Tendencias en sexualidad
Esta noche NO (y mañana tampoco)
Estrés, falta de tiempo, Internet, banalización de la intimidad.... Por qué a los argentinos les interesa cada vez menos el sexo.
Woody Allen tiene dos obsesiones: el psicoanálisis y el sexo. En el film Annie Hall, Alvy Singer (Allen) y su esposa, Annie
Hall (Diane Keaton), acuden al sexólogo en un intento por resolver sus problemas entre las sábanas. “¿Con qué frecuencia tienen relaciones sexuales?”, pregunta el especialista. Annie Hall responde: “Ufff... ¡Una barbaridad! Tres veces por semana”. Su marido la mira y contesta: “Casi nunca... tres veces por semana”.
¿Es poco? ¿Demasiado? Quién sabe; todo depende del cristal con que se lo mire.
Lo cierto es que el sexo es un tema que ocupa, y a veces preocupa. ¿Qué espacio tiene la sexualidad en la vida de los argentinos? “Se percibe que hay menos interés sexual –sostiene Ana Delgado, psicóloga y psicoanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, docente de la Universidad del Salvador–. En estos tiempos se da una situación paradójica: por un lado, desde los medios aparece la incitación compulsiva a la sexualidad, en publicidades y programas de televisión. Se vislumbra como una neoliberación de las costumbres. Y, por el otro, está la falta de deseo y de la práctica amatoria.” La hipótesis de Delgado parece confirmar el viejo refrán Dime de qué alardeas y te diré de qué careces. “Podría decirse que el sexo tan expuesto, tan poco prohibido, produce desinterés. Se pierde el misterio que envuelve a la sexualidad. La prohibición es la que genera deseo. El deseo se nutre de la prohibición”, sintetiza Delgado.
En una nota publicada en la revista Psychologies, el psicoanalista francés Jean-Michel Hirt refuerza la presunción de Delgado: “Debido a la liberalización de las costumbres, los discursos sobre el sexo se banalizaron, se mediatizaron”. De acuerdo con este especialista, las fantasías tan al alcance de la mano sólo provocarían la muerte de las fantasías.
En la Argentina no existen estadísticas sobre el tema, pero a los consultorios sexológicos llega cada vez más gente. “En los últimos años, las consultas sobre la falta de deseo han aumentado exponencialmente. Hoy, dos de cada tres pacientes vienen por esa cuestión”, dice Juan Carlos Kusnetzoff, sexólogo, director del Programa de Sexología Clínica del Hospital de Clínicas José de San Martín. En 2006, a través de ese programa se atendieron 1033 pacientes: el 45 por ciento, varones de entre 17 y 25 años, consultó por eyaculación precoz; el 15 corresponde a parejas no consumadas (de entre tres meses y veinte años de convivencia) y el 40 por ciento, por disfunciones eréctiles y falta de interés sexual. “A mi consultorio, sin embargo, acuden más mujeres que hombres con esa problemática”, comenta Kusnetzoff.
El origen. ¿Dónde empieza el sexo? “En la cabeza, nuestro más poderoso órgano sexual –desmitifica Diana Resnicoff, sexóloga clínica, psicóloga, vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana–. Es en la cabeza donde se generan los pensamientos y se procesan las imágenes y sensaciones que encienden o no el deseo sexual, que es el que pone en funcionamiento todo el resto: las fantasías, la predisposición, las ganas de entrar en clima. Se trata de un estado de motivación que impulsa tanto a hombres como a mujeres a iniciar y a responder a la estimulación erótica.” Si la mente no se enciende, entonces se apaga toda posibilidad de un encuentro íntimo con la pareja.
Pero la incitación desde la televisión y las revistas a una sexualidad compulsiva no es la única razón por la cual los argentinos estarían perdiendo las ganas de hacer el amor. “No hay disponibilidad de tiempo y sí demasiado trabajo, se come mal, se duerme poco, hay una constante inestabilidad socioeconómica, problemas cotidianos... Todas estas cuestiones van en detrimento de la sexualidad –enumera Adrián Sapetti, psiquiatra, sexólogo clínico, presidente de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana–. La Argentina es un país sin calma, y los varones, ante las crisis sociales y vitales, sienten que fracasan como hombres.”
