Un nuevo estudio confirma en preadolescentes porteños y bonaerenses lo que hasta ahora sospechaban los pediatras y que algunas encuestas ya habían mostrado: el sedentarismo se instaló como un hábito -poco saludable- en la recreación de los chicos, que ingieren diariamente 15% más calorías de lo recomendado.
"Si se consideran las oportunidades para hacer actividad física, los preadolescentes se mueven poco. El 96% de los varones y el 92% de las niñas no realizan actividad física estructurada, como un deporte, por ejemplo, fuera del horario escolar", afirma el trabajo, realizado en 1588 alumnos de quinto grado de 80 escuelas públicas de la ciudad de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires.
Según el denominado "Estudio sobre prevalencia y factores asociados de sobrepeso infantil", a cargo de investigadores del Instituto Internacional de Ciencias de la Vida (ILSI Argentina), siete de cada diez chicos hace actividades con movimiento después de la escuela una vez por semana o menos. Entre las actividades más elegidas están jugar al fútbol o al básquet, jugar a las escondidas, saltar la soga y andar en bicicleta. Para confirmarlo, los investigadores no confiaron sólo en la palabra de los chicos de quinto grado, sino que también les colocaron un dispositivo calibrado por el INTI, similar a un Holter cardíaco, para registrar durante 24 horas el nivel de actividad física.
"Toda nuestra población pediátrica es muy sedentaria, lo que es un problema globalizado en aumento y que preocupa a la Organización Mundial de la Salud. Lo que más nos sorprendió de los resultados fue la falta de actividad física en una tarde típica de los chicos de escuela pública, la alta prevalencia de sobrepeso, de lo que no tenemos estudios nacionales para esta edad, y que en la alimentación había una carencia muy importante de vegetales y frutas", dijo ayer a LA NACION la doctora Irina Kovalskys, autora principal del estudio, en la sede del ILSI en la Sociedad Científica Argentina.
Junto con los licenciados Francis Holway (antropometría), María José de Gregorio (sociología) y Vanina Ugalde (nutrición), la doctora Kovalskys eligió estudiar a chicos de 10 y 11 años para evitar los cambios hormonales propios de la adolescencia. "Buscamos una edad en la que fueran lo suficientemente grandes para aplicar los instrumentos de la investigación y lo suficientemente chicos para evitar el efecto de la adiposidad que genera la pubertad", explicó la pediatra y nutricionista.
Frente a una pantalla
Pero todo beneficio que pudiera aportar esa hora de movimiento una vez a la semana perdió fuerza ante las casi tres a cuatro horas diarias que, en promedio, pasan los chicos ante una pantalla de televisión o computadora.
Al preguntarles cuánto tiempo dedicaban a actividades sedentarias, como leer, jugar con un rompecabezas, usar la computadora o mirar televisión, los 20 evaluadores que en cuatro meses entrevistaron a los chicos hallaron que los preadolescentes invierten más tiempo en mirar televisión, usar la computadora o jugar con los videojuegos.
Mientras que los alumnos de escuelas de jornada completa pasan en promedio 2,44 horas delante de una pantalla, los que van a escuelas de jornada simple le dedican a esa actividad alrededor de 3,43 horas diarias. Apenas el 18% cumple con la recomendación de no pasar más de dos horas al día frente a una pantalla. La mayoría, en cambio, dedica 2 a 4 horas (37%) o 4 a 6 horas (26%) cada día a las denominadas "actividades sedentarias de pantalla".
Kilos de más
En cada entrevista de 50 minutos, los investigadores identificaron también que el 12,6 y el 11,6% de los preadolescentes tiene sobrepeso y obesidad, respectivamente. Mientras varones y mujeres comparten algunos kilos de más sin demasiadas diferencias, la obesidad es más cosa de hombres. "No encontramos una diferencia muy marcada entre chicos con sobrepeso y con peso normal en cuanto al sedentarismo", señaló Kovalskys.
La cantidad promedio de calorías que ingieren los preadolescentes ronda las 2300 por día, es decir, un 15% por encima de las 2000 recomendadas para la edad en chicos sin exigencias físicas excesivas ni sobrepeso u obesidad.
