Un amplio estudio demuestra que los tratamientos más agresivos protegen a largo plazo el sistema cardiovascular de las personas con diabetes tipo 1
La relación entre enfermedades cardiovasculares como el ataque al corazón o el infarto cerebral y la diabetes está ampliamente demostrada. Lo que aún no se había comprobado es que el control estricto de los niveles de glucosa podía proteger el sistema cardiovascular de los diabéticos. Un importante estudio, financiado por el Gobierno de EE.UU. acaba de concluir que el riesgo se puede reducir a casi la mitad. Las conclusiones se publican en el último número de la revista «The New England Journal of Medicine».
El estudio vigiló durante 17 años a más de 1.400 personas de entre 13 y 39 años y diabetes tipo 1, la que requiere inyecciones diarias de insulina. La mitad recibió un tratamiento intensivo que consistía en inyectarse más de tres veces al día. El resto siguió la terapia convencional que se seguía en los años 80, con una o dos inyecciones de insulina. Este tratamiento es más cómodo, aunque obtiene peores resultados en el control de la glucosa.
Menos daño en la visión y los riñones
A los seis años del estudio se vieron menos daños en la visión y los riñones en el grupo con el tratamiento más intensivo. En ese momento del estudio se decidió administrar a todos más cantidad de insulina para no perjudicar a ninguno de los participantes en la investigación. A pesar del cambio, una década más tarde se vieron diferencias importantes entre los dos grupos. En el que recibió más inyecciones de insulina desde el comienzo se registraron 46 problemas cardiovasculares, como ataques al corazón, infartos cerebrales o problemas que requirieron cirugía cardiaca. En el segundo grupo, el número de problemas cardiovasculares alcanzó casi el centenar. Los primeros seis años de tratamiento condicionaron la protección de los pacientes en la edad de más riesgo. Los autores del estudio se preguntan ahora si esta misma situación se repite en las personas con diabetes tipo 2, la que se produce en adultos.
Un control intensivo de la diabetes tipo 1, la que aparece en la infancia o durante la adolescencia, puede reducir a la mitad el riesgo de infarto y de trombosis cerebral. Son resultados de un estudio que, tras 17 años de seguimiento, ha detectado los beneficios que pueden obtener estos pacientes si mantienen sus cifras de glucosa a raya desde el inicio de su enfermedad.
La diabetes se caracteriza por una incapacidad del organismo para producir insulina, lo que origina que el nivel de glucosa en sangre sea muy elevado. Se habla de tipo 1 cuando el sistema inmune destruye las células del páncreas, las encargadas de producir insulina. Su aparición es temprana y el paciente necesita la administración externa de insulina para bajar las cifras de azúcar. En cambio, si la diabetes se inicia a una edad más avanzada y se puede controlar con la dieta se trata de la forma 2.
La enfermedad cardiovascular es la principal causa de muerte entre las personas con diabetes tipo 1 o tipo 2. Esta patología se relaciona frecuentemente con complicaciones como alteración del sistema nervioso periférico, mal funcionamiento del riñón y trastornos visuales. Parece que el origen de estos problemas se debe a la excesiva cantidad de glucosa en sangre.
"Una de las más importantes cuestiones en el manejo de la diabetes es si el control de la glucemia [glucosa en sangre] a largo plazo puede reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular", argumenta William T. Cefalu, doctor del Centro de Investigación Biomédica Pennington de la Universidad de Louisiana en Baton Rouge (EEUU) y autor de un editorial que aparece en la revista 'New England Journal of Medicine'.
Más insulina, menos glucosa
Parece que la pregunta de este especialista ha sido contestada positivamente con los resultados de un estudio que recoge el último número de la misma publicación. Se trata de una investigación multicéntrica que ha analizado las complicaciones que han desarrollado 1.441 pacientes, cuya edad oscilaba entre los 13 y 39 años, a lo largo de 17 años de seguimiento.
La mitad de los participantes del estudio fue asignada a una terapia intensiva -tres o cuatro inyecciones de insulina diarias o un tratamiento con una bomba de insulina- y el resto recibió un manejo convencional consistente en una o dos inyecciones de insulina al día, algo más sencillo para los pacientes pero que dio lugar a un mayor nivel de azúcar en sangre.
El nivel de glucosa en sangre se midió a través de la hemoglobina glicosilada, que muestra el nivel promedio de azúcar en sangre en las últimas seis a ocho semanas. Éste es un buen indicador para comprobar si el paciente ha tenido controladas sus cifras de azúcar de forma constante. La meta de la terapia intensiva era mantener el nivel de esta sustancia por debajo del 6%.
"Comparada con el tratamiento convencional, la terapia intensiva de la diabetes redujo el riesgo de tener un episodio cardiovascular un 42% y disminuyó la probabilidad de episodios graves, incluidos los infartos de miocardio, el ictus o la muerte por una enfermedad cardiovascular, en un 57%", apuntan los investigadores.
"Estos resultados extienden nuestras observaciones previas de que la intensiva comparada con la terapia convencional reduce la progresión de aterosclerosis", afirman.
El editorialista, William T. Cefalu, se pregunta si debido a estos excelentes resultados se debería cambiar las guías de medicina que establecen la medida de hemoglobina glicosilada en un 7% como valor óptimo para los diabéticos adultos, en un 7,5% para los que están entre una edad de 13 a 19 años y en un 8% para los niños de seis a 12 años.
"Quizás estas metas para adolescentes deberían revisarse [...] El traslado de los resultados de estudio de referencia como lo es éste podría no cambiar la práctica clínica en mucho tiempo. Dada las complicaciones y mortalidad atribuida a la enfermedad cardiovascular entre los pacientes con diabetes tipo 1, ese retraso podría ser el más desafortunado", concluye el editorial.