Foto: Gentileza @Nosotrxs (X)
(CIUDAD DE MÉXICO) Hace unos días, un hospital del sistema público de salud de Monterrey, México, acaparó las reflectores, y para mal: uno de sus jóvenes residentes, Abraham Reyes, de 28 años, se quitó la vida. Según denuncias de sus compañeros, la razón fue el acoso laboral que Abraham sufría por parte de sus superiores. En unos pocos días, el caso se difundió masivamente en las redes sociodigitales, lo que generó una ola de críticas y cuestionamientos hacia las autoridades de ese y otros hospitales en los que la agresión contra los médicos en formación es una especie de tradición.
"No fue un suicidio. Fue abandono institucional. Fue violencia sistemática normalizada en la formación médica", dice una de las publicaciones del grupo JusticiaCMN25 en TikTok, creado hace unos días para visibilizar el caso de Abraham y denunciar los casos de violencia que ocurren en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) de Monterrey. Como respuesta, han salido a la luz múltiples quejas por parte de otros médicos que dan cuenta de humillaciones, ofensas, precariedad, explotación laboral, como una forma de "entrenamiento" dentro de la comunidad médica.
El problema parece responder, en parte, a condiciones históricas relacionadas con la precariedad de muchos profesionales de salud. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en México hay 2.4 médicos por cada 1000 habitantes, un promedio inferior al de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que es de 3.5. Este déficit de médicos provoca una presión permanente para los profesionales de salud, caracterizada por la sobrecarga de funciones, largas jornadas laborales y salarios precarizados. El mismo gobierno de México reporta que hay 429 mil profesionales de la salud, incluyendo médicos, enfermeros y otros especialistas, que trabajan 37.6 horas a la semana con un salario promedio mensual de 9.5 mil pesos mexicanos (equivalentes a 500 dólares americanos).
Pero otra razón que explica este fenómeno es el agresivo modelo de formación de médicos que existe en México y muchos otros países. Por eso el caso de Abraham Reyes ha abierto una exigencia, al menos en redes, por mejorar las condiciones laborales y poner fin a las agresiones y el acoso que viven cientos de residentes en el país. Hace unas semanas se lanzó una petición en Change.org para exigir al Senado de la República una ley, la Ley Abraham, con la que se proteja "el bienestar, la integridad física, mental y emocional del personal médico en formación, se sancione el abuso de autoridad y garantice condiciones dignas y humanas de aprendizaje y servicio".
Lo que dicen los médicos residentes es que la muerte del joven médico es la punta del iceberg del abuso y la desprotección estructural. "Durante décadas, internos, pasantes y residentes han sido sometidos a jornadas extenuantes —de hasta 36 horas continuas— sin periodos adecuados de descanso, bajo condiciones de estrés extremo y muchas veces con humillaciones, amenazas, castigos académicos y asignaciones en zonas de alto riesgo sin seguridad", lo cual no solo vulnera sus derechos humanos, sino que aumentan las probabilidades de que ocurra una negligencia médica o errores fatales que afectan a pacientes o familiares. "En un sistema que presume formar a los futuros médicos de México, no puede seguirse normalizando el maltrato como parte de la ‘formación profesional’”, dice la propuesta.
Objeto de investigación |
La problemática que enfrentan los residentes en México se ha convertido en objeto de investigación para personas como María Yoldi, doctora en ciencias médicas, y Ana Fresán, doctora en psicología, ambas investigadoras en el Instituto Nacional de Psiquiatría, quienes han publicado algunos artículos en los que reportan distintas agresiones que viven las y los médicos residentes con base en cuestionarios que han aplicado para explorar cómo perciben su propia salud y la forma en que sus condiciones de trabajo impactan en ella.
María Yoldi (der) y Ana Fresán (izq), con su colega Diana Guizar, también participante en sus investigaciones. (Foto: gentileza María Yoldi)
En 2020, empezaron por documentar la salud autopercibida de 330 residentes en psiquiatría y 350 psiquiatras, quienes reportaron enfermedades físicas, distrés, preocupación por cometer errores y una alta tasa de perfeccionismo, acentuado por condiciones de permanente competitividad e individualismo. Además, encontraron que más del 50% de todos los participantes tenían una condición de salud mental, especialmente ansiedad y depresión. A partir de que las investigadoras publicaron este primer estudio, médicos residentes de otras especialidades comenzaron a buscarlas para explorar sus condiciones de salud y empleo.
"Nos dimos cuenta de que hay una gran carencia en nuestro país sobre investigación relacionada con la salud mental y las condiciones que viven no solo los psiquiatras, sino todos los médicos especialistas y, sobre todo, residentes. Es increíble porque hablamos de que los encargados de la salud de la población viven una gran vulnerabilidad para su salud física y mental", dice Yoldi.