Para Sapetti, “el dinero hoy es el mayor afrodisíaco. El sexo se libidiniza en cuestiones materiales: importa más tener un buen auto, una buena casa, que una vida sexual plena”. Y asegura que la falta de deseo es un problema que suele tener más incidencia en las grandes ciudades, donde se corre tras los bienes materiales y donde el estrés está a la orden del día. Más estrés, menos libido.
“En la semana, ni pensarlo”
Susana, de 44 años, ejecutiva de una empresa multinacional y madre de una adolescente, está casada con Ricardo desde hace 17 años. Trabaja de 9 a 19, a veces se lleva trabajo a su casa los fines de semana, estudia inglés y hace cursos de capacitación. Todas las noches prepara la comida y comparte la cena con su familia. Invariablemente, se queda dormida en el sillón mientras mira un poco de televisión. “Estoy agotada, estamos agotados. En la semana, ni pensarlo. Sólo hacemos el amor el sábado o el domingo, siempre y cuando no ocurra nada que nos quite las ganas. Se vive muy mal; no sólo es cansancio físico: la cabeza está ocupada con problemas propios, del país. Si no hay humo por la quema de pastizales, llegan cenizas del Chaitén, los precios se van por las nubes, las cuotas de los colegios también. ¿Cómo podés tener ganas así?”
Todos tenemos problemas, pero los males colectivos de los que habla Susana complican aún más la situación: “La inestabilidad de un país influye mucho en el ánimo de sus habitantes. Si uno enlista todos los problemas que se han vivido aquí en los últimos 15 años, llena páginas y páginas –dice Kusnetzoff–. Este tipo de dificultades atenta contra el deseo. Y lo peor es que no hay pastilla para que vengan las ganas”.
Diversos estudios demuestran que son las mujeres quienes más pierden el deseo sexual. “En general, parecemos más proclives a olvidar el interés erótico en las relaciones de largo tiempo”, explica Resnicoff.
Kusnetzoff concuerda: “Al consultorio llegan más quejas femeninas, sobre todo en los últimos tiempos; los hombres vienen más al hospital”. En el relevamiento del Programa de Sexología Clínica, las mujeres representan sólo el 11 por ciento de las consultas. Aunque la División de Urología del Hospital de Clínicas encuestó a más de 2500 mayores de 50 años y concluyó que el 50 por ciento refería alteraciones en la libido. “La falta de deseo en los varones está aumentando”, asegura el doctor Carlos Nolazco, uno de los autores del estudio. Así también lo interpreta Adrián Sapetti: “Para mí, el hombre perdió más el deseo. Históricamente, era la mujer la que tenía esas dificultades, la que decía que le «dolía la cabeza» con frecuencia. El cambio puede tener que ver con una mujer más activa, que le hace frente al varón, que lo apura”. Sapetti recuerda un paciente que le comentó su falta de interés sexual, y al final de la entrevista agregó: “Encima, ella gana más que yo”.
Sexo en números
Los profesionales afirman que una de las preguntas más frecuentes en el consultorio se refiere a la frecuencia en las relaciones. “Muchas parejas quieren saber cuánto es lo normal. Pero no existe la «normalidad»; eso depende de cada individuo”, dice Resnicoff. La sexóloga explica que a lo largo del ciclo vital la libido humana sigue un modelo específico para cada género. “Los hombres jóvenes, sobre todo los adolescentes, poseen –en comparación con las mujeres y los hombres mayores de 50– un impulso sexual intenso y una frecuencia elevada”, puntualiza la sexóloga. Y aclara que la libido femenina a cualquier edad y la de los hombres que rondan la quinta década es menos urgente, pero, “no existiendo enfermedad, debería permanecer lo suficientemente vigorosa como para permitir que respondieran a la estimulación sexual hasta una edad bien avanzada”.
