MARÍA SAINZ
MADRID.- El 16 de septiembre de 1977, con 38 años, Andreas Grüntzig se convertía en el primer cirujano en realizar una angioplastia coronaria a un ser humano. A la vez, y con la misma edad que su médico, Adolph Bachman pasaba a ser el primer paciente en someterse a una intervención dirigida a desobstruir una de sus arterias coronarias.
El paciente número uno tardó unos dos años en llegar. Tras una ardua búsqueda, Bernhard Meier, colaborador de Grüntzig, dio con un enfermo con un perfil adecuado. "Presentaba dolor en el pecho desde hacía dos semanas y, al haberlo detectado en una fase muy temprana, sólo sufría un problema simple en las arterias coronarias, no 10 ó 15 como el resto de pacientes", explica a elmundo.es este especialista, que actualmente dirige la unidad de Cardiología del Hospital Universitario de Berna (Suiza).
La operación siguió un proceso muy similar al actual. Se trataba de insertar un catéter con un globo que, una vez dentro de la arteria, se infla para combatir la obstrucción, provocada por las placas de ateroma. Gracias a ello, la sangre vuelve a fluir con normalidad. Se tardó una hora en realizar esta primera angioplastia (actualmente, en casos sencillos como el de Adolph Bachman, suele durar unos 20 minutos).
"La única diferencia fue la presencia de una máquina que Grüntzig tenía preparada por si era necesario inyectar sangre en otra arteria. La había usado al operar a perros pero en este caso no fue necesario emplearla. El paciente reaccionó bien durante los 30 segundos que la arteria quedó totalmente obstruida, mientras se inflaba y desinflaba el balón, y no requirió ayuda externa", describe Meier.
La llegada de los 'stents'
Ocho años después de esta primera intervención, y tras haber realizado múltiples angioplastias, Andreas falleció en un accidente de avión. Fue el precursor de una nueva especialidad de Cardiología, alternativa a la invasiva cirugía con bypass, pero, desde el principio, era consciente de algunas de las limitaciones de la nueva técnica. Las arterias de algunos pacientes se volvían a obstruir y, por entonces, se valoraba la opción de implantar algún dispositivo que impidiera este nuevo estrechamiento. Seis meses después de su fallecimiento, llegó la solución: los 'stents' o mallas coronarias, preparados para residir en las coronarias de los enfermos.
Resultados de la primera angioplastia coronaria.
"Si estuviera vivo seguro que habría apoyado su uso. El 30% de las angioplastias no duraban y él lo sabía. Se pensaba en introducir algo metálico pero era peligroso, ya que aumenta la probabilidad de que se formen coágulos. Probablemente, si él hubiera estado vivo los fabricantes de estas mallas coronarias le hubieran pedido a él que realizara la primera operación", declara Bernhard Meier.
En la actualidad, las angioplastias no están exentas de controversia y se barajan tres tipos: la tradicional, sin implantes de ningún tipo; la que utiliza los 'stents' y la que echa mano de las mallas coronarias recubiertas de fármaco. Aunque su eficacia es alta, no todas las arterias coronarias pueden ser intervenidas de esta manera y muchos pacientes padecen serios problemas secundarios.
"Yo suelo optar por los 'stents' con fármaco pero sólo opero a un 60% de los enfermos. De ellos, es probable que la técnica sólo sea eficaz en un 30%. El problema estriba en que no sabemos de antemano quiénes serán los que se beneficien", explica el discípulo de Grüntzig.
Él mismo aclara que en este tipo de intervenciones la opción correcta se encuentra en el punto medio: ni dejar fuera a todos los pacientes ni operar de manera sistemática a todos ellos. Y reconoce que cuando decide que un enfermo necesita un 'stent', casi siempre suele optar por los que están recubiertos de fármaco.
Desde aquella primera intervención, en la que Meier sólo tenía 27 años e hizo las veces de ayudante, este cirujano ya ha realizado unas 10.000 angioplastias y se ha convertido en uno de los expertos que mejor conocen la técnica. "Gracias a mi experiencia, puedo decidir si es mejor colocar una malla o no. Eso es algo que les falta a los especialistas más jóvenes porque el uso de estos 'stents' ya estaba generalizado desde que comenzaron a ejercer", concluye.