Una razón de la falta de estudios sobre el tema es la dificultad de encontrar revistas para publicar estas investigaciones, pues "el objetivo de los journals científicos no es hablar de las personas; es hablar, por ejemplo, de la ortopedia, no del ortopedista, se habla de la pediatría, no de la persona pediatra", agrega la investigadora. Incluso se toparon con revisores de revistas especializadas que les dijeron que "era normal para los médicos que estuvieran deprimidos", o que "los débiles siempre se iban a quejar".
Y eso se relaciona con otro factor que explica la falta de estudios: el temor generalizado entre médicos en formación a denunciar las agresiones que viven. "Hay un estigma que impide que muchos de ellos hablen, y hay mucho miedo sobre lo que la gente puede pensar si reconocen que no están bien de salud", dice Yoldi.
"Hubo una revista que nos dijo que no era conveniente hablar de la salud de los médicos porque esto podría impactar de forma negativa en la percepción que tiene la población general sobre ellos. Por eso decidimos seguir investigando el tema, necesitamos hacer notar que los médicos atraviesan por situaciones muy particulares durante su formación, que aumentan su riesgo a desarrollar algún problema de salud física y mental. La gente, incluyendo la comunidad médica y académica, debe estar consciente de que el bienestar de los médicos va a tener un impacto positivo en su atención hacia los pacientes”, comenta Fresán.
El maltrato como forma de enseñanza |
La agresión y el maltrato hacia los médicos residentes ha existido en la formación médica desde hace décadas. "Se dice que así es como se tiene que aprender medicina, y que es a partir de insultos y maltratos como se forma el carácter de un médico. Eso es totalmente falso. Eso lo único que va a provocar es mucha inseguridad y problemas de salud mental. De hecho, muy buenos residentes renuncian a la especialidad por una cuestión de maltrato", explica Yoldi.
En uno de sus artículos, publicado en 2024 en la revista Frontiers in Psychology, las investigadoras reportaron las respuestas de más de 900 residentes pediátricos. El 11.6% informó tener depresión y 20%, ansiedad. Algunas causas: las agresiones por parte de colegas y una cultura de formación caracterizada por la vergüenza y el castigo.
"Fue muy impactante encontrar que aquellos que tenían depresión o ansiedad reportaban una mayor frecuencia de agresiones por parte de residentes de mayor nivel. Este es el gran elefante blanco: hay mucha agresión en el gremio y responde a la jerarquía dentro de la estructura de enseñanza", explica Yoldi.
En el artículo, las autoras destacan que los residentes pediátricos construyen una identidad que valora la perfección, por lo tanto evitan equivocarse a toda costa por miedo a ser avergonzados o señalados por otros. Para Fresán, "esas agresiones por pares vienen de una mala concepción del perfeccionismo, este concepto erróneo de que los médicos no deben equivocarse, deben ser los héroes. Entonces, en la formación de médicos hay una tolerancia muy baja al error propio y al error de los demás. El abordaje de alguien que se equivoca es regañar, humillar, evidenciar, generar aversión al error y esperar que eso mágicamente evite nuevos errores. Esto va en contra de todo lo que se sabe acerca del aprendizaje".
México no es el único país que tiene esta tradición de enseñanza médica. En Colombia, la Asociación Nacional de Internos y Residentes (ANIR) se ha convertido en la vocera de cientos de residentes que son agredidos por colegas y superiores en hospitales de prácticamente todo el país. "Se espera que el médico trabaje como una máquina, no se reconoce su salud mental, su desarrollo, su descanso, sus redes de apoyo. Entonces, en la medida que se deshumaniza al personal que se está formando, va perdiéndose su dignidad y sus derechos. Es una cuestión de jerarquía, si eres un estudiante o un interno no tienes derechos, te ganas el derecho a ser humano a medida que van pasando los años", dice Cindy Rodríguez, presidenta de la ANIR.
En julio de 2024, esta asociación socializó los resultados de una pequeña encuesta entre personal de salud en formación. De las 129 personas encuestadas, 74% eran mujeres. Casi 80% del total dijo haber sido víctima de violencia psicológica por parte de algún docente, 11.6% sufrió violencia física y 42.6% reportó haber sufrido acoso sexual por parte de sus docentes. "Esto nos lleva a discutir el machismo que se presenta en el ejercicio médico y en las áreas de formación, y que aún cuando estas violencias se denuncian hay mucha impunidad en las universidades, los hospitales y, en general, todo el sistema protege a los agresores", añade Rodríguez.
Aunque muchas de las persones que viven estas agresiones buscan ayuda, a menudo son revictimizadas, son vistas como personas débiles, no aptas para ser médicos, por eso, dice Rodríguez, "muchas terminan viendo la autolesión o el suicidio como una salida".