Entre los alimentos consumidos, las frutas, las verduras y las fibras permanecen casi ausentes, según la reconstrucción realizada con la ayuda de la memoria de los chicos y alimentos, vasos y cucharas "modelo" de todos los tamaños. Sólo el 2% de los chicos consume las dos porciones diarias de vegetales crudos y cocidos recomendadas por las Guías Alimentarias Argentinas. El 12% come verduras al menos una vez por día y el resto (86%) no las consume nunca.
Algo similar ocurre con las frutas. El 17% de los preadolescentes come las dos frutas diarias que aconsejan las guías locales, ya sean dos piezas medianas o cuatro chicas, o dos tazas de ensalada de fruta natural con el jugo. El 26% come al menos una fruta diaria, pero el 57% no llega a ingerir ni una fruta diaria.
"Si se quisiera armar un programa de prevención, la preadolescencia debería ser la primera línea de intervención para evitar el arrastre del sobrepeso de la primera infancia a la adolescencia. ¿Qué va a pasar con esta población? Sólo un mago lo puede decir...", señaló Kovalskys.
Por Fabiola Czubaj
De la Redacción de LA NACION
Una edad oportuna
Para el doctor Jorge Franchella, de la Red de Actividad Física de las Américas y miembro de la Sociedad Argentina de Cardiología, en el desarrollo psicomotor es entre los 10 y los 14 años que los chicos "suman coordinación, destreza y capacidad aeróbica, lo que aumenta su posibilidad de desarrollar diferentes actividades y les permite ir estableciendo sus preferencias deportivas". Además, agregó el cardiólogo, los chicos comienzan a incorporar la técnica del deporte.
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La temprana edad del sedentarismo
Un estudio en chicos de 10 y 11 años de escuelas públicas de la ciudad y el conurbano encontró que la mayoría no hace deportes fuera del colegio y consume pocas fibras, frutas y vegetales.
Por Mariana Carbajal
La mayor parte del tiempo libre extraescolar los prepúberes la usan para estar frente a una pantalla.La amplia mayoría de los preadolescentes que concurren a escuelas públicas del área metropolitana no practican actividad física extraescolar, tiene una dieta con un bajísimo consumo de fibras, vegetales y frutas y una ingesta de calorías que supera en un 15 por ciento la recomendación diaria. Tres de cada diez son obesos o sufren sobrepeso. La alarmante radiografía surge de un amplio estudio realizado en 1588 chicos de 10 y 11 años, el primero de ese tipo en el país, cuyos resultados serán presentados a principios de noviembre en Florianópolis en el Congreso de la Sociedad Latinoamericana de Nutrición.
“Los resultados son preocupantes”, pero se enmarcan “en una tendencia mundial hacia el sedentarismo infantil”, señaló a Página/12 la médica pediatra especialista en Nutrición Infantil Irina Kovalskys, una de las autoras de la investigación que llevó adelante un equipo interdisciplinario del Instituto Internacional de Ciencias de la Vida (ILSI). El trabajo encontró que un 16,2 por ciento de la población relevada presenta sobrepeso y un 11,6 por ciento, obesidad. “Estos datos coinciden con los detectados en otras poblaciones de Latinoamérica, donde se ha investigado el tema como en Chile”, precisó Kovalskys.
El estudio se realizó durante 2005 entre alumnos de quinto grado de 80 escuelas públicas de la ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, a quienes se les preguntó sobre su dieta del día anterior y sobre la actividad física que practican a lo largo de la semana. El objetivo fue determinar en la edad prepuberal la prevalencia de sobrepeso infantil y analizar los factores asociados a esa enfermedad. Como primera conclusión, los investigadores observaron que no hay grandes diferencias entre los chicos con sobrepeso y los que tiene peso normal a la hora de comparar su alimentación y el tiempo que dedican a practicar deportes.
Lo que sí detectaron fue una “importante asociación” entre el peso de los padres y el peso de los hijos: un análisis estadístico determinó que los hijos de papás con sobrepeso tienen tres veces más riesgo de desarrollar sobrepeso que los chicos con padres de peso normal.