Silvana tiene 34 años y está casada con Pablo, de 38. Los dos son abogados; todas las mañanas recorren los pasillos de Tribunales y por la tarde trabajan en distintos bufetes. Hace siete años que pasaron por el Registro Civil y dos que las obligaciones suben por el ascensor y el deseo baja por la escalera. “A veces pasan 10 días sin que nos toquemos; no tengo ganas; siento que me apagué; ya no es lo mismo que antes”, lamenta Silvana.
Los casos de “abstinencia” se repiten. Según Kusnetzoff, muchas de las parejas que llegan a la consulta lo hacen “después de haber estado entre seis meses y un año sin tener sexo y tras haber pasado por médicos clínicos, endocrinólogos y ginecólogos, en ese orden”.
En el mundo... ¡tampoco!
Con todos los avances tecnológicos, Japón estaría atravesando una crisis sexual. El 25 por ciento de los matrimonios no tuvo relaciones sexuales durante 2007, según un informe de la Organización Mundial de la Salud. El mismo estudio determinó que el 42 por ciento de las parejas de entre 20 y 30 años, y con cinco de convivencia, tenían sexo una vez por semana. Según una encuesta mundial realizada por una fábrica de preservativos españoles en 26 países (la Argentina no figura), en Estados Unidos las parejas tienen en promedio 139 relaciones al año; los franceses, 137; los griegos, 133; los húngaros y montenegrinos, 131; los españoles, 110; los brasileños, 96, y los japoneses... sólo 45 encuentros entre las sábanas en todo el año. El estudio también determinó que las personas de entre 35 y 44 años son las que practican más sexo.
No todos los especialistas concuerdan en que las ganas de hacer el amor estén en franca caída. Mario Pecheny, doctor en ciencia política e investigador del Conicet en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, descree de las afirmaciones vertidas por otros profesionales. “En el país no hay estudios de sexualidad amplios; me parece que, hoy, tener poco sexo o la sensación de pocas relaciones se ha convertido en un problema. Algunos se angustian por la baja del deseo y otros se sienten mal mirados por una sociedad que condena una vida aburrida –dispara–. Una sociedad que promueve la competitividad y la performance, también lo hace con la vida sexual y afectiva. Existe una presión social para desear y satisfacer ese deseo en cada momento de la vida y a cualquier edad. Se inventa una necesidad de estar siempre listo y deseante: hay que tener los mismos bríos a los 60 que a los 20.” Mario Pecheny es contundente cuando afirma que hoy está mal visto estar triste, angustiado, sin ganas. Que se lo patologiza como si la tristeza fuese sinónimo de depresión. Y que “lo único que se logra es que aparezcan mercados para atender la demanda de querer ser deseantes, como el de los medicamentos, el de los sexólogos, el de las técnicas y aparatos para aumentar el desempeño sexual: eso que viene a responder a una demanda, termina creándola”.
En lo que todos los especialistas coinciden es en que los años de matrimonio, y la rutina que conllevan, matan cualquier intento de mantener la pasión encendida. “La lucha por el poder en la casa y la rutina –analiza Delgado– afectan la armonía. El deseo siempre existe, pero puede estar inhibido, desplazado o reprimido.” ¿El sexo puede llegar a convertirse en algo aburrido? “Tras los primeros años de convivencia, la sexualidad queda relegada, olvidada, porque los integrantes de la pareja no logran salir del ritmo agotador de una agenda llena”, dice Resnicoff. Para ella, la “culpable” es la rutina en la que caen muchas parejas.
“El problema histórico es la administración del deseo y el placer en el matrimonio, sobre todo en la constitución de la pareja heterosexista cristiana, que tiene como única base la fidelidad –apunta Carlos Figari, doctor en sociología e investigador del Conicet y del Instituto de Investigaciones Gino Germani–. Es el que supone que el deseo va a quedar fijado en una misma persona toda la vida. La concepción del matrimonio romántico-monogámico y sexista tuvo su quiebre en los años 60, y todavía está produciendo efectos.”
Otras formas de erotismo
Figari está convencido de que no es el deseo lo que está en crisis, sino el matrimonio monogámico: “Hay un rompimiento del modelo clásico: nuevas exploraciones de zonas erógenas, florecen los swingers, se quieren cumplir las fantasías. La gente empieza a descubrir el sexo por otros lados y con otras cosas”.