En un artículo publicado también en 2024 en la revista Psiquiatría del Hospital General, el grupo de autores donde participan Yoldi y Fresán, exploraron las ideas suicidas entre más de 12 mil médicos residentes mexicanos de distintas especialidades a través de cuestionarios en línea. En el estudio concluyen que si bien los residentes de todas las especialidades tienen un porcentaje más alto de ideas suicidas que el resto de la población, estas suelen ser más frecuentes en cuatro especialidades: hematología, psiquiatría, medicina familiar y pediatría.
Además, describieron algunas de las características asociadas a la ideación suicida: un historial de episodios depresivos previos, haber tenido pacientes que habían muerto por suicidio y, nuevamente, haber sido agredido por los familiares del paciente, así como por residentes/médicos mayores.
Los residentes viven una sensación de ‘no soy bueno, no me estiman, no estoy logrando cubrir las expectativas que tienen de mí’. Esas ideas, sumadas a la falta de redes de apoyo, de seguridad psicológica y de medios de contención dentro de la misma comunidad médica derivan en que algunos opten por el suicidio. "Probablemente muchos de ellos no desean morir, pero encuentran que es la única forma de evitar el sufrimiento y la humillación", dice Fresán.
Las leyes y el cambio de paradigma |
La legislación sobre las condiciones de los médicos residentes en México es relativamente nueva. Fue hasta 2022 que el país tuvo una primera ley sobre las horas de trabajo y los días de guardia, sin embargo, no incluía directrices específicas sobre el total de horas trabajadas por semana o por día.
Desde marzo de 2024, el país cuenta con la norma NOM 001-SSA-2023 que establece que un médico residente no puede asignar guardias a otros compañeros, que las guardias deben ocurrir dos veces por semana como máximo y con intervalos de por lo menos tres días entre ellas; también dice que la duración de las guardias de fines de semana y días festivos será de 24 horas, y que deben disfrutar de dos periodos vacacionales por año de diez días hábiles cada uno. Sin embargo, también reconoce que en caso de requerirse más horas de guardia, el promedio anual de horas a la semana no podrá exceder las 80 horas de servicio. Esta cantidad de horas semanales contrasta con las 48 horas laborales que trabaja -al menos en teoría- el resto de la población mexicana como máximo y que, incluso, se reducirán a 40 horas para 2030, según lo estipulado en la nueva reforma laboral.
Lo que muchos residentes cuestionan es que a pesar de la entrada en vigor de esta ley, en la práctica ni siquiera se respetan las 80 horas semanales, y muchos de ellos tienen que cumplir hasta 100 horas a la semana, con guardias que superan las 30 horas sin descanso. "Queremos turnos rotatorios de 8 horas. Lo legal. Nada de 36 horas continuas en un solo turno. No queremos ‘guardias justas’; ya no queremos guardias. Nadie quiere que un médico sin dormir le dé el tratamiento a su hijo cuando va en la hora 36 de trabajo", señaló Thanya Beatriz en la propuesta de Change.org. "Me duele ver el deterioro físico y mental de mi hijo, no es justo. Los tratan peor que reos, ellos [sus superiores] tienen derecho a un lugar para comer y a un lugar para descansar, y los Rs no. Esta injusticia, trato inhumano, abuso y violencia debe terminar", escribió Horacio, padre de un R1.
Lo que proponen investigadores y organizaciones de médicos en formación es un cambio en la forma en la que se enseña medicina actualmente, y avanzar hacia un modelo sin violencias. En su artículo sobre ideas suicidas, los autores concluyen que la cultura de trabajo violento es una fuente de angustia durante los programas de residencia con un impacto negativo en la salud mental de los profesionales de la salud, por lo tanto "hay que establecer un sistema de enseñanza-aprendizaje de tutoría en lugar de una educación basada en ‘tradiciones’ que dañen la integridad de los residentes".
"La única razón por la que los médicos residentes necesitan aguantar muchísimas horas sin dormir es porque hay una falta de personal. No tiene nada que ver con tener un buen desempeño como médico. No eres mejor cardiólogo por no dormir, no eres mejor jefe porque obligas a tus residentes a trabajar 70 horas", dice Fresán. Pero lo que sí daña a la práctica médica -y a los pacientes- son esas agresiones, porque afectan su habilidad de hacer un buen diagnóstico o de escoger un buen tratamiento.
Por eso es necesario un cambio en el paradigma de la enseñanza. A diferencia del perfeccionismo que señala quién tiene culpa cuando hay un error, las especialistas proponen un modelo basado en la compasión, es decir, la observación objetiva sin juicios que, en lugar de buscar culpables, prioriza lo que se puede hacer en conjunto para que ese error no vuelva a ocurrir. Finalmente se trata, dicen, de romper con el mito de que la medicina se aprende con sufrimiento y maltrato.