Uno de los resultados más relevantes de la investigación es que el 92 por ciento de las niñas y el 96 por ciento de los varones no practica actividad física “estructurada”, como tomar clases de algún deporte fuera de la jornada escolar. Según el estudio, los chicos que más se mueven lo hacen en actividades físicas “desestructuradas”, es decir, “juegan” (en el patio, terreno, calle, vereda o parque) con frecuencia de “algunas veces por semana” o “la mayoría de los días”.
“La Sociedad Argentina de Pediatría y la Sociedad Norteamericana de Pediatría recomiendan que los chicos desarrollen por día una hora diaria de actividad física, de moderada a intensa, que puede ser acumulativa a lo largo de la jornada, como andar en bicicleta, correr y hacer juegos y deportes al aire libre”, apuntó Francis Holway, otro de los autores de la investigación, especialista en nutrición deportiva y coordinador del Departamento de Nutrición y Antropometría del Club Atlético River Plate.
La mayor parte del tiempo libre extraescolar los prepúberes la usan para estar frente a una pantalla (de TV, computadora o video): un promedio de 3,43 horas del día los que asisten a jornada simple frente a 2,44 horas del día los que van a jornada completa.
En cuanto a la alimentación, el estudio encontró las siguientes tendencias:
- La ingesta calórica de cada día es de 2300 calorías, lo que supera en un 15 por ciento la recomendación diaria. No obstante, la distribución de macronutrientes (hidratos de carbono, proteínas y grasa) es “adecuada”.
- Consumen sólo 9 gramos por día de fibras, muy por debajo de lo que se considera adecuado.
- Sólo un 2 por ciento ingiere una cantidad de vegetales adecuada, que para la población argentina, según lo aconsejado por las guías alimentarias, equivale a un mínimo de dos porciones por día. Lo ideal, señalaron los especialistas, es que una sea de vegetales crudos y otra de cocidos.
- Un 12 por ciento de los chicos come vegetales una vez por día y el 86 por ciento restante no los ingiere en ninguna comida.
- Un 57 por ciento de los prepúberes no llega a consumir ni una fruta por día.
“Lo adecuado son dos frutas diarias, una con cada comida principal”, indicó Vanina Ugalde, licenciada en Nutrición e integrante del equipo investigador del ILSI, una institución con presencia mundial que reúne a científicos de distintos ámbitos y se dedica a promover la investigación en materia de nutrición, inocuidad de los alimentos, toxicología y evaluación del riesgo y seguridad ambiental.
Sobrepeso y calorías
Por M. C.
Curiosamente los chicos con sobrepeso reportaron a los investigadores tener una dieta menos calórica que los chicos con peso normal. Al respecto, la médica pediatra Irina Kovalskys, una de las autoras del estudio, explicó que investigaciones similares publicadas en revistas científicas muestran que los niños excedidos en peso suelen contar que comen menos de lo que en realidad ingieren. “Yo no puedo asegurar que no digan la verdad. La literatura internacional dice que ésa puede ser una causa”, indicó. En el marco de la investigación, a una muestra de 400 preadolescentes –del total de 1588 relevados– se les colocó durante 24 horas un “caltrac” o acelerómetro, un aparatito similar a un holter que registra todos los movimientos de la persona que lo lleva y cuenta las calorías que quema durante el día. Esta experiencia mostró que “tienen un nivel de gasto calórico muy bajo”, apuntó Kovalskys.
El sueño y el peso
Cuanto menos duerme un niño, mayores son las alteraciones de su metabolismo. Esta puede ser una causa de la obesidad, según un estudio del Instituto Wellcome de la Universidad de Bristol, en el Reino Unido. El creciente acceso a computadoras, teléfonos celulares y juegos electrónicos es la causa del poco tiempo que duermen los niños. El estudio indica también que la falta de sueño a los dos años y medio está vinculada con la obesidad a los siete. Según la investigación, el problema es un círculo vicioso: la falta de sueño produce fatiga, esto reduce la actividad física, lo que induce un menor gasto de energía, obesidad y falta de sueño.