La conclusión más destacada del reciente estudio es que, para aquellos que adquirieron su smartphone antes de los 13 años, su salud mental y bienestar general es progresivamente menor con cada edad más temprana de la primera posesión.
La puntuación del Mind Health Quotient (MHQ) disminuye desde 30, para quienes adquirieron un smartphone a los 13 años, a solo 1 para quienes lo obtuvieron a los cinco años. El porcentaje de jóvenes adultos (18-24 años) considerados angustiados aumenta en un 9,5 % para las mujeres y un 7 % para los hombres que tuvieron acceso temprano al smartphone.
Esta tendencia es coherente en todas las regiones, culturas e idiomas, aunque la magnitud es mayor en las naciones de habla inglesa.
Los síntomas que más se correlacionan con la posesión temprana de un smartphone incluyen pensamientos suicidas, agresión, sentimientos de desapego de la realidad y alucinaciones. Los pensamientos suicidas muestran el cambio más pronunciado, en donde el 48 % de las mujeres de 18 a 24 años que adquirieron un smartphone a los cinco o seis años reportan pensamientos suicidas, en comparación con el 28 % que lo adquirieron a los 13 años.
Las funciones significativamente disminuidas incluyen la autoimagen, la autoestima y la confianza, y la resiliencia emocional en mujeres; y la estabilidad y la calma, la autoimagen, la autoestima y la empatía en hombres. Los estudios existentes que se centran únicamente en síntomas de depresión o ansiedad pueden pasar por alto estos síntomas emergentes, lo que podría explicar algunas contradicciones en la literatura.
El acceso a las redes sociales es el principal mediador, explicando aproximadamente el 40 % de la asociación entre la edad de posesión del smartphone y la salud mental a nivel global. Otros factores contribuyentes incluyen malas relaciones familiares (13 %), ciberacoso (10 %) y sueño interrumpido (12 %).
Un porcentaje significativo de los impactos negativos asociados con las malas relaciones familiares (68 %) y el ciberacoso (63 %) se consideran consecuencias del acceso temprano a las redes sociales.
La interrupción del sueño (19 % explicada por el acceso a redes sociales) sugiere que las actividades del smartphone más allá de las redes sociales (como ver películas o juegos) también contribuyen.
Los autores distinguen el concepto de "salud mental" de las interpretaciones tradicionales sobre depresión y ansiedad, definiéndola como "el complemento completo de capacidades emocionales, sociales y cognitivas de la mente que permiten la capacidad de navegar los desafíos de la vida y funcionar productivamente". La salud mental es una condición fundamental para las capacidades y funcionamientos del florecimiento humano.
Así dadas las cosas, los autores abogan por la adopción de un principio de precaución ante la magnitud y gravedad del malestar mental y las funciones disminuidas observadas en niños. Argumentan que la intervención no debe esperar una prueba causal definitiva irrefutable, dada la urgencia de la crisis de salud pública.
Proyecciones de estos datos sugieren que este factor por sí solo podría ser responsable de la angustia mental, como pensamientos suicidas, disociación de la realidad y funciones disminuidas como el control emocional y la resiliencia en casi un tercio de la próxima generación. Restringir el uso de smartphones y, en particular, de redes sociales durante la infancia, tendría el potencial de reducir significativamente la angustia mental a nivel clínico en hasta un 8,5 % de las poblaciones más jóvenes y los pensamientos suicidas en hasta un 20 %.
Se propone un enfoque político similar a los que regulan el acceso al alcohol y al tabaco, que restringe el acceso durante los años formativos críticos. Las recomendaciones, presentadas en orden de viabilidad, son:
- Educación obligatoria sobre alfabetización digital y salud mental: Cubrir la participación ética en línea, la gestión de la influencia algorítmica, el catfishing, el ciberacoso y los depredadores sexuales.
- Fortalecer la identificación activa de violaciones de edad en redes sociales y asegurar consecuencias significativas para las empresas tecnológicas: Obligar a las empresas a aplicar restricciones de edad mediante mejores sistemas de verificación y sanciones significativas.
- Restringir el acceso a plataformas de redes sociales para niños menores de 13 años: Prohibir las plataformas que invitan a la publicación de contenido generado por el usuario y comentarios en todos los dispositivos conectados a Internet para este grupo de edad.
- Implementar restricciones de acceso gradual para teléfonos inteligentes: Restringir los smartphones para niños menores de 13 años, ofreciendo alternativas como "teléfonos para niños" que brindan utilidad básica sin redes sociales o contenido impulsado por IA.
El análisis es de naturaleza correlacional, aunque la escala y la coherencia global de los datos proporcionan una visión crítica. Los hallazgos reflejan patrones de desarrollo probabilísticos a nivel de población, no trayectorias de comportamiento individuales. Se necesita más investigación para desentrañar los mecanismos causales y la variabilidad individual, así como para extender las medidas de protección apropiadas a adolescentes de 14 a 18 años.
La evidencia presentada subraya que la posesión de un teléfono inteligente en la infancia, como puerta de entrada temprana a entornos digitales impulsados por IA, está disminuyendo profundamente la salud mental y el bienestar en la adultez, con serias consecuencias para la autonomía individual y el florecimiento social. La inacción ante estos hallazgos a nivel poblacional representa el riesgo de perder la oportunidad de una intervención preventiva y oportuna.