. Muchos estudiantes corren un riesgo particular de consumir demasiado, y este uso problemático del alcohol puede tener consecuencias adversas. El alcohol y la calidad del sueño también pueden estar asociados, ya que las personas que tienen dificultades para mantener el sueño pueden recurrir al consumo de alcohol como una opción de tratamiento ya que les ayuda a conciliar el sueño.

Métodos

Los participantes fueron reclutados de la Universidad de Birmingham como parte del Plan de Participación en Investigación. Los mismos se ofrecieron como voluntarios. La muestra estuvo compuesta por 290 participantes de pregrado (31 hombres y 255 mujeres). La edad media de los participantes fue de 19,09 años.

Se realizó un estudio transversal. Las variables predictoras/independientes fueron sueño, PPS, ejercicio y alcohol, y las variables dependientes fueron depresión y ansiedad. Se utilizó un cuestionario en línea debido a su naturaleza flexible. El mismo incluyó medidas de depresión, ansiedad, sueño, consumo de alcohol, ejercicio y PPS.

Se utilizó el Indicador de Condición del Sueño (ICS) para medir la calidad del sueño. Incluyó ocho preguntas en una escala Likert de 5 puntos. Se dio una puntuación de 0 a 4 para cada pregunta, y la suma total proporcionó valores entre 0 y 32. Una puntuación más alta indica un mejor sueño, siendo el punto de corte para el trastorno de insomnio menor o igual a 16.  

Se utilizó la Escala de Soledad Positiva (ESP) para medir la PPS. Constó de 12 preguntas que evaluaban las preferencias de los participantes por querer estar solos o preferir la compañía de otras personas. Se les preguntó a los participantes qué afirmación de las dos opciones preferían más para cada pregunta (A o B). Las respuestas se puntuaron de forma dicotómica (0 = compañía de otros y 1 = PPS). La suma total de estos valores proporciona una puntuación que oscila entre 0 y 12, con una puntuación más alta indicando una PPS alta. 

El consumo de alcohol se midió preguntando a los participantes: “¿Cuántas unidades de alcohol consume por semana?”. Se utilizó el PHQ-9 ([50]) para medir los síntomas de depresión. Constó de nueve ítems en una escala Likert de 4 puntos de 0 (nada) a 3 (todos los días). La suma total de las nueve preguntas proporciona una puntuación que va de 0 a 27, donde una puntuación más alta indica una depresión más grave.

Según la gravedad de la depresión, se determinaron cinco grupos. Se utilizó el cuestionario GAD-7 para medir los niveles de ansiedad. Incluyó siete ítems en una escala Likert de 4 puntos de 0 (nunca) a 3 (todos los días). GAD-7 mide la gravedad de la ansiedad, y se pidió a los participantes que consideraran sus síntomas durante las últimas 2 semanas. La suma total de las siete preguntas proporciona una puntuación que va de 0 a 21, donde una puntuación alta indica ansiedad grave.

El Cuestionario de Actividad Física Reciente (RPAQ) es una escala de autoinforme de 9 ítems diseñada para medir los niveles de actividad en las últimas 4 semanas. Consta de tres secciones: vida doméstica, trabajo y transporte, y ocio y recreación. Los individuos califican la frecuencia con la que realizan diversas actividades físicas dentro de estos dominios, utilizando una escala Likert de 7 puntos que va desde ninguna (0) hasta todos los días (7). Las puntuaciones posibles varían de 0 a 234; a mayor puntuación, mayor nivel de actividad física.

Resultados y discusión

El estudio actual encontró que, dentro de esta muestra, solo la PPS predijo tanto la depresión como la ansiedad. Tanto el consumo de alcohol como el ejercicio tienen un nivel de apoyo ligeramente ambiguo en relación con su impacto en la salud mental.