El investigador se conectó, en 2005, con el gerente de los canales eróticos Venus y Playboy, por una investigación, y descubrió que el “61 por ciento de las mujeres miran los canales condicionados con sus parejas; el 15%, con amigas/os, y el 19%, solas”. Además, afirma que se están produciendo películas XXX dirigidas especialmente al público femenino, que requieren más guión y menos agresividad. Federico Aberastury, médico psicoanalista, miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina, concuerda: “La monogamia lleva a un agotamiento del deseo cuando el matrimonio está sujeto a las reglas de la moral sexual-cultural, religiosas o no, que son causa de malestar en los individuos. De alguna manera, es lo que genera condiciones poco propicias que devienen a veces en desaparición del deseo”.
Mas allá de las controversias respecto de la supuesta falta de deseo sexual en los argentinos, el sociólogo Carlos Figari plantea una tesis interesante: “Se está construyendo un nuevo deseo; la gente está queriendo mejorar o, mejor dicho, descubrir el sexo, porque tal vez nunca lo vivió con libertad. No nos olvidemos de que existe toda una generación que fue educada en el Proceso, donde todo estaba prohibido”.
Y remata: “Estamos haciendo nuestros primeros pasos en la sexualidad. Se está negociando el propio placer y hay nuevos arreglos afectivos”.
Por Monica Soraci
revista@lanacion.com.ar
Juguetes en alza
La venta de juguetes sexuales no entiende de inflación ni de corridas bancarias. En 2007, se vendió un 50% más, según estimaciones de la industria. Esta cifra no incluye las ventas por Internet con entrega a domicilio, que son las preferidas. También florecen las industrias locales dedicadas a abastecer los sex shops. Y algunos artículos asociados al fetiche soft , como esposas, lencería erótica o aceites y perfumes con feromonas, se consiguen en locales nada ocultos, en barrios como Palermo o Recoleta.
“Se están buscando nuevas experiencias; tal vez los objetos proporcionen cosas que no surgen desde adentro –medita Ana Delgado–. Parecería que los juguetes sexuales emergen como una forma de encontrar en la variación lo que de otra manera no se logra.”
Sexo por Internet
“Es un recurso más para comunicarse; es sexo con otra finalidad, donde no hay un encuentro real con el otro; tampoco, riesgos”, justifica la doctora Ana Delgado.
Según la sexóloga Diana Resnicoff, muchas personas canalizan su sexualidad vía Internet. “El anonimato y la sensación de libertad de expresión resultan atractivos por ser una manera fácil de encontrar un partenaire sin compromiso afectivo ni riesgos de fracasar a la hora de meterse en la cama con el otro”, señala.
Por su parte, el director del Programa de Sexología Clínica del Hospital de Clínicas, Juan Carlos Kusnetzoff, tiene un mal presagio al respecto: “El sexo virtual reemplazó al real, sobre todo entre los jóvenes de 20 a 30 años. Mi pronóstico es muy pesimista: todo el avance tecnológico hizo que cada vez importen menos los seres humanos. Se está perdiendo la capacidad de seducir. Y eso crea un enorme vacío erótico”.
Consejos para parejas
Hacer el amor mejora ostensiblemente el ánimo. Provoca un descenso en los niveles de presión arterial, mejora los trastornos de ansiedad y del sueño.
¿Qué hacer cuando el sexo está relegado en la pareja?
* Dialogar: si no se habla del problema, persistirá.
* Tener en cuenta que además de la genitalidad están las caricias, los besos y abrazos que posibilitan una mejor comunicación corporal y espiritual entre la pareja.
* No sentir miedo de pedir al otro lo que cada uno necesita.
* Hacer planes para tener tiempos exclusivos para la pareja, lejos de los hijos.
* Organizar programas en pareja que alejen de la rutina y permitan nuevas experiencias.
* Al menos algunas veces durante la semana, intentar coincidir en los horarios...para irse a dormir juntos.