Si bien la mayoría de los estudios muestran que la actividad física es beneficiosa para la salud mental, algunas investigaciones sugieren que el ejercicio podría no siempre ser un predictor significativo de depresión o ansiedad en todas las poblaciones. Por ejemplo, un estudio con estudiantes universitarios chinos durante la pandemia de COVID-19 halló que los niveles de actividad física no predijeron significativamente los niveles de ansiedad o depresión cuando se consideraron otros factores como la imagen corporal y el IMC.

Con respecto al consumo de alcohol, la investigación ha mostrado resultados mixtos. Si bien algunos estudios indican que el consumo problemático de alcohol está asociado con un mayor riesgo de depresión y ansiedad, otros no encuentran una asociación significativa. Esta incoherencia sugiere que la relación podría variar según la población estudiada y los métodos utilizados.

En un estudio de estudiantes universitarios durante la pandemia, los datos sugirieron que, si bien había una correlación entre estrés, depresión y trastornos por consumo de alcohol, la predicción directa de la depresión o la ansiedad por el consumo de alcohol solo no era significativa. Este estudio destacó que el estrés y la depresión estaban más estrechamente vinculados, y que los trastornos por consumo de alcohol eran un efecto secundario influenciado por estos factores primarios.

Descubrir que el sueño no era un predictor significativo de ninguna de las medidas de salud mental fue una sorpresa, ya que la mayoría de la evidencia científica respalda esta relación; sin embargo, esto puede deberse al rango de edad limitado de los participantes. En el estudio de Roberts y col. se observó que la relación entre los trastornos del sueño y la depresión era más pronunciada en adultos mayores en comparación con individuos más jóvenes. Esto sugiere que los problemas de sueño pueden tener un impacto más fuerte en la depresión a medida que las personas envejecen, y como la gran mayoría de la muestra de estudiantes tenía menos de 25 años, esto podría, en cierto punto, explicar los hallazgos negativos en este estudio.

Con respecto a los hallazgos significativos, se halló que la PPS fue un predictor significativo tanto de depresión como de ansiedad y que, de hecho, fue un factor protector para la mala salud mental. La literatura sobre PPS muestra hallazgos mixtos con respecto a si es un factor protector o de riesgo.

Algunas investigaciones muestran que una PPS alta se asocia con niveles más altos de ansiedad/depresión, lo que sugiere que es un factor de riesgo más que un factor protector. Sin embargo, este efecto fue pequeño y, curiosamente, se halló que una PPS alta estaba asociada con niveles más bajos de consumo de alcohol, lo que tendría sentido considerando que las personas con PPS alta disfrutan estar solas, y menos personas beben solas en comparación con beber en situaciones sociales.

Al contrario de estos resultados, Hajeketal, a través de datos recopilados en agosto/septiembre de 2023 de una muestra de 5000 personas de entre 18 y 74 años, halló que una PPS más fuerte se asociaba significativamente con más síntomas depresivos, ser mujer, un nivel de educación más alto y una peor salud autoevaluada. Sin embargo, Sakurai y col. descubrieron que no era la PPS en sí la que provocaba niveles más altos de depresión, sino que este factor estaba mediado por la socialización, concluyendo que la molestia de socializar puede explicar en parte por qué las personas con una mayor preferencia por la socialización experimentan un estado mental más deficiente. 

Las limitaciones de este estudio se centran principalmente en la muestra; debido a la demografía de la población y al método de muestreo basado en oportunidades, el 87,9 % eran mujeres, lo que limitó la capacidad de generalizar los resultados. Además, la muestra estaba compuesta predominantemente por jóvenes de 18 a 20 años y, por lo tanto, nuevamente, cualquier extrapolación de los hallazgos debe limitarse a los jóvenes.

En conclusión, este estudio es el primero en demostrar que la PPS es un predictor significativo tanto de depresión como de ansiedad. Esto es bastante problemático con respecto a las intervenciones, ya que generalmente la PPS se considera un rasgo y no algo que pueda manipularse; estas características a menudo están vinculadas a rasgos de personalidad como la introversión.